Guerra en Oriente Próximo
Miedo entre los iranís que huyen de su país: “Es triste ver lo que le está ocurriendo a un pueblo inocente”
Ante los ataques constantes de Israel, millones de iranís han abandonado forzosamente las grandes ciudades del país persa camino a las zonas rurales; algunos miles han optado por buscar refugio en los países vecinos

Iranís llegan a Turquía por el paso fronterizo de Razi-Kapiköy, / Yasin AKGUL / AFP


Adrià Rocha Cutiller
Adrià Rocha CutillerPeriodista
Mehrdad, un iraní de 50 y largos, barba arreglada, pelo ralo y camisa a medio abrir —pecho en pelo blanco al descubierto— respira feliz mientras espera en la puerta de Kapiköy, que separa Irán de Turquía.
En unos minutos, dice, llegarán su hija, el marido, y su nieto, y por fin podrán dejar atrás su país, Irán, para poder volver a su otro país, Bélgica, donde no tendrán que temer por ningún bombardeo perdido, ningún caza o dron israelí sobre los cielos, ninguna fuga radioactiva de alguna central nuclear atacada.
Mehrdad, a diferencia de los demás a su alrededor, es feliz: disfruta de haber salido de un país en guerra. “Yo, de hecho, crucé este viernes por la noche la frontera. Y llevo un día fuera. Me he podido relajar como nunca en los últimos días. El viaje desde Shiraz me ha costado 27 horas… lo que antes hubiese hecho en un vuelo de apenas una”, dice el hombre, y que lo primero que hizo al llegar al hotel fue conectarse a internet —su primera vez en casi una semana, ya que Irán ha cortado, hasta este sábado, toda conexión a la red desde dentro del país persa— y ver qué ha ocurrido desde el viernes de la semana pasada, cuando Israel lanzó su ataque sin precedentes contra Irán.
Ese día —y durante los siguientes— la República Islámica ha perdido a gran parte de su cúpula militar y, a pesar de haber sido capaz de responder y golpear Israel, se ha visto completamente superada en la guerra actual entre los dos países de ataques, bombardeos y represalias constantes.
“Creo que ha sido una política del gobierno. Han cerrado todo internet para que la gente no sepa realmente lo que está pasando, cómo de fuerte les están pegando. La República Islámica de Irán — Mehrdad lo dice así, distanciándose de ella— no dice la verdad a sus ciudadanos. En sus propias noticias, las únicas accesibles estos días, tan solo decían lo que les apetecía. Todo eran mentiras. Lo he podido ver después: que cuando Israel golpeaba Irán, el golpe era muy pequeñito”, explica el hombre que gesticula encogiéndose de cuerpo y dedos para mostrar el supuesto ínfimo tamaño de los bombardeos israelís, que han conseguido matar a más de 500 personas en el país persa, según estimaciones independientes.
“En cambio, cuando Irán golpea Israel, entonces lo mostraban como algo enorme —continúa el hombre, los brazos ensanchados mostrando grandeza—. Está claro que mienten. Censuran sus propias noticias”.
Miedos y retornos
La gran mayoría del lugar, no obstante, no son tan expresivos ni están tan felices como Mohrdad, y se niegan a hablar y menos a comentar de dónde vienen, hacia donde van y con quién se han encontrado por el camino. Casi todos, de hecho, mienten, y aseguran que no huyen de la guerra sino que van a vacaciones ya programadas antes de que los bombardeos empezasen, que van a ver familiares y amigos extraviados por el mundo.
Una familia con niños, incluso, asegura que van a ver un “partido de fútbol” indeterminado, entre dos supuestos equipos que sus hijos hace tiempo que quieren ver. “Todos aquí tienen miedo. Nadie quiere hablar”, explica una joven, que acaba de cruzar y pide que no se revele su identidad: “Lo que pasa es que hay mucha incertidumbre. Parece que no habrá una guerra más grande, una invasión, pero nunca lo sabemos, y todos los que estamos aquí queremos volver en un tiempo, cuando las cosas estén más tranquilas. El gobierno sigue lo que publica la prensa. Investiga todo. Todos temen ser interrogados y detenidos a la vuelta. Por esto todos mienten. Es normal”, dice la chica, en un alarde de sinceridad.
Según funcionarios turcos, así, cerca de 1.000 personas cada día están cruzando la frontera desde el inicio de la guerra y los ataques de Israel. La cifra, de hecho, es parecida aunque algo superior a los cruces de antes del conflicto, pero los perfiles son distintos.
Antes, la mayoría de iranís que cruzaban por el paso que conecta Tabriz, Irán, con Van, Turquía, eran habitantes de las dos ciudades fronterizas, conectadas por siglos de historia y, de hecho, visitas nocturnas: Van se ha convertido desde que Irán es República Islámica, desde 1979, en un centro de ocio para iranís, donde el alcohol y el sexo fuera del matrimonio —entre muchas otras cuestiones— están prohibidos.
Ahora, la mayoría de los que pasan la frontera no son habitantes de Tabriz ni iranís buscando soltar una cana al aire, sino que son residentes de la capital, Teherán, y de otras grandes ciudades como Isfahan y Shiraz huyendo de sus propias localidades, atacadas a diario. Antes, ellos, hubiesen volado a su destino. Con la guerra no es posible.
Una excusa perfecta
“Me fui de Teherán el primer día de los ataques. Cuando el gobierno pidió a la gente que se marchase. Entonces fui con mi familia, al pueblo. Pero al final me decidí por marcharme de verdad”, explica Majed, un joven iraní recién cruzado a Turquía.
El hombre, de unos treinta años, habla nervioso, sin querer perder demasiado tiempo, porque el taxi que le va a recoger a él y a sus amigos tiene que llegar en cualquier momento y, ahora mismo, para ser sinceros, cuanto más lejos mejor. “Mi hermano vive en Estambul, y me voy a vivir con él. Que mi hermano esté allí es la excusa perfecta, la verdad, aunque la razón principal por la que me voy es la guerra. Si no, me quedaría en mi ciudad. Pero tuve miedo: si me hubiese quedado… ¿y si me fuerzan a luchar en la guerra? Así que tomé la decisión de salir antes de que cierren la frontera”, continúa el joven, que no volverá a Irán hasta que todo haya terminado.
“Intento ser fuerte ante lo que está pasando, ante la guerra. Y, claro… el riesgo a que te maten —dice Mehrdad, ya reunido con su familia y de camino, por fin, a casa—. La muerte y la vida ocurren, son naturales, pero lo más triste de todo es la gente iraní. Llevamos, llevan los que viven en Irán, sufriendo durante años una crisis económica enorme, y ahora les cae encima una guerra. Yo he podido salir porque lo tengo fácil y vivo fuera, pero muchos no pueden. Es realmente triste ver todo lo que le está ocurriendo a un pueblo inocente”.
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