Cuéntame qué pasó en 1992

Hace 25 años, el fuego olímpico iluminó desde el estadio de Montjuïc el perfil de una ciudad nueva. Pero, ¿quiénes hicieron posible aquel proyecto? ¿Cuáles fueron los grandes obstáculos? ¿Hubo momentos de zozobra? ¿Alguien puso zancadillas? ¿Cuántas crisis sacudieron el proyecto? ¿Quién ganó los pulsos? De la A a la Z, esto es lo que pasó en la trastienda de Barcelona 92.

Espectáculo pirotécnico en la apertura de los JJOO, en el estadio de Montjuïc.

Espectáculo pirotécnico en la apertura de los JJOO, en el estadio de Montjuïc. / periodico

POR LUIS MAURI

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ABAD, JOSEP MIQUEL

Tenaz, riguroso, controlador y exigente, muy exigente, este arquitecto técnico, exseminarista y excomunista, fue el máximo responsable ejecutivo de la exitosa organización de los JJOO de Barcelona. Consejero delegado del comité organizador (COOB), actuó como brazo derecho del alcalde Pasqual Maragall, quien antes ya le había encargado la dirección de la candidatura olímpica. Abad fue un inquebrantable guardián del mandamiento maragallista de que los JJOO debían estar al servicio de la ciudad, no al revés. Esto le reportó en los primeros años no pocos enfrentamientos con el presidente del COI, Juan Antonio Samarach, de quien le separaba un abismo ideológico, generacional y de clase. El éxito de los JJOO trocó los recelos en aprecio mutuo.

Gestor honesto y eficiente pero poco dotado para las relaciones públicas, Abad nació en Valladolid en 1946, un año antes de que su familia se mudara a Barcelona. Arquitecto técnico de formación, en las primeras elecciones municipales tras la dictadura (1979) fue candidato a alcalde por el PSUC. Venció el socialista Narcís Serra y una alianza poselectoral hizo a Abad primer teniente de alcalde y responsable de Urbanismo. En 1981, después de que los prosoviéticos se impusieran en el congreso del PSUC, abandonó el partido. En 1983, ya fuera del ayuntamiento, fue director general de la Fira de Barcelona y en 1985 fue fichado por Maragall para el proyecto olímpico.

ADO

El programa ADO (impulsado por el Consejo Superior de Deportes, el COE y RTVE) fue fundado en 1988 para elevar el rendimiento de los deportistas españoles de cara a los JJOO de Barcelona. Se financió con el patrocinio de grandes compañías españolas. Más de 200 deportistas españoles llegaron a los Juegos de 1992 becados por el programa ADO. En sus primeros 20 años de funcionamiento (1988-2008), el programa sumó unos 250 millones de euros de patrocinio.

AEROPUERTO

La ampliación del viejo aeropuerto de El Prat fue una de las mayores obras vinculadas a la cita olímpica de 1992. Radicalmente transformado por el arquitecto Ricardo Bofill y la inversión de 26.000 millones de pesetas (293 millones de euros de hoy), el aeródromo quedó habilitado antes de los Juegos para soportar el paso de 17 millones de pasajeros al año. En 1992 fue usado por 10 millones de viajeros. Pero el 'boom' turístico iniciado con los JJOO no tardaría en dejarlo pequeño. En el 2007 el tráfico de pasajeros ascendió a casi 33 millones. El año siguiente se inauguraba la T1. En el 2016, el aeropuerto fue usado por 44 millones de personas.

ANTORCHA

El fuego olímpico de Barcelona, encendido como marca la tradición en el tempo de la diosa Hera, en Olimpia (Grecia), llegó el 13 de junio de 1992 al antiguo asentamiento helénico de Empúries, en la Costa Brava. Desde allí, durante 43 días, a lo largo de 5.940 kilómetros y en manos de 9.661 porteadores, recorrió España antes de prender, el 25 de julio, en el pebetero del Estadi Olímpic de Montjuïc. A su paso por Catalunya, militantes nacionalistas, entre ellos al menos uno de los hijos del 'president', Jordi Pujol, aprovecharon ese escaparate mundial para propagar el lema 'Freedom for Catalonia' ('Libertad para Catalunya'). Construida en aluminio y alimentada con gas, la antorcha olímpica diseñada por André Ricard, medía 68 centímetros y pesaba 1,2 kilos.

ARQUITECTURA

Fue, junto con la ingeniería y el diseño, la actividad profesional de moda en la Barcelona olímpica. Unos 175 arquitectos e ingenieros de primera fila intervinieron en los más de 200 proyectos urbanísticos ligados a los JJOO: Isozaki, Correa, Milà, Buxadé, Margarit, Bofill, Calatrava, Foster, Pei… El alcalde Maragall y sus dos arquitectos de cabecera, Oriol Bohigas y Josep Antoni Acebillo, convirtieron Barcelona en un escaparate urbanístico de referencia mundial. La Universidad de Harvard distinguió en 1990 a la ciudad con su prestigioso galardón de diseño urbano.

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BARCELONA

El alcalde Pasqual Maragall siempre definió los JJOO como el pretexto o el catalizador excepcional que necesitaba Barcelona para impulsar una gran transformación urbana (abrirse al mar, crear nuevas áreas de centralidad urbana, dotarse del anillo viario de las rondas, perforar Collserola hasta el Vallès…) y hacerse un nombre en el mundo. Con ese lema principal, el ayuntamiento, amparándose en que el COI concede los JJOO a las ciudades y no a los países, se erigió en director y protagonista del proyecto olímpico. Maragall fue el presidente del comité organizador (COOB) y designó a su fiel Josep Miquel Abad como consejero delegado y máxima autoridad ejecutiva del mismo.

Los demás actores del proyecto olímpico (Gobierno central, Generalitat, COI) pugnaron a menudo con el ayuntamiento por el control de la operación y de sus réditos políticos. Pero el tándem Maragall-Abad se mantuvo firme ante las embestidas y logró preservar la prevalencia de la ciudad.

