Las 12 horas que
acabaron con Allende

Las 12 horas que
acabaron con Allende

Un reportaje de Abel Gilbert

Salvador Allende Gossens se acostó el lunes 10 de septiembre de 1973 con las peores intuiciones de un desenlace trágico. Le habían informado de que ninguno de los comandantes jefes de las Fuerzas Armadas de Chile contestaba las llamadas telefónicas. Un silencio más que estruendoso acompañó su vigilia y sus sueños entrecortados. 12 horas más tarde, se suicidaba en el Salón Independencia del Palacio de la Moneda para no tener que rendirse. El primer presidente marxista elegido democráticamente en el mundo era derrocado por la fuerza de las armas.

Esta es la cronología de las 12 horas que acabaron con la democracia en Chile.

LA SUBLEVACIÓN

En Valparaíso, a unos 115 kilómetros de Santiago de Chile, barcos de la Armada atracan en el puerto y tropas del Ejército ocupan calles y edificios gubernamentales de la ciudad en posiciones de combate.

EL PRIMER MENSAJE DE ALLENDE

Alertado de la situación, el presidente Salvador Allende llega al Palacio de la Moneda y emite su primer mensaje a la nación a través de la radio. Llama a los chilenos a mantener la calma e ir a trabajar con normalidad. En la primera confirmación oficial del golpe, Allende asegura que se mantendrá en su puesto y no se rendirá.

LA PRIMERA PROCLAMA GOLPISTA

Mientras bombardean y allanan las instalaciones de los medios que apoyaban al Gobierno, las Fuerzas Armadas y los Carabineros emiten su primer bando. Aseguran que están unidos en la misión de "luchar por la liberación de la patria del yugo marxista" y exigen la renuncia de Allende antes de las 11 horas o La Moneda será atacada "por tierra y aire". Tras su lectura, la Guardia de Palacio abandona La Moneda.

RESISTENCIA OBRERA

La Central Unitaria de Trabajadores pide la ocupación de puestos de trabajo, fábricas e industrias para resistir a los militares y defender al Gobierno de Allende. No obstante, en las calles de Santiago apenas hay focos de resistencia aislados, en lugares como la fábrica textil Sumar y el barrio popular La Legua.

EL ÚLTIMO DISCURSO DE ALLENDE

Consciente de que La Moneda sería atacada, Allende llama al director de Radio Magallanes, la única emisora afín al Gobierno que sigue emitiendo, y le pide salir en antena inmediatamente. En las que serían sus últimas palabras al país, anuncia su disposición a morir como presidente de Chile. Lee aquí el discurso íntegro

ALLENDE RECHAZA HUIR

Allende se entrevista con sus tres ayudantes de campo, que le advierten de la inutilidad de resistir. Uno de ellos le ofrece un avión de la Fuerza Aérea para salir del país, pero el mandatario lo rechaza y propone dialogar con los golpistas bajo ciertas condiciones. Pinochet se niega a negociar y, aunque dice mantener la oferta de sacarlo de Chile, añade: "Pero el avión se cae, viejo, cuando vaya volando".

EL BOMBARDEO DE LA MONEDA

Los aviones Hawker Hunter del grupo 7 de la Fuerza Aérea chilena comienzan el bombardeo. Cuatro cohetes provocan el incendio del edificio oficial y el segundo piso queda parcialmente destruido. El primero destruye el portón norte y los techos del primer piso. El segundo cae en el pabellón que separa los patios de Los Cañones y Los Naranjos. El tercero rebota en una de las gárgolas de la fachada y estalla en el segundo piso del lado sur. Y el cuarto cae de lleno sobre la fachada y una bola de fuego salta a la calle. Otros dos aviones bombardean la residencia presidencial.

LOS ÚLTIMOS MINUTOS DE ALLENDE

Mientras La Moneda arde en llamas, el general golpista Javier Palacios avanza hacia el palacio en medio de los francotiradores que defienden al Gobierno. Allende, que lleva casco y porta un fusil, ordena la rendición y salida de quienes aún lo acompañan: "¡Bajen todos! ¡dejen las armas y bajen! Yo lo haré al último".

Tras despedirse de sus colaboradores, el presidente entra en el salón Independencia, en el segundo piso. Según la investigación judicial efectuada en 2012, Allende "se sienta en un sofá, coloca el fusil que portaba entre sus piernas y, apoyándolo en su mentón, lo acciona, falleciendo de forma instantánea". El vicealmirante Patricio Carvajal informa a Pinochet de lo sucedido en inglés "por si hay interferencias": They say that Allende committed suicide and is dead now" ("Ellos dicen que Allende se suicidó y ahora está muerto").

