Josep Miquel Abad: "Es doloroso e injusto que Maragall no pueda disfrutar de esta fiesta"

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POR EMILIO PÉREZ DE ROZAS

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Se le ve sereno. Tiene la cabeza en tantos sitios, en tantos, que solo esa manera de disimular tan suya de que no pasa nada grave te hace pensar que esa mente sigue funcionando a 350 kilómetros por hora. Y controla. Debería tener, y no, tres móviles: el personal, el de trabajo y el olímpico. Aquí llama todo el mundo. Aquí hay consejo y solución para los tres celulares.

Josep Miquel Abad (Valladolid, 1946) no tiene estos días a su lado ni a Juan Antonio Samaranch, que tanto dudó de él por comunista y que, al final, tanto le quiso, le adoró, ni a su amado Pasqual Maragall, que tantos malos ratos le hizo pasar y que tanta felicidad le ha generado a lo largo de los años. "Desde el punto de vista personal, profesional y ciudadano, no hay nada, ¡nada!, como organizar unos Juegos. Yo viví ese privilegio desde el punto de vista emocional, y me siento tan feliz que es fantástico compartirlo con tanta gente. Me siento muy feliz, mucho, pero porque salieron bien, porque logramos para nuestra ciudad y país todo lo que nos propusimos, pues si hubiesen salido mal, llevaría 25 años escondido en el Amazonas".

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"\"Maragall nunca le fall\u00f3\u00a0","text":"\"Maragall nunca le fall\u00f3\u00a0a su ciudad. Fue un escudo infranqueable que nos protegi\u00f3 a todos de todo\""}}Lleva un dolor dentro, cuéntemelo, la gente merece saberlo. No tener a Pasqual a mi lado estos días es muy doloroso. Demasiado. Doloroso y muy injusto. Hasta frustrante diría yo. A nivel personal, por la relación tan estrecha que tuvimos, es desalentador que el hombre que lo logró, que tanto y tan bien peleó por conseguir semejante éxito, no pueda disfrutar de este momento. Pasqual nunca le falló a su ciudad ni a su proyecto emblemático. Pasqual fue un escudo infranqueable para los muchos intentos que hubo de desestabilizar al comité, de romper un bloque, muy bien engrasado, que si llegó hasta el final y pudo disfrutar del éxito fue porque él impidió que se rompiese o lo dinamitasen desde fuera.

Sin ese paraguas, nada hubiese sido posible, supongo. Yo protegí a los míos que todavía en la fiesta que celebramos los empleados del COOB, el pasado 15 de junio, me lo agradecieron efusivamente. Pero Pasqual nos protegió a todos de todo y de todos, especialmente de los políticos. Sin ese paraguas nada hubiese sido posible. De ahí que, sabiendo lo vital y apasionado que es, que era, en este aniversario hubiese disfrutado como pocos.

Imposible de repetir una experiencia así, digo, no sé. Imposible e innecesario. Ni el momento histórico es el mismo, ni el ánimo de Barcelona está en eso, ni la ciudad necesita unos Juegos como los necesitaba entonces para reconstruirse. Y desde el punto de vista social y político, no se da casi ninguna de las condiciones que hicieron posible aquella candidatura, aquella conquista, aquel éxito.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"\"Ni pol\u00edtica ni socialmente\u00a0","text":"\"Ni pol\u00edtica ni socialmente\u00a0se podr\u00eda repetir aquel consenso. Es imposible lograr un \u00e9xito como aquel\""}}El mundo no se enteró de nuestras peleas, ¿verdad? En aquellos días, incluso Jordi Pujol, para quien el proyecto no era especialmente grato pues la propia Carta Olímpica le relegaba a un segundo plano al conceder al Ayuntamiento de Barcelona todo el protagonismo, se comportó más que correctamente. En ese sentido, el mundo olímpico, el mundo exterior, nunca supo de nuestros enfrentamientos porque, además, no los hubo al ser todas las declaraciones de consenso. Me temo que de toda esa complicidad no queda nada.