El ayuntamiento invirtió en infraestructuras vinculadas a los JJOO un total de 100.236 millones de pesetas (1.130 millones de euros de hoy), el 16,3% del total de la inversión pública en Barcelona 92.

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CANDIDATURA

Barcelona consiguió albergar unos JJOO al quinto intento. Antes de los de 1992, la capital catalana había solicitado o pretendido la celebración de los de 1924 (París), 1936 (Berlín), 1940 (suspendidos a causa de la segunda guerra mundial) y 1972 (Múnich).

En julio de 1979, el barcelonés Juan Antonio Samaranch, falangista de primera hora y embajador español en Moscú, visita en Barcelona al socialista Narcís Serra, recién estrenado como primer alcalde de la democracia. Samaranch le expone su plan: ser elegido presidente del COI y organizar unos JJOO en Barcelona. El viejo político franquista quiere regresar glorioso a la ciudad que unos años antes le había expulsado al grito de "Samaranch, fot el camp!". En 1980, horas después de que el COI nombre a Samaranch, Serra ofrece la ciudad. Ahí comienza el quinto intento de Barcelona de ser coronada con los cinco anillos, que conseguirá el 17 de octubre de 1986, al imponerse a las demás candidatas olímpicas: París, Amsterdam, Birmingham, Belgrado y Brisbane.

CEREMONIAS

El proyecto olímpico brindó a Barcelona los dos mayores resortes promocionales del mundo, las ceremonias de inauguración y clausura de los JJOO, que fueron televisadas en directo a una audiencia potencial de 3.500 millones de personas. Esos dos magníficos espots, impagables según las tarifas publicitarias al uso, difundieron en todo el mundo la imagen de una ciudad eficaz, precisa, apasionada y feliz.

El momento cumbre de la inauguración, el 25 de julio de 1992, fue el lanzamiento por el arquero paralímpico Antonio Rebollo de una flecha con la punta de fuego sobre el pebetero del estadio, justo en el preciso momento en que se  prendió la llama en él. La ceremonia de clausura fue el 9 de agosto con la actuación de Los Manolos y dejó una sensanción general de éxito clamoroso. 

COBI

El diseñador Javier Mariscal marcó un hito en la iconografía de los Juegos. Lejos de la tradición olímpica, más cercana al universo Disney, la mascota de Barcelona 92 fue Cobi, un perro vanguardista cuyos perfiles derrochaban simpatía. El vanguardismo de la propuesta de Mariscal fue precisamente el factor que desencadenó en 1988 la elección del COOB. Una elección no exenta de polémica: unas declaraciones de Mariscal críticas con el nacionalismo catalán puso a la Generalitat de Jordi Pujol en contra de Cobi. La crisis no cesó hasta que Mariscal se retractó públicamente.

COMERCIALIZACIÓN

Las marcas comerciales tienen en los Juegos Olímpicos una oportunidad excepcional para asociarse a un acontecimiento histórico, pacífico y de impacto e interés mundiales. Un total de 160 empresas participaron en el programa de patrocinio y comercialización de Barcelona 92, que reportó a la organización unos ingresos de 56.500 millones de pesetas (638 millones de euros de hoy), una tercera parte del presupuesto del COOB. En los años 80 del siglo XX se produjo un gran crecimiento de los ingresos por la explotación comercial y televisiva de los JJOO, coincidiendo con el progresivo abandono del COI de los tradicionales principios amateuristas del olimpismo. Con todo, la comercialización de los Juegos de Seúl (1988) y la de Los Ángeles (1984) reportaron solo una tercera parte de lo que obtuvo Barcelona 92.

COE

Barcelona es una ciudad talismán para el Comité Olímpico Español. En ella fue fundado en 1924 y en ella vivió su mayor momento de gloria, en 1992: los primeros y hasta ahora únicos JJOO de la historia de España. El COI concede la coorganización de los Juegos Olímpicos a una ciudad y al comité olímpico del país correspondiente. En el caso de Barcelona, la negativa del COE a corresponsabilizarse de la financiación del evento dejó a este organismo, ya desde el primer momento, al margen de las decisiones estratégicas del proyecto.

COI

Fundado por el barón Pierre de Coubertin en 1894 en París, el Comité Olímpico Internacional fue concebido como un club de aristócratas imbuidos de un cierto idealismo clasista, alejado de los prosaicos parámetros del mundo real. Casi un siglo después de su fundación, en los años 80 del siglo pasado y bajo la presidencia de Juan Antonio Samaranch, el COI experimentó una revolución interna que socavó los principios fundacionales.

Samaranch demolió el tótem sagrado del amateurismo y abrió de par en par las puertas del olimpismo al mundo de los negocios: la venta de derechos televisivos y de patrocinio comercial proporcionó al COI una lluvia anual de miles de millones de dólares. La marca de los cinco aros de repente valía un potosí. Y el COI, un opaco organismo que mantiene la tradición de cooptar a sus miembros, es su único propietario y, por tanto, el único que puede decidir qué ciudad y en qué condiciones unge con su bendición. En el enorme potencial comercial de esa marca universal reside el poder del COI. Es, si se quiere, un intangible. No hay más, pero tampoco menos.

CONFLICTOS

Numerosos y variados conflictos de intereses sacudieron el proyecto olímpico desde la designación de Barcelona como sede hasta la celebración de los Juegos. La organización estuvo sumida con frecuencia en un equilibrio inestable producto de diversos factores: la rivalidad política entre el ayuntamiento socialista de Pasqual Maragall y la Generalitat nacionalista de Jordi Pujol; el hecho de que tres administraciones públicas (local, autonómica y central) contribuyeran a la financiación pero fuera la municipal la que manejara las riendas; la ambición patronal de una mayor porción en el reparto de la tarta económica, o la tirantez y la desconfianza mutua entre la organización barcelonesa y el COI, que se prolongó hasta poco más de un año antes de los JJOO.