PINOCHET ASUME EL PODER

La Junta Militar se constituye asumiendo no solo el poder Ejecutivo, sino también el judicial, y ordenando la suspensión del Congreso. Todos sus miembros -Augusto Pinochet, comandante en Jefe del Ejército, Gustavo Leigh, de la Fuerza Aérea, el autoproclamado jefe de la Armada, José Toribio Merino, y el general director de Carabineros, César Mendoza- justifican su acción por "inspiración patriótica". El régimen encabezado por Pinochet duraría 17 años y dejaría al menos 40.000 víctimas, entre ellas más de 3.000 muertos.

Aquel martes 11, Salvador Allende llegó a la sede del Ejecutivo a las siete y media de la mañana, protegido por el Grupo de Amigos del Presidente (GAP), como se llamaba la escolta cuyos integrantes provenían del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Allende llevaba consigo una AK soviética. Se la había regalado Fidel Castro.

A esa hora, los militares seguían sin reportarse. Con esa evidencia, Allende se dirigió al país a través de las radios Corporación, Portales y Magallanes. Habló de "un levantamiento" de la Marina "en contra del Gobierno, del Gobierno legítimamente constituido". Eran las 7.55 y todavía se aferraba a una última e ilusoria esperanza: el Ejército, o al menos sus unidades principales y el comandante en jefe, Augusto Pinochet, los "soldados de la patria", estarían del lado de la legalidad.

El presidente chileno, Salvador Allende, conversa con el cubano Fidel Castro, durante una visita de este último a Chile en 1972. REUTERS

El presidente chileno, Salvador Allende, conversa con el cubano Fidel Castro, durante una visita de este último a Chile en 1972. REUTERS

"Sólo a balazos podrán impedir la voluntad que es hacer cumplir el programa del pueblo", dijo Allende a los golpistas

A partir de ese momento, tiene lugar un contrapunto en el espectro radiofónico. El vicealmirante José Toribio Merino lanza su primera proclama golpista. Se prepara el asedio contra el palacio de La Moneda. Allende llama a Radio Coorporación a las 8.15 para confirmar la insurrección naval. "He ordenado que las tropas del Ejército se dirijan a Valparaíso" para sofocar un golpe "fascista". Pide a los chilenos que "estén atentos" en sus sitios de trabajo a la espera de nuevas informaciones. Avisa de que permanecerá en el palacio. "Tengan la certeza de que haré respetar la voluntad del pueblo, que me entregara el mando de la nación hasta el 3 de noviembre de 1976".

Ese noviembre ya es una quimera. Quince minutos más tarde, el Ejército, la Marina, la Fuerza Aérea y Carabineros, la policía militarizada, muestran sus verdaderos rostros. Ya no hay más incógnitas sobre Pinochet. Los uniformados comunican que decidieron deponer a un Gobierno "inicialmente legítimo" por fomentar "artificialmente una lucha de clases estéril". Allende responde a las 8.45. El tono pausado de su voz no se modifica. En su tercer discurso matinal, cuando la ciudad todavía se espabila, comienza a dibujarse la curva dramática del adiós. "Que lo sepan, que lo oigan, que se les grabe profundamente: dejaré La Moneda cuando cumpla el mandato que el pueblo me diera... sólo acribillándome a balazos podrán impedir la voluntad que es hacer cumplir el programa del pueblo".

El general Augusto Pinochet posa junto al presidente Salvador Allende, el 23 de agosto de 1973 en Santiago, pocos días antes del golpe. AFP PHOTO

El general Augusto Pinochet posa junto al presidente Salvador Allende, el 23 de agosto de 1973 en Santiago, pocos días antes del golpe. AFP PHOTO

Las direcciones de los partidos de la Unidad Popular escucharon juntas esa alocución en el cordón industrial de Santiago. Estuvo ahí también Miguel Enríquez, el líder del MIR, el grupo armado que no formaba parte de la coalición. El encuentro puso en escena la impotencia de la izquierda. Presagiaba un Vietnam, en palabras del dirigente socialista Carlos Altamirano, y apenas pudieron resistir la embestida de los conjurados. Las tentativas en algunas poblaciones y universidades fueron testimoniales.

