Por Adrià Rocha Cutiller

Por Adrià Rocha Cutiller

Durante los últimos años, Turquía se ha convertido en la vía de escape de disidentes y opositores de todo Oriente Próximo y Asia Central. Miles de personas se refugian allí huyendo de la represión de sus propios países

Extranjeros registrados en Turquía

Estambul ha sido la tierra de acogida de la mayoría de expatriados. Hoy, la ciudad del Bósforo tiene 17 millones de habitantes, lo que la convierte en la urbe más grande de Europa. De ellos, 1,7 millones son extranjeros

Nombre: Mikael 'Leo' Alizadeh
Nacionalidad: Iraní
Edad: 33 años
Profesión: Bailarina
Años en Estambul: Llegó a Turquía en 2014, hace 8 años.
Periplo: Escapó de Irán al tener miedo de ser encarcelada por ser una bailarina transexual.

Desde muy pequeña, Mikael —o Leo— ya se dio cuenta de que era distinta a sus hermanas. A ella —o a él—, le gustaban otras cosas, el deporte, el baile, correr, boxear...

Con los años, Mikael o Leo descubrió que algo dentro de ella le hacía sentirse un hombre, que las leyes represivas en Irán, que su familia le imponía, la encerraban, la obligaban a tener una vida que no le encajaba. Que todo lo que le habían hecho creer sobre quién era ella —y sobre cómo debía comportarse— no era la norma universal, sino una obligación de la república islámica.

"En Irán me sentía como una refugiada en mi propio país… no tenía ningún tipo de seguridad. Y lo juro, cuando entré en el avión con destino a Estambul, me sentí como un pájaro. Todo dentro de mí voló", recuerda Mikael desde Turquía, donde puede practicar el baile sin limites ni ilegalidades.

"Ya en el aeropuerto de Estambul, me sentí tan feliz… ¡Oh, me libré de este régimen!".

Nombre: Bilal
Nacionalidad: Uygur (China)
Edad: 19 años
Profesión: Cocinero
Años en Estambul: Llegó a Turquía en 2014, hace 8 años.
Periplo: Escapó de China con su padre por el temor de ser mandados a los campos de concentración por formar parte de la minoría uygur.

Bilal era muy pequeño cuando se fue, aún menor de edad, pero recuerda a la perfección ese sabor, esa gran diferencia.

Que en Estambul no es lo mismo. Que las especias de la cocina uygur son imposibles de encontrar en ningún otro lado. Que por los mercados turcos se pueden comprar varias parecidas, mezclarlas y hacer algo que casi se le parezca. Pero que la real, la verdadera, esa la extraña.

Aparte de ese sabor, Bilal tiene pocos recuerdos más de su vida anterior. Abandonó su casa de pequeño, con su padre, por el temor a ser encerrados en los campos de concentración chinos para la minoría uygur del país.

"Recuerdo que estábamos muy tristes al marcharnos porque abandonamos nuestra casa", dice Bilal, ahora cocinero en un restaurante de comida uygur en la metrópoli turca. 

Nombre: Ayman Nour
Nacionalidad: Egipcio
Edad: 58 años
Profesión: Empresario y político
Años en Estambul: llegó a Turquía en 2015, hace 7 años.
Periplo: Llegó a Turquía vía Beirut, escapando de una posible detención tras el golpe de Estado de Al Sisi en 2013.

Ayman, político y empresario egipcio, ha pasado por las cárceles de su país cinco veces. Todas durante el reinado de Hosni Mubarak. De todas salió y continuó trabajando.

"Nunca tuve miedo de estar detenido", dice. Pero todo cambió a partir de 2013, cuando el mariscal Abdelfatah Al Sisi lideró un golpe de Estado contra el Gobierno democrático de Mohammed Mursi. Ahí, por primera vez, Ayman tuvo miedo.

En la actualidad, es el propietario de la televisión 'El Sharq', la cadena opositora egipcia con más seguidores del país, pese a tener la sede en Estambul. Todo tiene un precio: el político y empresario no pisa su país desde 2013.

"Pese a las presiones, no podemos cerrar. Lo más importante no es nuestro canal, sino los 120 millones de egipcios que no conocen la realidad de lo que pasa en su propia casa", explica Ayman, que pone este elocuente ejemplo:

"El sistema es tan absolutista en Egipto que si 'El Sharq' cerrase y Al Sisi dijese que Egipto ha ganado el mundial, muchos se lo creerían. Si no hay una voz contraria, esta es la realidad".

Un lugar tranquilo

Todo se desencadenó con las primaveras árabes, a partir de 2010, y los regímenes que emergieron después. Muchos, por el temor de ser perseguidos, tuvieron que huir. Estambul se convirtió en la ciudad favorita.