El COOB y el COI discutieron por el reparto de los ingresos procedentes de la comercialización. También por la negociación de los derechos de televisión: el COI temía que la dura posición negociadora del COOB frente a las cadenas esquilmara este caladero para futuras ediciones. El ayuntamiento y la Generalitat pelearon permanentemente a cuenta de la financiación de infraestructuras y proyectos vinculados a los JJOO. Tras los Juegos de Seúl, a finales de 1988 el COI, el Gobierno central, la Generalitat y el sector privado maniobraron para tratar de laminar el férreo control que ejercía el tándem Maragall-Abad sobre el proyecto. La operación fracasó, la ciudad conservó el poder. 

Las recurrentes crisis amainaron a falta de un año y medio para la celebración de los JJOO. El trabajo del comité organizador y las grandes obras avanzaban a ritmo razonable y se acercaba el momento en que el COI no podía seguir vertiendo críticas sobre la sede olímpica sin erosionar al mismo tiempo su propia y preciada marca. 

COOB 

El Comité Organizador Olímpico Barcelona 92 fue constituido por el Ayuntamiento de Barcelona, el COE, el Gobierno central y la Generalitat el 12 de marzo de 1987. El ayuntamiento siempre lideró y controló el COOB, presidido por el alcalde de Maragall y dirigido por Josep Miquel Abad, hombre de su entera confianza. Los conflictos derivados del reparto de poder, los compromisos financieros y la proyección política entre los cuatro socios del COOB fueron frecuentes hasta solo un año y medio antes de la cita olímpica.

El presupuesto consolidado del COOB ascendió a 195.000 millones de pesetas (2.200 millones de euros de hoy), 89.000 millones de pesetas más (1.004 millones de euros de hoy) que el primer presupuesto que calculó, en 1985, la candidatura olímpica barcelonesa. Los principales ingresos los reportaron la venta de derechos de televisión (50.000 millones de pesetas o 563 millones de euros de hoy), la aportación del Gobierno central (44.000 millones o 495, incluyendo loterías, quinielas, filatelia y numismática), el patrocinio comercial (20.000 millones o 225 en metálico y otros 35.000 o 394 en especies) y la venta de entradas (9.500 millones de pesetas o 106 millones de euros de hoy). Los gastos más relevantes fueron la construcción de instalaciones deportivas (36.000 millones o 405), la habilitación de las villas olímpicas (14.000 millones o 157) y la Radio Televisión Olímpica (otros 14.000 millones o 157).

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DEPORTES

En los Juegos de Atenas de 1896, los primeros del olimpismo moderno, hubo pruebas de nueve disciplinas deportivas: atletismo, ciclismo, esgrima, gimnasia, halterofilia, lucha, natación, tenis y tiro. El programa olímpico de Barcelona 92 comprendía 25 deportes oficiales (dos más que en Seúl 88: atletismo, bádminton, baloncesto, balonmano, béisbol, boxeo, ciclismo, esgrima, fútbol, gimnasia, halterofilia, hípica, hockey, lucha, natación –que incluye saltos, sincronizada y waterpolo–, pentatlón moderno, piragüismo, remo, tenis, tenis de mesa, tiro olímpico, tiro con arco, vela, voleibol y yudo) y tres de demostración (hockey patines, pelota vasca y taekwondo). En baloncesto, la cita olímpica de Barcelona fue la primera en admitir la participación de jugadores de la NBA. El Dream Team que presentó entonces Estados Unidos causó sensación: Magic Johnson, Michael Jordan, Larry Bird, Charles Barkley… Evidentemente, se llevaron el oro.

DIAGONAL, area olímpica de la

De las cuatro áreas olímpicas de Barcelona 92, la de la Diagonal, con el Camp Nou como estandarte, es la que menos inversión requirió y la que menos cambió de fisonomía. Acogió pruebas de tres disciplinas: fútbol (Camp Nou), hípica (Real Club de Polo) y yudo, hochey patines y taekwondo (Palau Blaugrana). La otras tres áreas olímpicas de la ciudad fueron Montjuïc, Poblenou y Vall d’Hebron.

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ESTADI

Inaugurado en 1929 por el rey Alfonso XIII, el Estadi de Montjuïc formaba parte del catálogo de infraestructuras de la Exposición Internacional celebrada aquel año en Barcelona. Luego optó sin éxito a albergar los JJOO de 1936 (concedidos al Berlín de Hitler) y la Olimpiada Popular que ese mismo año organizó la Barcelona republicana en contraposición al escaparate nacionalsocialista de los Juegos de Berlín. La Olimpiada Popular nunca llegó a celebrarse: un día antes de su inauguración estalló la guerra civil en España. No pocos deportistas antifascistas extranjeros que ya habían llegado a Barcelona se alistaron entonces para combatir por la República.

El estadio quedó desde entonces en el abandono y llegó a los años 80 convertido en una ruina. En 1983, el ayuntamiento desestimó la opción del derribo y optó por la reconstrucción conservando la fachada exterior de 1929. La reconstrucción, proyectada por los arquitectos Gregotti, Correa, Milà, Margarit y Buxadé, le costó al Gobierno central 7.300 millones de pesetas (82 millones de euros de hoy), a los que hubo que sumar un sobrecoste del 10% para subsanar las deficiencias declaradas en su inauguración, el 8 de septiembre de 1989. Los errores de la construcción, el diluvio que se abatió sobre la ciudad aquel día, el inaceptable retraso del rey Juan Carlos y los pitos nacionalistas dieron al traste con la inauguración.

Con un aforo de 55.000 espectadores, ampliado provisionalmente durante los Juegos en 10.000 plazas más, el estadio de Montjuïc albergó las ceremonias de inauguración y clausura de Barcelona 92. En el 2001 fue bautizado oficialmente con el nombre del expresidente de la Generalitat Lluís Companys, fusilado en 1940 a pocos metros de allí, en el castillo de Montjuïc, por la dictadura de Francisco Franco.