Además, de repetir, sería imposible que saliese todo igual. Insisto, no tiene sentido repetir algo que salió tan bien hace relativamente tan poco. Los Ángeles quiere repetir, París quiere volver, pero la sombra de sus Juegos anteriores no es tan alargada y exitosa como la de Barcelona, que fue y sigue siendo impresionante. La estela de Barcelona92 tapa todos los Juegos que han ido viniendo después y aún continúa en el tiempo. No somos conscientes, y deberíamos, pero los Juegos de Barcelona están aún tan presentes en el mundo olímpico que sonaría extraño que los volviéramos a pedir, pues millones de personas tienen la sensación de que los hicimos hace 10 meses. Aún están ahí, presentes en la memoria de todo el mundo.

Y la clave, su eslogan innegociable: los Juegos al servicio de la ciudad y nunca al revés. Nunca engañamos al COI ni a los ciudadanos. No tenía sentido hacerlo. Era vital para todos que Barcelona entendiese que iban a ser unos Juegos para la gente y no algo superestructural al servicio de un decorado inmenso y de una especie de liturgia que no tenía nada que ver con nosotros. Cuando pregonábamos que Barcelona necesitaba una palanca para transformarse era verdad, no era una frase promocional, vacía, creativa.

Y el COI, empezando por Juan Antonio Samaranch, les observaba como a unos bichos raros. Peor, la gente nos pedía que no repitiésemos esa idea delante de 'ellos', que ellos eran los Juegos en sí mismos. Y, mire, al final no solo asumieron nuestra propuesta, sino que la han hecho suya para siempre. Insisto, la sombra de Barcelona. A partir de nuestra palanca, el COI no ha dejado de pedir, de exigir, a las ciudades candidatas que en su proyecto expliquen qué van a hacer con las instalaciones al acabar los Juegos, qué idea de ciudad tienen. Samaranch, que era listísimo, entendió gracias a Barcelona92 que la transformación y mejora de la ciudad sede es un atributo más, positivo, que lleva consigo la concesión de los Juegos. Ganamos porque les atrajo la idea de que 'les necesitamos para cambiar nuestra ciudad.

Parte del éxito fue que los ciudadanos los hicieron suyos. Hubo fases, momentos, ¿verdad? Cuando Samaranch abrió el sobre y dijo aquello de 'à la ville de Barsalona', hubo una explosión de júbilo en Barcelona, en Madrid y en muchos puntos de España. Todo el mundo quería que Barcelona ganase. Luego, mientras estuvimos planificando, el barcelonés, diría que con muy buen criterio, se volvió escéptico. No estuvo nunca en contra, nunca, pero sí escéptico. Como diciendo: "Vamos a ver". Eran tiempos de ¿sabrán hacerlo o les vendrá grande? ¿gastarán bien el dinero? ¿acabarán a tiempo las obras? ¿haremos el ridículo?

Y eso alargó el escepticismo. Aquel desastre hizo que el periodo de escepticismo sobre la organización durase hasta un año antes de la inauguración. A partir del 91, cuando ponemos las instalaciones a prueba y funcionan, cuando la gente ve los cinturones, el nuevo aeropuerto, las torres de comunicación, la Barceloneta, la Villa, en fin, cuando empieza a ver que las piedras florecían, creyó en nosotros. Antes, todo eran papeles, planes, dibujos, instrucciones de trabajo, manuales de actuación…Y de pronto se inunda el estadio Olímpico de Montjuïc. Créame, ¡una bendición! La mejor y mayor de las ayudas. Aquello nos despertó. Estábamos tan convencidos de que todo iba bien, tan seguros de que teníamos el control de la organización, que si no hubiese ocurrido aquello igual nos hubiéramos estrellado cuando ya no teníamos tiempo de rectificar. No teníamos necesidad de inaugurar el estadi a lo grande. Lo hubiéramos podido hacer con unos juegos escolares. Pero no, pedimos unos Mundiales. ¡Pa chulos, nosotros! Fue nuestra propia convicción la que nos impulsó a algo así. Y rápidamente reaccionamos y aumentamos el control.