"En los últimos años, Estambul se ha tornado en la capital no oficial del mundo árabe [y otras etnias] por varios motivos. Primero, porque Turquía ofrece a los árabes ambiente, cultura y religión familiares. Además, mientras el país es criticado en Occidente, para los árabes constituye la democracia musulmana más avanzada del mundo", explica el analista Ömer Özkizilcik.

Esto, para Mikael, supone un alivio. Es cierto, ella lo acepta, las libertades tienen un límite en Turquía, pero aun así, no hay comparación con su Irán natal.

"Al llegar a Estambul, ver la gente, las caras… Ahora está todo más restringido y prohibido, pero cuando llegué hace cuatro años fue un 'shock'. Había transexuales por las calles y mujeres sin velo. Fue increíble. Ahora, cuando salgo de casa no pienso en mirar atrás constantemente porque la policía me pare por ser como soy", dice Mikael.

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Como en casa

Estambul se convirtió en un hogar, un crisol internacional de gente de todo Oriente Próximo y Asia Central. Estos últimos juegan con ventaja: "Ahora queremos quedarnos aquí. Claro, si hubiese un cambio en China volveríamos, porque en el fondo somos de ahí", dice Bilal en un turco impoluto.

Los uygures de China —como los kazajos, uzbekos, turkmenos, tártaros, kirguizes y buriátios— son de etnias túrquicas, y hablan un idioma parecido al turco. Para ellos, la adaptación es mucho más fluida.

"Es como si estuviésemos casi en nuestro país. Aquí no tenemos problemas, nos recibieron con los brazos abiertos", recuerda Bilal, pero que claro, por supuesto, si todo cambiase, si China fuese otra, él y su padre no se lo pensarían ni un segundo.

Reconciliaciones problemáticas

Ante la crisis económica que vive Turquía, sin embargo, todo ha cambiado. Recep Tayyip Erdogan ha iniciado un acercamiento a otros gobiernos de Oriente Próximo con los que hace no tanto la animadversión parecía irremediable. Arabia Saudí es un ejemplo: ante la mejora de relaciones entre Ankara y Riad, la justicia turca abandonó el pasado abril el caso judicial contra los asesinos del periodista saudí muerto en Estambul Jamal Khashoggi.

El caso de Egipto es parecido. "Hace unos meses, unos oficiales turcos vinieron a visitarnos", recuerda Ayman. "Querían discutir el discurso de 'El Sharq'. Pidieron con mucha amabilidad si podíamos mantenernos dentro de los estándares de honor y respeto en nuestras emisiones. Yo acepté, claro. Desde entonces, algunas veces nos llaman para pedirnos que borremos algún contenido que ellos consideran que no está dentro de los estándares a los que nos adherimos. Respetamos nuestro acuerdo y borramos estos contenidos".

Durante el Mundial de Qatar, Erdogan y Al Sisi, antes enemigos, se encontraron por primera vez. Ayman teme que la mejora de relaciones pueda afectarles.

"Todo puede pasar, pero esperamos no tener problemas. En caso de que ocurran, Egipto debe saber que nos iríamos a otro país en el que no haya techo a nuestras libertades. Saben que eso no les ayudaría, y creo que la mejor solución es que todo siga como está. Estambul es nuestra casa", dice, en forma de deseo, el empresario egipcio.

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Recepción cada vez más fría

Hay más problemas. Con la crisis económica, la hostilidad contra refugiados en concreto y extranjeros en general se ha multiplicado en Turquía. La oposición turca, además, usa la cuestión como una arma arrojadiza contra el Gobierno de Erdogan.

"Este incremento de la hostilidad, sobre todo contra árabes y afganos, puede convertirse en el talón de Aquiles de Turquía en el futuro. Económicamente, Turquía tiene que estar abierta a los extranjeros. Es obligatorio. Pero mientras los refugiados en Turquía podrían ser un puente entre el país anatolio y el mundo árabe, el resentimiento crece", considera el analista Ömer Özkizilcik.

En barrios de Estambul con gran presencia de migrantes, muchos viven escondidos, intentando de todas las formas posibles que no se les note que no son locales. Muchos se quejan, incluso, de que sus hijos no pueden ir a un parque a jugar por el temor de que sean insultados, o más.

"Será la forma en la que los turcos traten a los sirios y otros refugiados —continúa el experto— lo que determinará si el puente de conexión con el mundo árabe será positivo o muy negativo".

Un reportaje de EL PERIÓDICO

Textos, fotos y videos:
Adrià Rocha Cutiller
Coordinación:
Rafa Julve y Jose Rico