La historia registrará cinco intervenciones de Allende, hasta que la emisión se corta. Cada una, un capítulo de la tragedia que se manifiesta de manera creciente. Son las 9.03 y el "compañero presidente" ya "escucha" lo que se anuncia desde las alturas. "Pasan los aviones. Es posible que nos acribillen, pero que sepan que aquí estamos, por lo menos con nuestro ejemplo". Asume su holocausto, huele en la pólvora un cierre de época, pero cree que, más allá de su inmolación, la derrota no será definitiva. "Los llamo a ustedes para decirles que tengan fe. La historia no se detiene ni con la represión ni con el crimen. Esta es una etapa que será superada. Este es un momento duro y difícil; es posible que nos aplasten, pero el mañana será del pueblo".

Los aviones militares destruyen las torres de emisión de Radio Portales y Radio Corporación. Solo queda Radio Magallanes, del partido comunista, para seguir en contacto con la sociedad perpleja. Levanta el teléfono a las 9.20. Sabe que no habrá otro contacto. "Esta será, seguramente, la última oportunidad en que me pueda dirigir a ustedes". Dice no tener "amargura" sino "decepción": los golpistas sufrirán el castigo "moral". Acusa también "al imperialismo, el capital foráneo y la reacción" de llevar a Chile al abismo. En ese presente veloz solo le queda la reafirmación personal. "Pagaré con mi vida la lealtad del pueblo y les digo que tengo la certeza de que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos no podrá ser segada definitivamente". Agradece la confianza que le tuvieron. Se considera apenas el "intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra de que respetaría la Constitución y la ley y así lo hizo".

Está convencido, sin embargo, de que su voz seguirá acompañando a los que lo sobrevivan. Llama a "defenderse, pero no sacrificarse", no "dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse". Abriga la certeza de que "mucho más temprano que tarde de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor". La Marina es proclive a sacar a Allende del país en un avión, ofrecimiento que rechaza. "Rendición incondicional, nada de parlamentar", exige el converso Pinochet. El intercambio con el vicealmirante Patricio Carvajal no deja dudas. "Rendición incondicional y se le toma preso, ofreciéndole nada más que respetarle la vida, digamos". El dictador en ciernes acota: "Enseguida se le va a despachar para otra parte". El vicealmirante quiere órdenes precisas. "O sea que se mantiene el ofrecimiento de sacarlo del país". Pinochet ofrece su primera muestra de extrema crueldad. "Se mantiene el ofrecimiento de sacarlo del país…, pero el avión se cae, viejo, cuando vaya volando". Se ríen, pero no es broma.

Manifestantes portan una pancarta en la que se lee "¡Allende vive!" frente al memorial del que fuera presidente de Chile en Santiago, el pasado 4 de septiembre, cuando se conmemoró el 53 aniversario de su elección. REUTERS / Iván Alvarado

Manifestantes portan una pancarta en la que se lee "¡Allende vive!" frente al memorial del que fuera presidente de Chile en Santiago, el pasado 4 de septiembre, cuando se conmemoró el 53 aniversario de su elección. REUTERS / Iván Alvarado

"Se mantiene el ofrecimiento de sacarlo del país..., pero el avión se cae, viejo, cuando vaya volando", dijo Pinochet sobre Allende en su primera muestra de extrema crueldad

Son las 10 de la mañana cuando Allende reúne a sus ministros y colaboradores. Les agradece el compromiso y les pide que abandonen La Moneda. Que lo hicieran todas las mujeres y aquellos que no portan armas. Una hora más tarde, sus edecanes le transmiten una vez más la oferta de los militares. La rechaza enfáticamente. Conmina a su hija Beatriz, entonces embarazada, que también se vaya. La defensa del palacio presidencial era casi artesanal. Pistolas y rifles contra tanquetas y aviones. Allende dispara. Las bombas de los Hawker Hunter atraviesan los muros. El humo envuelve al edificio. Les lanzan gases lacrimógenos. Los uniformados comienzan a entrar a La Moneda. Muchos se rinden y salen en fila india. ¿Dónde está Allende?, quieren saber los verdugos. Allende se dispone a convertir sus palabras en acciones y se dispara. Es una tarde gris. El sol del mediodía apenas se asoma con una mueca. Un general se encuentra con el cuerpo. "Misión cumplida. Moneda tomada. Presidente muerto", informa.

Un reportaje de EL PERIÓDICO

Textos: Abel Gilbert y Jose Rico
Ilustraciones e infografías: Álex R. Fischer y David Jiménez
Coordinación: Rafa Julve