Tengo entendido que hasta el hombre de negro, el sueco Gunnar Ericsson, presidente de la comisión de enlace entre el COI y el comité organizador, se pellizcaba cada vez que le visitaba. Cuando Gunnar venía a Barcelona, lo subía al castillo de Montjuïc y, señalándole la ciudad, le decía: "Mira, Gunnar, aquí tendremos la Villa Olímpica". Y 'aquello' eran fábricas echando humo, el tren circulando por la costa, una playa lamentable… Y Gunnar me miraba y me decía: "José Miguel no me digas eso, si solo os quedan cinco años...". Y tenía razón, pues yo también pensaba: "¡Dios, lo que nos queda! ¡Madre mía!". Pero creía, mucho, creía en todos nosotros y, sobre todo, en el esfuerzo colectivo. Por eso uno de los momentos más maravillosos de esta película fue cuando, pocas semanas antes de la inauguración, volví a subir a Gunnar a Montjuïc. "Mira, ¡qué te dije! Ahí tienes tu Villa Olímpica". Y aquel pedazo de sueco se emocionó, y mucho. "Esto que habéis hecho es un milagro", me dijo entre sollozos, muy, muy emocionado. Yo, también, sí, claro. Tengo buena memoria para esos instantes y los anteriores, aquellos en los que decía: "¡Madre mía, lo que nos queda aún por hacer!".

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"\"La sombra de los JJOO-92\u00a0","text":"\"La sombra de los JJOO-92\u00a0es tan alargada que el mundo cree que los hemos clausurado hace solo 10 meses\""}}Y al entusiasmo de Eriksson se unió la felicidad de la gente. La gente, simplemente, interpretó que aquello, todo aquello, todo lo que veía crecer, era para ellos y decidió ser protagonista de ese gran acontecimiento y disfrutar de él. Barcelona92 fue un éxito porque los barceloneses convirtieron los Juegos en su fiesta preferida. Por eso es tan doloroso que Pasqual no pueda disfrutar que este momento tan emblemático, casi único.

Con la que está cayendo, con las cosas que se descubren a diario, ¿está especialmente orgulloso de que no haya aparecido un solo caso de corrupción en la organización de sus Juegos? Una, no son míos. Y, dos, no estoy orgulloso de eso. Y no lo digo por mí, pues el mérito, de existir, no es mío, es de todos. Nunca hemos sacado pecho por eso. ¿Sabe por qué? Sencillo: fuimos como se tiene que ser. Fuimos como éramos, como somos. Esta actitud, esta cultura va, como todas las demás, de arriba a abajo en cualquier situación y escenario de la vida. Si lo que se transmite de arriba a abajo es la imposibilidad de ser sobornados respecto del dinero, de las presiones, y no solo económicas, pues también existían las políticas, todo el mundo actúa así, limpiamente. Fuimos un conjunto de gente insobornable. Por eso, 25 años después, nadie ha encontrado una peseta fuera de sitio. Créame, si el de arriba da ejemplo, no hay corrupción. El primer corrupto es el de arriba. Que no exista corrupción no depende del castigo, depende de la actitud de cada uno de nosotros.

Algo les dijo, algún sermón les echaría en aquellos días. Hice lo que hago siempre, los reuní y les dije: "Aquí, señoras, señores, transparencia total, debemos ser impolutos; aquí somos insobornables ¿estamos de acuerdo? ¡Estamos de acuerdo! Pues, listos, a trabajar, y al que meta la mano donde no debe, no solo le cortaré la mano, sino todo lo demás que le cuelgue. Quedáis avisados".

