LOS 92 DEL 92

Bassat: "Barcelona era la nº 1 del mundo y ya no lo es ¿por qué?"

El mago de la ceremonia inaugural, publicista, creativo, hombre de ideas, lamenta profundamente que Barcelona haya perdido buena parte, sino todo, el impulso que consiguió con aquellos maravillosos y espectaculares Juegos Olímpicos

"Sí, yo también encuentro que Barcelona está en deuda con Juan Antonio Samaranch, pues sin él no hubiesen sido posible los Juegos", señala el creador, que elevó a los populares y míticos cantantes de ópera españoles al firmamento olímpico

Lluis Bassat

Lluis Bassat

Emilio Pérez de Rozas

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Es una mente privilegiada. Tiene un don de gentes increíble. Su discurso es impecable, bueno, ha vivido toda su vida de él. O, tal vez, ha vivido más de ser un genio de las ideas. De la comunicación. De la estrategia comunicativa. De la imagen. De la publicidad. De saber cómo conquistar a las gentes y sus mentes.

Luis Bassat (Barcelona, 1941) fue uno de los grandes artífices del éxito de los Juegos Olímpicos de Barcelona-92, pues puso todo su ingenio, el de su compañía y, sobre todo, el de sus amigo y contactos al servicio de algo que todo el mundo considera es, fue, la primera gran baza ganadora de aquella exitosa Barcelona: la inauguración de sus Juegos.

El primer día es el más importante, dicen. El resto, lo demás, son 30 o 40 campeonatos del mundo juntos, realizados en la misma ciudad y eso, la verdad, ya se había repetido muchas veces en muchos lugares del mundo. Lo que nunca se había hecho es una ceremonia inaugural como la del flechado de fuego, la del Marc Mediterráneo de la Fura dels Baus o el cántico de los mejores operistas del mundo.

 Me han dicho que lo tiene usted todo fresco, reciente, en su cabeza ¿es cierto? Tan cierto como que estoy terminando un libro sobre aquellas cosas que más me han impactado en mi vida y, sin duda, los Juegos Olímpicos fueron una de ellas. Y, sí, los tengo fresquísimos, no solo porque forman parque de mi vida profesional y fueron, por qué ocultarlo ¿verdad? uno de los grandes éxitos de mi vida, de la vida de todos, sí, sino porque también contribuyeron a crear grandes complicidades a mi alrededor y, por supuesto, amistades que aún duran.

"Yo quería que la inauguración fuese el mejor anuncio de Barcelona, Catalunya y España y lo logramos. El mundo quedó admirado"

— Luis Bassat / Creador de las ceremonias olímpicas

Pues empecemos, me lo va a poner usted demasiado fácil. Lo primero que hay que reseñar, destacar y aplaudir es la determinación de Pasqual Maragall en organizar unos Juegos Olímpicos. Cuando yo le hice su campaña electoral para intentar ser alcalde de Barcelona me contó que uno de los ejes fundamentales de su tarea, de su vida, como alcalde, si ganaba, era traer los Juegos a Barcelona y se dejó la piel para que así fuese.

Determinación, una palabra casi en desuso ¿verdad? Esa es, con perdón, la gran diferencia de lo que nos acaba de suceder ahora y es que, entonces, sí hubo alguien que tenía algo en la cabeza, una determinación, un sueño, un deseo, una necesidad como alcalde, como barcelonés, para mejorar la ciudad de Barcelona, cosa que yo añoro en estos momentos y lo añoro mucho, hasta demasiado. No veo que exista la misma determinación y capacidad de influir en mejorar tu ciudad como tuvo Pasqual.

Determinación y compromiso, porque Maragall estaba empeñadísimo en ello. Porque lo importante es saber qué quieres hacer, cómo lo vas a hacer, con quien lo vas a hacer, qué instrumentos utilizaras y, sobre todo, compartirlo con la gente más preparada y capaz. Eso es lo que te compromete a intentar realizarlo. Y Pasqual estaba comprometido porque lo había verbalizado, nos lo había dicho a muchos. No solo lo quería hacer, también lo había hecho público ante sus electores.

"Maragall y Abad fueron muy valientes y aceptaron todas las cosas de riesgo: el arquero, la Fura, los cantantes de ópera...nos arriesgamos y ganamos"

Y, posiblemente, hasta era un buen momento para que Barcelona lo intentase a lo grande ¿verdad? El segundo punto para lograr semejante éxito y transformación de la ciudad es que se juntaron, en efecto, todas las estrellas, todas coincidieron dentro, repito, de la enorme complejidad y dificultad del reto. Por ejemplo, sin Juan Antonio Samaranch al frente del movimiento olímpico, posiblemente hubiéramos perdido ante París. Y Barcelona tuvo la inmensa suerte de contar con Samaranch de nuestro lado, cosa, y me duele decirlo, que la ciudad aún no le ha agradecido suficientemente. Nunca nadie ha hecho tanto por Barcelona como Juan Antonio Samaranch.

 Y, por lo que hace referencia al primer día, al día más arriesgados de todos, al día clave, no solo confiaron en usted y su equipo sino que les compraron todas sus ideas. Tercera razón de tan inmenso éxito: tuvieron amplitud de miras. Fueron valientes y eso, en aquellos días, es digno de reseñar, especialmente en las personas de Maragall, Samaranch y José Miguel Abad. Cuando ganamos el concurso para organizar las ceremonias de apertura y clausura en compañía de Ovidio, aceptaron cosas que eran arriesgadas, muy arriesgadas, como el encendido del pebetero con un arco y una flecha cruzando el cielo del estadio. Pero, insisto, fueron valientes y dijeron ¡adelante!, ensayarlo y, por nosotros, ¡encantados, vamos a por ello! Nos arriesgamos, y mucho, y ganamos.