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GENERALITAT

El Gobierno catalán, entonces presidido por Jordi Pujol, invirtió 112.000 millones de pesetas (1.260 millones de euros de hoy) en la construcción de infraestructuras vinculadas a los JJOO de Barcelona. Esa cifra representaba el 18,3% del total de la inversión pública en el proyecto olímpico. Numerosas disputas enfrentaron al ayuntamiento socialista con la Generalitat nacionalista durante la preparación de los JJOO. Disputas por la financiación de las rondas, por el proyecto frustrado del alcalde Maragall de aprovechar el impulso olímpico para llevar el metro a Montjuïc, por el rechazo de la Generalitat de integrarse junto con el ayuntamiento y el Gobierno central en el 'holding' promotor de las infraestructuras olímpicas (Holsa) o por los símbolos catalanes en los JJOO. Entre los desencadenantes de estos y otros choques hay que tener en cuenta la incómoda convicción de los nacionalistas de que el éxito olímpico engrandecería la figura del socialista Maragall, entonces principal amenaza política para Jordi Pujol.

GOBIERNO

El Ejecutivo central contribuyó con 230.000 millones de pesetas (2.560 millones de euros de hoy) a la dotación de infraestrcuturas relacionadas con el proyecto olímpico de Barcelona, el 37,4% del conjunto de la inversión pública. Telefónica, entonces una empresa mixta controlada por el Estado, aportó otros 100.000 millones de pesetas (1.128 millones de euros de hoy). El hecho de que el ayuntamiento y el Gobierno central estuviesen regidos por los socialistas no fue obstáculo para que también se produjeran tensiones entre ambas instituciones. Estas solían ser fruto de las insistentes demandas económicas del gobierno de la ciudad.

Después de la principal crisis que enfrentó a ambas instituciones, a finales de 1988, Gobierno y ayuntamiento acordaron crear un 'holding' (Holsa) para garantizar a partes iguales la financiación y el control de las obras olímpicas. La Generalitat rechazó ingresar en el grupo. Narcís Serra, exalcalde de Barcelona, amigo personal de Maragall, ministro de Defensa desde 1982 y vicepresidente de Felipe González desde 1991, fue el principal aliado de Barcelona 92 en el Ejecutivo español.

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HOLSA

El ayuntamiento siempre hizo bandera de la idea de que el proyecto olímpico era una palanca de excepción para emprender la radical transformación urbana, infraestructural y tecnológica que necesitaba Barcelona para convertirse en una capital europea competitiva y lista para encarar los retos del cambio de siglo. El ayuntamiento llevó siempre las riendas del proyecto, pese a que no faltaron actores que pretendieron disputárselas. Pero las magnitudes económicas del plan excedían con mucho la capacidad de las arcas municipales.

El ayuntamiento fue elevando sus reclamaciones económicas ante las demás instituciones públicas, lo que fue fuente de numerosas tensiones y episodios críticos. Finalmente, en mayo de 1989, meses después del fiasco de la inauguración del estadio olímpico, el Gobierno central y el ayuntamiento constituyeron a partes iguales Holsa, un grupo de empresas que debía garantizar la financiación y control de las obras olímpicas. 

La Generalitat se negó a integrarse, pues eso hubiera supuesto elevar su aportación al proyecto. El Gobierno se quedó con el 51% de las participaciones de Holsa y, por lo tanto, con la última palabra en el consejo de administración, y el ayuntamiento, con el 49% restante. Bajo la presidencia del economista Santiago Roldán, el presupuesto de gastos de Holsa ascendió a unos 130.000 millones de pesetas (1.460 millones de euros de hoy), 15.000 millones de pesetas (168 millones de euros de hoy) más que el de ingresos. El ayuntamiento y el Gobierno central saldaron por completo la deuda contraída por Holsa en el 2007, 15 años después de los Juegos. 

Casi un billón de pesetas de 1992, es decir, cerca de 11.300 millones de euros de hoy. En esa cantidad se cifró el impacto económico directo de los JJOO de Barcelona. Esa magnitud era la suma de la inversión pública, la privada inmobiliaria, la privada tecnológica, el consumo público y el turístico. Los sectores más beneficiados fueron la construcción y las tecnologías. Según los cálculos de la época del ayuntamiento y del Ministerio de Economía, el impacto económico indirecto del período 1987-1992 ascendió a 1,8 billones de pesetas más (20.200 millones de euros de hoy). Durante el mismo periodo, se generaron 80.000 empleos.

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INFRAESTRUCTUAS URBANAS

INFRAESTRUCTUAS URBANAS

Los JJOO de 1992 dejaron en Barcelona, como se pretendía, una herencia principal: dotaron la ciudad de nuevas infraestructuras urbanas (viarias como las rondas de Barcelona y el túnel de Vallvidrera, de transportes como la ampliación del aeropuerto, de telecomunicaciones como las torres de Collserola y Montjuïc, deportivas como el estadio y el Palau Sant Jordi…), crearon nuevas áreas de centralidad (Poblenou, Montjuïc, Vall d’Hebron, Diagonal, las cuatro áreas olímpicas) y abrieron la ciudad al mar al que vivía de espaldas.

Algunas de estas herencias satisfacían viejas aspiraciones de la ciudad, otras estaban encaradas a problemas o necesidades presentes o de futuro. Otras más, no llegaron a realizarse nunca, como la prolongación del metro hasta el Anillo Olímpico de Montjuïc.

INSTALACIONES DEPORTIVAS

La cita de 1992 no solo fue el pretexto para transformar la capital catalana, también reportó la creación o actualización de una amplia red de instalaciones deportivas, principalmente en Barcelona, pero también en las localidades subsedes de los JJOO.

La Anella Olímpica de Montjuïc, con el Palau Sant Jordi, el estadio, la sede del INEFC, la reconstrucción de la vieja piscina municipal y la reforma de las Bernat Picornell, fue el principal polo deportivo de la cita.

En Poblenou se construyó el puerto olímpico y el pabellón de la Mar Bella. En Vall d’Hebron, al velódromo inaugurado en 1984 se le sumaron el complejo de pistas de tenis, un polideportivo y un campo de tiro con arco, y en la Rambla fue reformado el viejo frontón Colón.