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"\"Gracias a Barcelona, el COI\u00a0","text":"\"Gracias a Barcelona, el COI\u00a0descubri\u00f3 \u00a0que los Juegos pueden cambiar una ciudad y desde el 92 lo tiene en cuenta\""}}Cuénteme su suspiro íntimo cuando la flecha de Antonio Rebollo volaba hacia el pebetero. Aquel instante tenía un puntito de injusticia tremendo. Siete años de duro trabajo de miles de personas y, de pronto, surge el cosquilleo, el temblor de que te lo juegas todo en cuatro horas. ¡Nos lo jugábamos todo en aquel vuelo! Porque si el mundo calificaba con un sobresaliente tu ceremonia inaugural ¡ya habías ganado! Luego, entra la competición y los verdaderos protagonistas son los atletas. Cuatro horas que, encima, son así de largas porque tú, chulo, has querido que fuese así, ya que toda la liturgia olímpica son 30 minutos: bandera, himno y los juramentos de atletas y jueces. Y listos. Nadie te obliga a más, pero el mundo entero y, muy especialmente, las televisiones están pendiente de tu ceremonia, del 'show' inaugural.

Y el miedo, la duda, la incertidumbre, penetró en su mente. El miedo te lo inyectas tú mismo. Por eso, cuando la flecha empieza a volar, se te encoge el corazón. Perdón, deja de latir. El mundo contuvo la respiración en aquel flechazo. Y en décimas de segundo, pasan un montón de imágenes por tu cabeza. A nadie se le volverá a ocurrir algo tan precioso y de tanto riesgo. Nadie será capaz de imaginar una chispa así. Ve, por eso le hablo de la inmensidad de la sombra alargada de Barcelona. Aquella flecha congeló el sentimiento del mundo entero. Todo el mundo aguantó la respiración, ¿a qué sí? Lo siento, o no, pero también ese instante es insuperable. Es nuestro, de todos. En aquel momento, la presión y la autopresión eran tales que cuando ves que la llama llega al pebetero, tú también estallas, haces ¡booooooom! o, mejor, ¡uuuuuffffff! "¡Ya está!", piensas, cuando en realidad los Juegos Olímpicos ni siquiera habían empezado.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"\"Todos los organizadores de unos Juegos","text":"\"Todos los organizadores de unos Juegos\u00a0pasan por aqu\u00ed. Quieren que les contemos c\u00f3mo lo hicimos\""}}Tengo entendido que se vieron todos el pasado 15 de junio en una cena íntima. Bueno, 25 años después logramos reunirnos 350 personas de entre casi mil que llegamos a formar la plantilla de la organización el último año. A nosotros, que ya somos pasado, no nos correspondía organizar celebración, aniversario alguno. Esa no era nuestra tarea. Pero sí quisimos tener nuestro propia celebración. Nuestro reencuentro. Nos pasamos semanas citándonos, buscando móviles, correos. Nos citamos, sí. Fue maravilloso, no le voy a engañar. Allí solo había gente de plantilla, simples currantes. Fue nuestra celebración. Las escenas fueron enternecedoras. Había gente que hacía casi 20 años que no se veía. De aquellos Juegos, de aquellos años, surgieron hasta familias. De ahí que esa noche, la del 15 de junio, la gente se besaba, se abrazaba, cantaba, se pellizcaba, lloraba mucho, lloramos muchos, bailaba, fue una expresión de júbilo espectacular, estremecedora.

¿Cuántas ciudades le han venido a buscar para organizar su candidatura o sus Juegos? Todas, absolutamente todas. Por Barcelona pasan todas las ciudades candidatas y todas las que ganan la organización de unos Juegos. Les enseñamos documentación, les preparamos entrevistas con todo el mundo, les mostramos lo que hicimos y cómo lo hicimos, por supuesto. Al principio nos las enviaba Samaranch, ahora vienen solas. Quédese con la idea de que no ha habido ni habrá unos Juegos Olímpicos como los de Barcelona. La sombra del éxito de Barcelona92 es inmensa, eterna.