Hito feminista
Islandia, 50 años después de una "huelga de mujeres" que sí cambió todo
El país nórdico lidera el índice mundial de la paridad, medio siglo después de la revuelta secundada por un 90 % de su población femenina

La presidenta de Islandia, Halla Tomasdottir, en un encuentro sobre mujeres en China. / ICHIRO BANNO / POOL / EFE

"Me acuerdo muy bien de ese día. Tenía once años y fui a la plaza de Reikiavik con mi madre. Las emociones estaban a flor de piel. No sabíamos qué pasaría. Pero ese día cambió todo", explicaba la cineasta islandesa Hrafnhildur Gunnarsdóttir, en el estreno en Alemania de su documental 'Un día sin mujeres'. Se refería a la "huelga de las mujeres" del 24 de octubre de 1975, un hito tanto para Islandia como para el feminismo en su globalidad. Mientras que en otros países cultural, social o políticamente comparables, las movilizaciones de esta índole han tenido a veces un efecto simbólico, en Islandia hubo un antes y un después que hicieron de este país gélido y volcánico un paradigma de la paridad.
Un 90 % de las mujeres islandesas secundaron la convocatoria a tomarse un "día libre". Desde amas de casa a estudiantes, pasando por campesinas, azafatas y chicas de la limpieza. La plaza de Reikiavik se quedó pequeña para las entre 20.000 y 30.000 mujeres, más algún hombre. Exhibían pancartas a veces irónicas, junto a otras reclamando el fin de la brecha de género. El objetivo era demostrar que Islandia, sin ellas, se paralizaba. Ese día, a los hijos les pondrían la cena sus padres, no se limpiarían los camarotes aunque lo ordenara el capitán, ninguna mujer lavaría la vajilla, ninguna telefonista atendería su centraliza, las camareras no servirían el café ni las empleadas del banco estarían tras su ventanilla.
Mientras a escala mundial, el Día Internacional de la Mujer es el 8 de marzo, en Islandia la fecha "en que todo cambió" es el 24 de octubre de hace 50 años. Cambió para esa niña que luego fue cineasta, como para Vigdís Finnbogadóttir, la muchacha feminista que quería ser capitana de barco y que en 1980 se convirtió en la primera mujer en todo el mundo que alcanzaba la presidencia de una democracia. También para activistas del ‘Redstocking Movement’ o ‘Movimiento de las Medias Rojas’, las jóvenes que no querían vestir ni maquillarse como sus abuelas o sus madres.
Cómo se preparó el terreno
Juntar en una plaza a 20.000 o 30.000 personas, en una capital que entonces apenas tenía 80.000 habitantes, ilustra la situación de un país que se había adelantado a otros en derechos de la mujer. Había implantado el sufragio universal en 1915, antes que en la mayoría de los países europeos -Alemania lo hizo en 1918, Francia en 1940 y Suiza esperó hasta 1971-. Siete años después, una mujer conquistaba el primer escaño parlamentario, Ingibjörg Bjarnason. En 1975, la representación femenina en el Parlamento islandés apenas alcanzaba el 5 %. Todo iba demasiado lento tanto para las activistas como para la mayoría de islandesas.
La huelga se fraguó en un congreso femenino celebrado en junio de 1975 en Reikiavik con participación de cinco organizaciones de mujeres del país. Y se materializó tras acceder las feministas más concienciadas a una concesión hacia mujeres más conservadoras o de clase alta: no se llamaría "huelga", término de connotaciones obreras, sino "día libre", mucho más inclusivo.
Arrancó así una movilización en los medios, círculos familiares o puestos de trabajo. Dos diarios nacionales dedicaban una vez por semana una página entera a cuestiones relacionadas con la paridad. Las activistas llevaban su mensaje a sindicatos, organizaciones vecinales y demás asociaciones. Se distribuyeron decenas de miles de octavillas con respuestas a la pregunta "¿Por qué un Día Libre para la Mujer?", mientras se sucedían mensajes parecidos en la radio. Empezaron a circular en paralelo los malos chistes sexistas. Pero nada detuvo a las mujeres de un país con una brecha salarial estimada entonces en el 25 %.
El 24 de octubre era un viernes. Sobre Reikiavik caía una lluvia tenue. Las únicas mujeres excluidas de tomarse el "día libre" fueron las del sector sanitario.
Paridad plasmada en leyes
En Islandia se recuerda el 24 de octubre como el catalizador del que partió el empuje a todo el feminismo. Pero todo ese ímpetu tal vez se hubiera diluido si no hubiera ido acompañado de leyes. La primera normativa con la equiparación de derechos como objetivo fue aprobada en 1976. Cuatro años más tarde, Finnbogadóttir ganaba las elecciones presidenciales islandesas. Ejerció la jefatura del Estado durante 16 años.
Islandia ocupa desde hace doce años el primer puesto en el Índice de la Paridad del Foro Económico Mundial (WEF), con una tasa del 95 %. Lo ha logrado apuntalada en leyes que garantizan una educación desde la escuela primera a la universidad regida por el principio de la igualdad, así como la regulación de un reparto equitativo de los permisos de maternidad y paternidad. El principio de la igualdad rige también sobre el deporte y demás actividades de la vida pública islandesa.
Se actúa también contra la explotación sexual. Desde 2007, está prohibido pagar por servicios sexuales. Quien los ofrece está considerado víctima de la prostitución, mientras que se penaliza a quien recurre a sus servicios. También están proscritos los clubes de striptease, ya que ningún patrono debe beneficiarse de la exhibición de su personal desnudo.
La equiparación salarial está regulada por ley. Desde 2021 está en vigor una última normativa según la cual queda formalmente prohibido que una mujer cobre menos que un hombre. De existir diferencias, el patrono debe demostrar que no es por razones de sexo.
Lo que empezó con un 'Día Libre' ha cristalizado en esa isla de 370.000 habitantes en la sociedad más paritaria del mundo occidental. En el ámbito político, la representación parlamentaria de la mujer se sitúa en el 48 %. El largo mandato presidencial de Finnbogadóttir no fue un capítulo excepcional. Actuamente hay otra mujer en la jefatura del Estado, Halla Tómasdóttir. Tres han sido las mujeres que han dirigido un Gobierno islandés: Jóhanna Siguroardóttir (2009.2013), Katrín Jakobsdóttir (2017-2024) y Kristún Frostadóttir.
Ni la determinación de las islandesas de hace medio siglo ni los avances posteriores han logrado, sin embargo, erradicar la gran lacra de la violencia de género, recordaron este viernes en el centro de Reikiavic miles de manifestantes. En el considerado "mejor país del mundo para la mujer", una de cada cuatro ciudadanas ha sido al menos en un momento de su vida víctima de violencia sexual, según la plataforma Kvennaár (Año de la Mujer), aglutinante de 60 organizaciones.
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