Fuera de la ciudad, Badalona y Granollers heredaron de los JJOO sendos palacios de deportes. La cita dejó también un canal de remo en Castelldefels y otro de aguas bravas en La Seu d’Urgell, un estadio de béisbol en L’Hospitalet y otro de hockey en Terrassa.

Terminados los JJOO, el Palau Sant Jordi se reveló como la más versátil y rentable de las instalaciones olímpicas de 1992. Tanto es así, que los ingresos derivados de su explotación comercial compensan en buena parte los costes de otras instalaciones menos rentables, como el estadio, o directamente ruinosas, como el velódromo de Horta. El Palau Sant Jordi ha sido pista de tenis y de hielo, palacio de congresos, escenario musical, cancha de fútbol americano, pista de motocross o sede del Mundial de natación, entre otras muchas cosas.

INVERSIONES

En 1985, la candidatura olímpica de Barcelona estimó que las inversiones necesarias para la celebración de los JJOO de 1992 ascenderían a 237.000 millones de pesetas (2.670 millones de euros de hoy). Al final, la suma de las inversiones públicas y privadas ligadas directa o indirectamente a los Juegos casi triplicaron aquella cifra: 956.000 millones de pesetas (unos 10.700 millones de euros de hoy). Dos tercios los aportó el sector público y uno, el privado.

Dentro del sector público, el principal inversor fue el Gobierno central, con 230.000 millones o 2.560 millones de euros de hoy (37,4% de toda la inversión pública). Telefónica, entonces todavía una empresa mixta controlada por el Estado, invirtió otros 100.000 millones de pesetas. La tabla de las inversiones públicas seguía con la Generalitat (112.000 millones de pesetas o 1.260 millones de euros de hoy: el 18,3%), el Ayuntamiento de Barcelona (100.000 millones de pesetas o 1.128 millones de euros de hoy: el 16,3%), el COOB (5,3%), la Diputación de Barcelona (1,8%), la Comunidad Europea (1,3%) y otros entes públicos. Las obras en redes viarias concentraron una tercera parte de la inversión total. La gran operación del área del Poblenou atrajo una cuarta parte. Y un 7% se distribuyó entre las distintas subsedes olímpicas.

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LOGOTIPO

El logotipo de los JJOO de Barcelona, obra del diseñador Josep Maria Trias, fue concebido como una alusión al cuerpo humano en movimiento. La idea de Trias se impuso a las de otros cuatro artistas. Los pictogramas de los distintos deportes olímpicos de Barcelona 92, también obra de Trias, eran un desarrollo de su logotipo y marcaron un punto de ruptura con la tradición de los pictogramas olímpicos, inspirados hasta entonces en los de los Juegos de Múnich, celebrados 20 años antes.

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MARAGALL, PASQUAL

El alcalde olímpico de Barcelona, sin duda alguna el mejor alcalde que ha tenido la ciudad al menos en un siglo, no fue en realidad el primer impulsor del proyecto Barcelona 92. La idea surgió de una conversación celebrada en 1979 entre Juan Antonio Samarach, un viejo político franquista que aspiraba a la presidencia del COI, y el socialista Narcís Serra, recién elegido alcalde. Y se consolidó e hizo pública un año después, al alcanzar Samaranch el trono del COI. Pasqual Maragall (Barcelona, 1941) era entonces teniente de alcalde de Serra. Estaba concentrado en la poco glamurosa tarea de reorganizar la maquinaria municipal heredada del franquismo y en un primer momento no prestó mayor atención a la idea olímpica con la que se presentó un día Serra ante su equipo.

 

Pero en los meses siguientes el proyecto fue tomando cuerpo en el gobierno de la ciudad. Para cuando Serra fue nombrado ministro de Defensa en el primer Gobierno de Felipe González, en 1982, y Maragall se hizo cargo de la alcaldía, este ya tenía claro que el proyecto olímpico iba a ser la columna vertebral de su mandato. Barcelona era una ciudad acostumbrada a crecer a empujones (la Exposición Universal de 1888, la Internacional de 1929 y el especulativo desarrollismo franquista de los años 60) y ahora el proyecto de 1992 se presentaba como la ocasión excepcional para acometer una transformación urbana radical que hiciera de la ciudad gris, aletargada, encorsetada de los años 80 una capital europea brillante, un faro urbano de la Europa del sur. Sin el catalizador olímpico, difícilmente la ciudad hubiera conseguido tal volumen de inversiones ni semejante una catapulta internacional.

Licenciado en Derecho y doctor en Económicas, hijo de la ilustre e ilustrada familia del abuelo poeta, Maragall puso todo su empeño y su obstinación, que no eran pocos, en el liderazgo de aquel esbozo de proyecto que había recibido de Serra. En 1986 consiguió la designación del COI y en 1992 inauguró y clausuró unos JJOO impecables, precisión germánica más pasión mediterránea. Pero el gran objetivo estratégico no era ese, o no era solo ese. El propósito principal era hacer una ciudad nueva, abrirla al mar, crear nuevas áreas de centralidad, recoser los barrios, construir equipamientos, proyectarla al mundo y al cambio de siglo. Ese fue el legado del alcalde olímpico, un legado que 25 años después requiere algunas revisiones, como en el caso del turismo intensivo, pero que sacó radicalmente a Barcelona del letargo y el atraso que la ahogaban en los años 80.

Una década después, Maragall fue presidente de Gobierno de la Generalitat (2003-2006). Elegido con los votos de una coalición marcada por una gran inestabilidad (PSC-ERC-ICV) y con frecuencia carente de sintonía con su propio partido, Maragall nunca llegó a brillar en la presidencia de Catalunya como en la alcaldía de Barcelona.

