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Elecciones legislativas

El trumpista Babis, el azote checo contra Bruselas y Kiev

El exprimer ministro aspira a recuperar las riendas del Gobierno en Praga tras adoptar la línea prorrusa del húngaro Víktor Orbán

El dirigente político checo Andrej Babis junto a una gorra con el lema "República Checa fuerte"

El dirigente político checo Andrej Babis junto a una gorra con el lema "República Checa fuerte" / Europa Press/Contacto/Tomas Tkacik

Gemma Casadevall

Gemma Casadevall

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Europa tendrá previsiblemente a otro ‘trumpista’ en el poder: Andrej Babis, ganador de las elecciones legislativas de la República Checa y adorador tanto del presidente de EE.UU como del máximo aliado del Kremlin en la UE, el húngaro Víktor Orbán. Las urnas dieron a su movimiento Acción de Ciudadanos Descontentos (ANO, que significa ‘sí’ en checo) un 34,6 % de los votos, once por encima de los recibidos por la alianza centrista del primer ministro, Petr Fiala.

Con 71 años, millonario y jefe del conglomerado agroindustrial Agrofert, se dispone a recuperar el puesto de jefe de gobierno que perdió en 2021. Necesitará aliados para lograr la mayoría parlamentaria necesaria. Por lo pronto ha avanzado que buscará los apoyos de la ultraderecha xenófoba del SPD y el partido antisistema de Motoristé (o Motorizados).

No son buenas noticias para Bruselas. De consumarse su ascenso al poder, ganará peso el bloque del populismo derechista ‘díscolo’. Tampoco lo son para Ucrania. Babis ha basado su campaña en la promesa de cortar el apoyo a Kiev.

No es un ‘trumpista’ más en el contexto de líderes europeos que se mueven en el espectro ultra. Son mucha las confluencias entre su perfil y el del presidente de los EE.UU, no solo por cuestiones generacionales. Busca la cercanía con el elector y ha convertido en himno de campaña el 'Sarà perché ti amo' italiano.

El líder checo entró en política apuntalado en su fortuna y su reputación como empresario ‘triunfador’. Es uno de los hombres más ricos del país y está determinado a dirigir el país ‘como una empresa’. Nació en 1954 en Bratislava (la antigua Checoslovaquia, ahora capital eslovaca) en el seno de una familia acomodada. Con el fin de la dictadura comunista fundó el que ahora es el mayor conglomerado agroindustrial checo, Agrofert. Ha acumulado así su fortuna pero también problemas con la justicia y procesos abiertos por fraude, irregularidades en la gestión de fondos europeos de una filial y conflictos de influencias.

Fue ministro de Finanzas entre 2014 y 2017 y jefe del gobierno hasta 2022. Pero en los siguientes comicios el ANO cayó en la oposición por un margen mínimo. Ahora se ha tomado la revancha tras una campaña salpicada de denuncias de desinformación y la acción de multiplicadores en redes sociales, presuntamente dirigidos desde Moscú.

Su regreso al poder, de materializarse, guarda paralelismos con el retorno de Trump a la Casa Blanca. Pero su anclaje en la política es anterior al del presidente estadounidense. Arranca de 2011, cuando fundó su partido, ANO, como alternativa a la corrupción que achacaba a las formaciones establecidas. Lo propulsó hasta convertirlo en primera fuerza. A la derrota sufrida en los comicios siguientes respondió postulándose dos años después para la presidencia del país. Perdió de nuevo, esta vez frente al ex militar de la OTAN y actual jefe del Estado, Petr Pavel. A partir de ahí se concentró en recuperar las riendas del gobierno.

El ANO se había integrado inicialmente en la familia liberal europea. Pero dio un giro para radicalizar su discurso hacia el populismo derechista. Babis y Orbán se reconocieron mutuamente como el socio que buscaban para apuntalar sus aspiraciones. El primer ministro de Hungría estaba articulando un nuevo grupo dentro de la diversificada familia ultra europea. Con el eslovaco Robert Fico y el austriaco Herbert Kickl presentaron en 2024 la agrupación ‘Patriotas para Europa’, a la que se integraron la ultraderecha francesa de Marine Le Pen, la neerlandesa de Geert Wilders y, finalmente, la española de Vox y Santiago Abascal. Babis ha abrazado desde entonces la línea del prorruso Orbán, aunque sin presumir, como hace el líder húngaro, de una ‘amistad’ con Putin.

Babis no es un millonario elitista que marque distancias. Ha tenido algún susto en campaña, como la agresión que sufrió a principios de septiembre en un mitin de provincias, al ser atacado con una muleta por un anciano. Ello no le impidió retomar tras una breve interrupción su carrera hacia la jefatura del gobierno en Praga.

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