Primera mujer en el cargo
La ultraconservadora Sanae Takaichi es elegida primera ministra de Japón
La dirigente del Partido Liberal Democrático logra 237 de los 465 sufragios en juego gracias al apoyo del Partido de la Innovación de Japón

Lucía Feijoo Viera

Un pacto casi a deshoras ha impulsado este martes a una mujer por primera vez a la cúspide del Gobierno de Japón. La ultraconservadora Sanae Takaichi, del Partido Liberal Democrático (PLD), es desde esta mañana primera ministra tras superar la votación parlamentaria con el apoyo de otra formación de derechas. Se ha impuesto Sanae a la tradición pero necesitará de mucha maña y suerte para no quedar en la hemeroteca como una curiosa nota a pie de página.
Takaichi ha recibido esta mañana 237 de los 465 votos en la Cámara baja, las más poderosa, y un número similar en la alta. La jornada ha dejado el adiós de Shigeru Ishiba, dimitido tras perder su partido la mayoría en las dos cámaras parlamentarias. Takaichi es la quinta ocupante del sillón en cinco años en un país que, tras el paréntesis de Shinzo Abe, vuelve a consumir primeros ministros como cepillos de dientes. Y Takaichi lo asume con una debilidad inédita de su partido, hegemónico casi sin pausa desde la posguerra, pero ya sin el efecto de apisonadora parlamentaria.
Apenas unos días después de imponerse Takaichi en las primarias conservadoras, que operan como elecciones generales por la ineptitud secular progresista, su partido perdió a su viejo socio de coalición. Es la formación Komeito, de ideología budista. Las ha visto de muchos colores durante 26 años pero con Takaichi dijo basta: su militarismo, su fobia a los inmigrantes, su revisionismo histórico y su tibia respuesta a los innumerables escándalos de financiación justificaron el divorcio. Apretaba el calendario y Takaichi recurrió al Partido de la Innovación de Japón (JIP), más afín a su ideario.
En busca de estabilidad
"La estabilidad política es esencial ahora, sin ella no podemos aprobar medidas para reforzar la economía y la diplomacia", justificó anoche Takaichi junto al líder del JIP y gobernador de Osaka, Hirofumi Yoshimura, quien presentó una lista con 12 demandas. Es un parche de urgencia que no completa la mayoría. La estabilidad de la legislatura y la supervivencia política de Takaichi dependerá de las dotes de persuasión de un partido que raramente las ha necesitado. Este martes ha desvelado su gabinete, atiborrado de halcones cercanos a Taro Aso, un dinosaurio que ha hecho y deshecho en la formación durante décadas. Con solo dos mujeres al frente de ministerios --Satsuki Katayama en Finanzas y Kimi Onoda en Seguridad Económica-- no ha cumplido con la "proporción nórdica" de géneros que prometió.
Takaichi coge el timón en la tormenta. A los problemas estructurales como el envejecimiento demográfico y la economía renqueante se ha sumado la inflación y el auge de la extrema derecha, antes diluida en el PLD. Sanseito ha pasado de 1 a 15 escaños en la Cámara alta con un populismo de aires trumpistas. Su mensaje de "Japón lo primero" recoge la ansiedad que provocan los extranjeros en una sociedad tan homogénea y orgullosa de su mismidad. Apenas representan un 3% de la población, un porcentaje ridículo comparado con Europa o Estados Unidos, pero bastan para ser señalados como la causa de todos los males. Para frenar el trasvase de votos, opinan los expertos, ha sido elegida Takaichi. El país, advirtió recientemente, tiene que "replantearse las políticas que han permitido la entrada de gente con culturas completamente diferentes".
Visita próxima de Trump
A Takaichi le espera un frenesí diplomático. En unos días aterrizará Donald Trump y de esa visita con el presidente de su tradicional aliado dependerá la salud económica. El acrisolado militarismo de la dirigente japonesa, quien pretende aumentar el gasto de Defensa y afeitar la constitución pacifista, asegura la sintonía. Trump ha pedido a Tokyo que destine el 5% de su PIB al Ejército y lamentado durante años el coste de las decenas de miles de tropas estadounidenses destinadas en Japón. Otros asuntos son más peliagudos. Por ejemplo, la petición estadounidense de que deje de comprar crudo ruso. O el acuerdo firmado por su predecesor para invertir 550.000 millones de dólares en Estados Unidos a cambio de rebajar los aranceles. Su renegociación, avanzó Takaichi con sobrado optimismo, no está fuera de la mesa.
Después volará a Corea del Sur para atender la cumbre de la APEC con, entre otros, Xi Jinping. La hostilidad hacia China de Takaichi es tan notoria como antigua, siguiendo la línea de su padrino, Shinzo Abe. En Pekín y Seúl inquietan sus frecuentes visitas al templo sintoísta de Yasukuni, símbolo del imperialismo japonés, donde se honra la memoria de varios criminales de guerra de clase A. Y también, como Abe, ha limado su perfil con el cargo institucional. Este otoño, rompiendo la tradición, no asistió.
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