MEDALLAS

El Equipo Unificado, que reunía bajo la bandera olímpica a los atletas de las 12 repúblicas de la desaparecida Unión Soviética, se alzó con el primer puesto en el medallero de los Juegos de Barcelona: 112 medallas (45 de oro, 38 de plata y 29 de bronce). El segundo lugar fue para Estados Unidos (108 en total: 37, 34 y 37). El tercer puesto del podio fue para la Alemania reunificada (82 medallas), seguida de China. En Barcelona 92 se batieron 73 récords olímpicos y 32 mundiales. El equipo olímpico español rompió todas sus marcas pasadas y futuras hasta la fecha. Impulsados por el programa ADO de financiación del deporte de élite, los atletas españoles sumaron 22 medallas (13 de oro, 7 de plata y 2 de bronce), lo nunca visto ni antes ni después en la historia olímpica española.

MONTJUÏC, área olímpica de

La montaña de Montjuïc fue empezada a urbanizar con motivo de la Exposición Internacional de 1929. De entonces data la fachada original del estadio olímpico y la vieja piscina municipal, reconstruida por completo para los JJOO. La cita de 1992 fue la ocasión para culminar la urbanización de ese monte que se eleva 173 metros sobre el mar. El Anillo Olímpico de Monjuïc, con el estadio y la vieja piscina reconstruidos, el espectacular Palau Sant Jordi, la sede del INEFC, la modernización de las piscinas Picornell y la habilitación de parque del Migdia, de 42 hectáreas de extensión, fue el primer principal escenario de los Juegos. La inversiones olímpicas en Montjuïc rozaron los 37.000 millones de pesetas (416 millones de euros de hoy).

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PALAU SANT JORDI

Con un coste de 8.300 millones de pesetas (93 millones de euros de hoy), casi el triple de la cantidad consignada en el primer presupuesto, el Palau Sant Jordi fue la instalación deportiva más sofisticada, espectacular y admirada de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Diseñado por el arquitecto japonés Arata Isozaki, tiene capacidad para 17.000 espectadores.

Su enorme cúpula (de 15.200 metros cuadrados de superficie y casi 1.000 toneladas de peso), suavemente curvada, es el elemento definitorio de la obra, en la que se aplicaron las tecnologías constructivas más avanzadas del momento. Durante los JJOO fue la sede de gimnasia y balonmano. Hoy se utiliza para conciertos y otros espectáculos y eventos deportivos.

PARALÍMPICOS

Los Juegos Paralímpicos se celebran desde 1960 coincidiendo con los JJOO y generalmente, aunque no siempre, en la misma ciudad. La notable audiencia televisiva que tuvieron los Paralímpicos de Seúl 88 dispararon las expectativas de la cita Barcelona 92. Entre el 3 y el 14 de septiembre, tres semanas después de la clausura de los JJOO, 4.000 deportistas ciegos, parapléjicos, tetrapléjicos o afectados por amputaciones, parálisis cerebral o polio compitieron en 16 especialidades: atletismo, baloncesto, boccia, ciclismo, esgrima, fútbol-7, goalball, halterofilia, natación, snooker, tenis, tenis de mesa, tiro con arco, tiro olímpico, voleibol y yudo.

Los atletas paralímpicos de Barcelona procedían de 96 países, 34 más que los que se habían dado cita cuatro años antes en Seúl. Petra, una joven de largas piernas y sin brazos diseñada por Javier Mariscal, fue la mascota de los Paralímpicos de 1992.

PARTICIPACIÓN

Los JJOO de Barcelona, que congregaron a casi 9.400 deportistas (6.652 hombres y 2.704 mujeres) de 169 países, fueron un espejo de los notables cambios políticos internacionales que tuvieron lugar en el acelerado final del siglo XX. Después de citas olímpicas ensangrentadas (Múnich 72) o boicoteadas con mayor o menor intensidad (Montreal 76, Moscú 80, Los Ángeles 84 y Seúl 88), Barcelona aspiraba a albergar los JJOO de la reconciliación mundial.

La caída del muro de Berlín y la reunificación de Alemania; el colapso y desmembración de la Unión Soviética (los atletas de las 12 repúblicas que integraban la URSS participaron en Barcelona 92 formando el denominado Equipo Unificado, bajo la bandera olímpica); el fin de la guerra fría; la abolición del apartheid en Suráfrica; las independencias de Lituania, Estonia, Letonia y Namibia, y la reunificación de Yemen tuvieron sus correspondientes reflejos en la cita de Barcelona, que ambicionaba reunir por primera vez en la historia a todos los equipos olímpicos reconocidos entonces por el COI. Pero la guerra de los Balcanes se interpuso entre ese anhelo y la realidad. El equipo de Serbia quedó excluido a causa del bloqueo impuesto por la ONU en respuesta a las agresiones serbias a Croacia, Eslovenia y Bosnia-Herzegovina, repúblicas desgajadas de la antigua Yugoslavia. Una cincuentena de deportistas serbios acudieron a Barcelona como Participantes Olímpicos Independientes, bajo la bandera de los cinco aros.

POBLENOU, área olímpica de

La demolición de las viejas fábricas del Poblenou, el soterramiento de la vía férrea del litoral, la apertura de la ciudad al mar y la construcción del barrio de la Villa Olímpica supusieron la transformación urbana más radical y espectacular de cuantas tuvieron lugar en Barcelona con ocasión o bajo el pretexto de los JJOO. Las 2.000 viviendas de la Villa Olímpica, el puerto olímpico y los dos rascacielos de 152 metros de altura fueron construidos sobre 145 hectáreas que hasta entonces ocupaban la vía del tren y el área industrial (45 fábricas) ahora reconvertida. El conjunto de inversiones públicas y privadas en Poblenou rozó los 200.000 millones de pesetas (2.256 millones de euros de hoy). La operación fue el preludio de la posterior urbanización del resto del litoral hasta el río Besòs, con el barrio de Diagonal Mar y los equipamientos e infraestructuras vinculados al controvertido Fòrum Universal de les Cultures, celebrado en el 2004.