 Y así con todo lo que les propusieron. Y así con todo. Por ejemplo, vieron con maravillosos ojos la actuación de la Fura dels baus, que a mucha gente, en aquellos tiempos, les daba, incomprensiblemente, hasta miedo pues les habían asustado algunos de sus llamativos espectáculos y, sin embargo, aceptaron encantados el número del Mar Mediterráneo y su barco.

 Y casi llevan el Liceo al Estadio Olímpico de Montjuïc. No, no, no, lo llevamos, lo llevamos. Eso sí fue innovador. Nunca se había hecho ópera en una ceremonia olímpica, siempre se cantaban canciones ligeras. Pero ¿qué pretendía yo?, que la ceremonia inaugural de los JJOO fuese el mayor anuncio publicitario de Barcelona, Catalunya y España jamás mostrado al mundo y, en ese sentido, sabía que, en Nueva York, sabían quiénes eran nuestros mejores cantantes, que eran, cómo no, Montserrat Caballé, Alfredo Kraus, Josep Carreras, que fue el Director Musical de nuestras dos ceremonias, Placido Domingo, Teresa Berganza, Jaume Aragall y Joan Pons. Yo sabía que, apareciendo ellos, el mundo se sorprendería de que, en efecto, esos fenómenos fuesen españoles. Aquello fue, insisto, arriesgado e innovador, pero a todos los encantó la idea.

"Estamos todo el día peleándonos entre nosotros. Hace 30 años que nadie piensa un proyecto que nos ponga de acuerdo a todos los barceloneses"

Dígame la verdad, que sé que lo hará, ¿es cierto que Julio Iglesias se enfadó con usted por no contratarle para tan destacado evento? Es cierto que le preguntaron eso, sí, pero no es cierto que se enfadara conmigo, todo lo contrario. Alguien, en efecto, le fue con el cuento a Julio Iglesias de que Barcelona le daba la espalda y prefería a las estrellas españolas de la ópera para su inauguración y Julio Iglesias estuvo magistral, muy inteligente, en su respuesta: “Normal”, les dijo, “nosotros, en música popular, no somos nadie, no tenemos a los Beatles ni a los Rolling Stones, no tenemos a toda esta gente y Luis Bassat ha hecho muy bien en contratar a los mejores cantantes del mundo de ópera que, con excepción de Luciano Pavarotti, todos son españoles”. Magnífica respuesta para una pregunta retorcida.

¿Por qué les salió todo tan bien? Porque los españoles hacemos las cosas muy bien. Mire, todos los que participamos en los Juegos, todos, desde el primer político al último ciudadano español, no solo catalán, éramos conscientes de que el mundo nos estaba mirando, de que estábamos pasando un examen y quisimos demostrar al mundo lo buenos que somos. En todo. Y lo logramos. ¿Cómo?, pues como se logra todo en esta vida, con inteligencia, complicidad, colaboración, ideas, insistencia y, sobre todo, perseverancia. ¿Saben cuantas veces los ensayamos todo, hasta los números con cientos de participantes? ¿Sabe cuantas?

Ni idea, pero me lo imagino. No, no se lo imagina: fueron 44 veces ¡44 veces! ¡Cómo no iba a salir bien! ¡estuvimos tres años preparándolo todo! Todo el mundo me miraba y me decía “Luis, todo depende de ti, de vosotros; si la ceremonia inaugural sale bien, los Juegos van a ser el mayor de los éxitos, porque van a ir sobre ruedas después de vuestro éxito”. Y, sí, sí, uno sentía cada día esa responsabilidad, que era hermosa, pero era ¡tremenda! Y es que lo único que es diferente, original, distinto, de unos Juegos a otros, es la ceremonia inaugural.

 Supongo que durmió muy poco durante las últimas semanas. Yo, los siete meses antes de la ceremonia inaugural, no pisé mi despacho ni 12 minutos ¡nada!, simplemente, no fui. Iba cada mañana a las ocho de la mañana al Estadio Olímpico y volvía de madrugada a mi casa, sábado y domingo incluídos. Yo perdí la noción del tiempo. No sabía ni qué día era de la semana, ni qué fecha era, por descontado. Solo sabía los días que faltaban para el día D y la hora H, solo eso. 34, 33, 32, 31, 30….ese era mi reloj. Yo y mi equipo: Pepo Sol, Manuel Huerga…hasta las 165 personas que trabajamos juntas, que hubiésemos dado la vida el uno por el otro.

 ¿Qué añora de todo aquello? Que Barcelona haya perdido toda aquella fuerza, todo aquel impulso. Sepa que Barcelona llegó a ser la ciudad número uno del mundo, la más atractiva para visitar, para venir, mucho más que Nueva York, París, Tokio o Roma, ¡mucho más! Qué pena, coño, que, en 30 años, no se haya vuelto a hacer una cosa de ese nivel, de esa envergadura, de esa altitud de miras, algo que nos ponga a todos los barceloneses detrás de un proyecto. Ahora nos gusta pelearnos. No digo que ese atractivo lo hayamos perdido del todo, pues aún queda algo, pero o hacemos algo pronto o este buen recuerdo se acabará.