Fuera de órbita
Judíos iranís en el régimen de los ayatolás

El entonces presidente iraní Mohamed Jatamí asiste a una festividad de la comunidad judía en Teherán, en febrero de 2004. / ABEDIN TAHERKENAREH / EFE
El peor presagio se ha cumplido. La guerra entre Israel e Irán ha sido el escenario más temido por la comunidad judía de Irán desde que la revolución aupó al poder al gran ayatolá Ruholá Jomeini y nació la República Islámica en 1979. En la actualidad hay 9.000 judíos persas repartidos en varias ciudades de Irán, frente a los 90 millones de habitantes del país, la inmensa mayoría musulmanes chíis. Es una de las mayores comunidades judías de Oriente Próximo. Sus representantes han condenado los ataques israelís que han calificado de "salvaje agresión sionista".
La Constitución iraní reconoce al judaísmo como minoría religiosa, junto al zoroastrismo y el cristianismo. Los fieles de estas confesiones pueden practicar sus ritos y costumbres religiosas libremente, siempre y cuando sean leales al régimen, lo que implica, entre otras cosas, ser antisionista y contrarios al Estado de Israel.
Los judíos de Irán afirman ser antes que nada iranís y recuerdan que forman parte de la historia de la civilización persa, una de las más grandes e influyentes de la antigüedad. Su referencia histórica más antigua es el rey persa Cyrus el Grande, quien en el 539 A.C. liberó de la esclavitud a los judíos y les permitió regresar a Judea tras conquistar Babilonia. Historia que recoge la Biblia hebrea.
Con el tiempo han aprendido a convivir con la teocracia islámica. Mantienen un perfil bajo y los que disienten de los ayatolás se cuidan mucho de hacer declaraciones públicas en contra, algo que, en todo caso, es común al resto de la población. "Somos una comunidad religiosa, no política", dijo en una ocasión a este diario el responsable de una sinagoga de Teherán. "Somos judíos creyentes pero no sionistas", añadió.
Penurias económicas
Como el resto de población, padecen la crisis económica derivada de años de embargos internacionales por el programa nuclear. Una inflación galopante, una moneda en caída libre y el aumento del desempleo, son los síntomas del deterioro agudizado con la guerra. La mayoría de los miembros de la comunidad son de clase media y se dedican al comercio, principalmente a la joyería y el textil.
La libertad de culto les permite tener sinagogas -una veintena solo en Teherán-, escuelas propias, cementerios y un hospital, uno de los más importantes del país donde son atendidos tanto judíos como musulmanes. Políticamente, la comunidad tiene reservado uno de los 290 escaños del Parlamento. Hoy lo ocupa el diputado Homayoun Sameh, quien ha expresado su repulsa a los ataques israelís y ha apoyado el derecho de su país a defenderse.
La tolerancia religiosa contrasta con la discriminación que sufren en el ámbito laboral. Tienen vedado acceder a cualquier cargo público de relevancia, excepto al escaño. No pueden formar parte de la judicatura ni a mandos de las Fuerzas Armadas. Además tienen prohibido viajar a Israel.
Estas restricciones les han privado de los beneficios que disfrutaron durante el reinado del sah Mohamed Reza Palhevi (1941-1979), el monarca que reconoció al Estado de Israel en 1950. Tres años más tarde, el sah apoyó el golpe de Estado urdido por EEUU y el Reino Unido que desbancó al entonces primer ministro elegido democráticamente, Mohamed Mosaddeq. El sah se convirtió entonces en un fiel aliado de Washington, en amigo de Israel y el monarca de una dictadura.
Revolución blanca
Los judíos participaron activamente en el proyecto del sah de modernizar y occidentalizar a la sociedad iraní en el marco de un Estado secular. La conocida como Revolución Blanca, que arrancó en la década de los 60, acabó enriqueciendo a unos pocos y empobreciendo a gran parte de la población. Para controlar a la creciente disidencia, el monarca potenció su aparato represivo, el SAVAK, la temible policía secreta.
En esa época, la comunidad judía se dividió entre los fieles al sah, al que atribuían su prosperidad, representados por la antigua dirigencia, y los jóvenes activistas judíos prodemocracia. A las puertas de la revolución, el 80% de los judíos pertenecían a la clase alta o media alta.
Una de las figuras que representó ese éxito fue Habib Elghanian, presidente de la sociedad judía de Teherán, uno de los hombres más ricos y poderosos del país. Elghanian fue una de las miles de personas que fueron ejecutadas tras la caída del sah y la llegada al poder de Jomeini. Los juicios eran exprés y carentes de garantías procesales. Elghanian fue acusado de "espionaje sionista".
Éxodo
Tras el cambio de régimen, más del 80% de los judíos --entonces eran unos 100.000-- se unieron al gran éxodo. Muchos se fueron a Israel, otros a EEUU. La ciudad estadounidense de Los Ángeles es la que acoge hoy el mayor número de personas de origen iraní, unas 300.000. Llevan más de cuatro décadas esperando la caída del régimen. Hay un barrio en la ciudad que se conoce con el nombre de Tehrangeles.
Por su lado, los judíos iranís de Irán viven con angustia la peligrosa escalada bélica. Apenas salen a la calle. Temen tanto a los bombardeos israelís como a posibles ataques antisemitas de compatriotas, a pesar de que la Constitución iraní garantiza su protección como minoría religiosa.
Suscríbete para seguir leyendo
- Trump sufre una insuficiencia venosa crónica que la Casa Blanca niega que sea grave
- Trump anuncia una demanda contra ‘The Wall Street Journal’ por informar de una carta soez que supuestamente envió a Epstein por su 50 cumpleaños
- Coca-Cola deja sin gas el anuncio de Trump de que el refresco cambiará el sirope de maíz por azúcar de caña
- Muere en combate en Malí Igor Nesterov, mercenario de Wagner y entrenador del boxeador oro olímpico Povetkin
- ¿Quiénes son los drusos? ¿Por qué Israel ataca Siria alegando que los defiende?
- El presidente de la Casa de Rusia en Alicante presume ante Moscú de las campañas que desarrolla en España a favor del Kremlin
- Francia congela pensiones, recorta empleos y suprime días festivos para frenar su 'deuda mortal
- Alicante, Villajoyosa y Torrevieja, una 'pequeña Rusia' en la costa valenciana