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RONDAS

Pocos meses antes de la inauguración de los JJOO entró en servicio el anillo viario que rodea Barcelona, la principal infraestructura de movilidad que la cita olímpica dejó en la ciudad. Las rondas ya figuraban en los proyectos municipales en los años 60 del siglo pasado. De hecho, las obras comenzaron en la década siguiente, pero pronto quedaron paradas a causa de la crisis del petróleo y de la oposición vecinal en los barrios. La llegada de la democracia a los ayuntamientos, en 1979, desembocó en una revisión del proyecto inicial y la cita de 1992 brindó, como en muchos otros casos, la palanca para movilizar las inversiones necesarias: más de 130.000 millones de pesetas (1.460 millones de euros de hoy), incluido el coste de las expropiaciones de suelo. El anillo viario formado por la Ronda de Dalt y la del Litoral abraza la ciudad a lo largo de 49,5 kilómetros. En el momento de su estreno, redujo en un 15% el tráfico en el centro de la ciudad, especialmente en el Eixample, y aumentó de casi 600.000 a cerca de 900.000 vehículos diarios la capacidad de entradas y salidas de la ciudad.

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SAMARANCH, JUAN ANTONIO

Sin Samaranch (Barcelona, 1920-2010) en la presidencia del COI, la ciudad muy difícilmente habría ganado el pulso con París por la organización de los JJOO de 1992. Bajo una aparente neutralidad pública, movió los hilos a favor de su ciudad e hizo saber a muchos miembros del club de los cinco aros que consideraría una derrota de Barcelona como una censura personal a su renovadora gestión al frente del COI.

Falangista de primera hora, Samaranch ostentó numerosos cargos políticos durante la dictadura franquista. Y como empresario del régimen hizo negocios tan ventajosos como poco escrupulosos, como la construcción del barrio barcelonés de Ciutat Meridiana. Muerto el dictador, Samaranch cesó en 1977 como presidente de la Diputación, pilló al vuelo la embajada de España en la Unión Soviética y puso tierra de por medio. En Moscú, al abrigo de los vaivenes de la transición española, empezó a armar el plan que años después le permitiría regresar blanqueado, admirado incluso, a la ciudad que le había despedido al grito de "Samaranch, fot el camp!".

El plan era conseguir la presidencia del COI y organizar unos JJOO en Barcelona, y para ello necesitaba una alianza con la izquierda que desde 1979 gobernaba la ciudad. El pacto se fraguó rápido pese a la distancia política y generacional: los alcaldes Narcís Serra y Pasqual Maragall vieron en la propuesta de Samaranch una oportunidad de oro para transformar radicalmente la ciudad. La alianza estaba sellada. Y el 17 de octubre de 1986, en Lausana, el COI coronaba a Barcelona con los cinco aros.

El camino hasta 1992 no estuvo alfombrado de pétalos de rosa. Los intereses de Samaranch y los de la ciudad chocaron a menudo. El COI hubiera preferido una Barcelona al servicio de los Juegos. Pero el alcalde Maragall y su equipo no se movieron de su divisa principal: los JJOO iban a estar al servicio de la ciudad. El primer aviso le llegó al presidente del COI cuando el ayuntamiento vetó la idea de hacer la villa olímpica en El Prat, sobre unos terrenos en los que 20 años atrás había invertido Samaranch. Las relaciones sufrieron altibajos y crisis cíclicas hasta casi un año antes de los Juegos. Pero en 1992, ambas partes quedaron satisfechas. Un blanqueado Samaranch proclamó que su ciudad había organizado los mejores JJOO de la historia.

SERRA, NARCÍS

En 1982, cuando Narcís Serra (Barcelona, 1943) es llamado por Felipe González para ocuparse del Ministerio de Defensa en el primer Gobierno del PSOE, la principal herencia que deja a su sucesor en la alcaldía de Barcelona, su amigo Pasqual Maragall, es el proyecto olímpico. El plan, entonces poco más que una idea desnuda, era dotarse de un revulsivo social, una palanca capaz de sacar a la ciudad del desánimo impreso por la crisis económica y del desencanto de la transición política, capaz de contagiar entusiasmo colectivo, de reunir apoyos políticos y de movilizar inversiones gigantescas.

Serra, que había escuchado la propuesta de boca de Samaranch en 1979, no vaciló el año siguiente cuando este fue nombrado presidente del COI, y ofreció Barcelona como candidata olímpica. Luego, con Maragall al mando de la ciudad, Serra ejerció hasta la celebración de los Juegos como agente doble: agente barcelonés ante el Gobierno, en el que él mismo llegó a ser vicepresidente, y agente gubernamental con ascendencia entre los máximos responsables de Barcelona 92. Fue, sin duda, el principal aliado de la organización barcelonesa en el seno del Gobierno central

La principal operación urbanística derivada de los JJOO (desmantelamiento industrial del Poblenou, construcción de la Villa Olímpica, soterramiento de la línea ferroviaria del litoral, apertura de la ciudad al mar) guarda un cierto parentesco con el Plan de la Ribera de los años 70, hundido por la oposición vecinal a los intereses especulativos que asomaban tras el proyecto de recalificar y edificar el litoral desde la Barceloneta hasta el Besòs. Un economista y un abogado muy jóvenes, Serra y su amigo Miquel Roca, eran los gerentes de aquel plan promovido por los grandes propietarios de suelo de la zona. Derrotado por los vecinos, el plan privado naufragó. Más adelante, un proyecto alternativo firmado por la Escuela de Arquitectura de Barcelona, ganó un concurso convocado por el Colegio de Arquitectos. Dos décadas después, el sector público lideró la transformación del frente marítimo de la ciudad tomando como referencia este último proyecto. Serra, expresidente de Catalunya Caixa, está imputado actualmente por administración desleal, como todos los miembros de su consejo de administración. El fiscal considera delictivos los aumentos de retribuciones de dos directivos, aprobados cuando la entidad ya se encontraba en situación crítica.

