Hoy hace 30 años, un 28 de julio de 1992, López Zubero se bañó en oro

El efecto más inmediato de los primeros días de Barcelona-92 fue que permitió a España elevar su prestigio internacional y reforzar su imagen de solvencia en la organización de grandes acontecimientos, despejando todos los temores que tenía el presidente Felipe González de que se repitiera la pesadilla del Mundial-82. La comunión entre la empresa pública y la privada fue clave, igual que la vivida entre gobiernos. El Ayuntamiento barcelonés se volcó, con aportaciones valiosas como las del concejal Albert Batlle, para convertir toda la ciudad en una anfitriona amable. Y en la sala de máquinas, Pedro Fontana, director del centro de operaciones, resultó determinante para que todo funcionara como la seda.

 Barcelona se vistió de pasarela, con los diseños de Roser Marcé, para darle un toque cosmopolita a su perfil. Y, lo mejor, es que en la competición, todo fue rodado. Martín López-Zubero se coronó en las piscinas Picornell, colgándose una de las medallas más esperadas, y la decena de barcos españoles que partían entre los favoritos, como el de Theresa Zabell en el 470, empezaron a navegar con viento a favor hacia el podio.