SUBSEDES

Algunas competiciones de los JJOO de Barcelona se celebraron en una quincena de subsedes. Los Juegos dejaron en Badalona (baloncesto y boxeo) un nuevo pabellón deportivo y el barrio de Montigalà; en Banyoles (remo), el parque de la Draga, la villa olímpica y el desdoblamiento de la C-150; en Castelldefels (piragüismo), el canal de remo; en Granollers (balonmano), un pabellón deportivo y la mejora de los accesos; en La Seu d’Urgell (aguas bravas), el parque del Segre con sus canales de piragüismo, la rehabilitación de la fachada fluvial y la mejora de los accesos; en L’Hospitalet (béisbol), el estadio y el complejo deportivo de la Feixa Llarga; en Reus (hockey patines), dos pistas y un pabellón polideportivo; en Terrassa (hockey), el parque deportivo Abat Marcet, y en Vic (hockey patines), la reforma del pabellón de Patí Vic, la avenida Olimpia y la supresión del paso a nivel. Viladecans (béisbol), Sant Sadurní d’Anoia (hockey patines y ciclismo), Sabadell (fútbol) y Mollet (tiro olímpico) también fueron subsedes de Barcelona, del mismo modo que Valencia y Zaragoza (fútbol).

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TELEVISIÓN

La televisión ha convertido aquel viejo ideal aristocrático de Pierre de Coubertin, el fundador del olimpismo moderno, en uno de los mayores negocios del espectáculo. Los Juegos Olímpicos de Barcelona fueron retransmitidos a una audiencia potencial de 3.500 millones de personas y la venta de los derechos televisivos del acontecimiento reportó un total de 65.000 millones de pesetas (732 millones de euros de hoy). Un tercio de esta cifra se lo llevó el Comité Olímpico Internacional, el dueño del circo y de la marca de los cinco aros; un 20% se destinó a financiar la emisión televisiva, y el resto fue a las arcas del Comité Organizador Olímpico Barcelona 92. Después de los Juegos de la capital catalana, el COI aumentó al 50% su comisión televisiva.

TÚNELES DE VALLVIDRERA

Los túneles de Vallvidrera inaugurados en 1991, que conectan la capital con el Vallès Occidental y, más allá, con la Catalunya interior, también se cuentan en el legado del proyecto olímpico. Conectados con las rondas y la A-7, los cinco túneles sucesivos recorren 12 kilómetros y costaron 28.000 millones de pesetas (315 millones de euros de hoy). La perforación de Collserola en busca de una salida de alta capacidad hacia el Vallès era un proyecto antiguo, paralizado en los años 70 del siglo pasado por la crisis del petróleo y la oposición popular.

TURISMO

Aunque hoy pueda parecer ciencia ficción, hubo un tiempo no tan lejano en que el turismo masivo era algo completamente desconocido en Barcelona. Ferias, exposiciones y, como mucho, una escapada de un día en autocar desde Lloret, Calella o Salou. Eso era todo. Desde el primer momento, uno de los objetivos del proyecto olímpico fue poner Barcelona en el mapamundi. Darle proyección exterior y dinamizar el deprimido sector turístico de la ciudad. En los años 80, ni siquiera los hoteleros locales confiaban en ello: recelaban  del plan municipal de promover ocho nuevos hoteles.

Hoy está claro que el éxito de la empresa superó ampliamente las expectativas más optimistas. Tras los JJOO, el turismo cayó en masa sobre la ciudad, el número de plazas hoteleras, de bares y restaurantes creció exponencialmente; el sector se convirtió en pilar de la economía local. También se multiplicaron los pisos turísticos, más rentables para los propietarios. La consecuencia no se hizo esperar: el precio del alquiler en las áreas céntricas se disparó. Esta circunstancia, junto con la invasión permanente de determinadas áreas o vías turísticas y la orientación monocomercial de las mismas, ha trasladado el turismo de la lista de los deseos a la lista de las preocupaciones de numerosos barceloneses.

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VALL D'HEBRON, área olímpica de

Antes de la intervención olímpica, la zona de Vall d’Hebron era un inmenso agujero sin urbanizar en la falda de la sierra de Collserola. Después de los Juegos, y tras una inversión de casi 20.000 millones de pesetas (225 millones de euros de hoy), quedó un área urbanizada, comunicada (es atravesada por la ronda de Dalt), con los edificios que fueron utilizados como villa de prensa y una dotación considerable de equipamientos deportivos (tenis, tiro con arco, voleibol…) y culturales (la monumental caja de cerillas del escultor Claes Oldemburg y la réplica del pabellón de la  República en la Exposición de París de 1937).

VILLAS OLÍMPICAS

Barcelona 92 dispuso de varias villas olímpicas. La mayor y más espectacular, la de Poblenou, alojó a 14.000 atletas en casi 2.000 pisos de nueva construcción frente al mar. Y al término de los JJOO se convirtió en un nuevo barrio barcelonés, Nova Icària, nombre que rinde tributo a las raíces industriales y obreras del Poblenou. La villa donde fueron alojados los árbitros de las competiciones de los JJOO se construyó junto a la de los deportistas en Poblenou: 550 viviendas para 1.600 jueces olímpicos. Los periodistas dispusieron de dos villas, una en Vall d’Hebron (510 pisos) y otra en Montigalà, en Badalona (900 más).

Banyoles, subsede de remo, levantó otra villa de 238 pisos donde se alojaron unos mil deportistas. Y la Universitat Autònoma de Barcelona aprovechó para construir en su campus de Bellaterra 584 viviendas para profesores estudiantes y empleados que durante los Juegos sirvieron para alojar a agentes de las fuerzas de seguridad.

VOLUNTARIOS

Una de las señas distintivas de los JJOO de 1992 la constituyeron los voluntarios olímpicos. La imagen entusiasta, generosa, solidaria y comprometida de decenas de miles de voluntarios fue uno de los principales iconos del proyecto olímpico. Seis años antes de la cita de 1992, más de 100.000 personas se habían inscrito ofreciéndose a trabajar gratuitamente para la organización de los Juegos. Finalmente, el COOB movilizó a algo más de 30.000: conductores, guías, asistentes, también técnicos especializados y directivos… Los voluntarios fueron la representación viva del orgullo barcelonés.