Ataque a la universidad

Universitarios extranjeros en el punto de mira de Trump: ¿cuántos son? ¿dónde estudian? ¿hay españoles?

Pánico entre los estudiantes españoles de Harvard tras el veto de Trump: "Tengo mucho miedo de cruzar la frontera"

Una jueza bloquea la orden de Trump que prohibía a Harvard admitir a estudiantes extranjeros

La Universidad de Harvard y los estudiantes extranjeros, en el punto de mira de Donald Trump.

La Universidad de Harvard y los estudiantes extranjeros, en el punto de mira de Donald Trump.

Irene Benedicto

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Donald Trump ha declarado la guerra contra Harvard, pero ha sido la universidad la que ha ganado la última batalla. Después de la escalada de tensión de esta semana con una orden ejecutiva que impedía a la institución la admisión de estudiantes extranjeros, Harvard demandó a la Administración Trump y, en menos de 24 horas, una jueza le dio la razón: Trump no tenía derecho a prohibirle admitir a estudiantes e investigadores extranjeros. Sin embargo, el pánico desatado no ha quedado en solo un susto, sino que estudiantes, profesores e investigadores temen que este asalto a la academia se extienda a otras instituciones

“Esta es solo la última maniobra de una guerra contra todas las instituciones que no se doblegan ante la Administración de Trump”, explica a EL PERIÓDICO Berna León, español y profesor asistente en Harvard. “La pregunta ahora es si Trump respetará la orden judicial, ya que esta guerra no es solo contra la universidad, sino contra la judicatura”, señala este español, doctor en filosofía y docente de Ciencias Políticas en la prestigiosa universidad americana, que ha decidido dar un paso adelante y dar su nombre a pesar del riesgo que sabe que conlleva posicionarse.

Aproximadamente un tercio de los estudiantes del campus son internacionales (unos 6.800) convirtiéndolo en uno de los más diversos de EEUU y del mundo. Al intentar prohibir su admisión, “Trump quiere hacerle la vida imposible a la universidad”, explica León. “Quiere dejarles cojos, empeorar su prestigio frente a las otras universidades que sí puedan admitir a estudiantes extranjeros”, señala. Y es que el impacto es económico pero afecta también al desarrollo de investigaciones en curso.

Cada matrícula de un estudiante foráneo asciende a unos 60.000 dólares anuales pero, además, la medida dejaría investigaciones inacabadas, por la falta de fondos – Trump ya había retirado 2.200 millones de dólares en fondos federales, un 40% de sus ingresos anuales, por lo que esta última maniobra contribuye a un ahogamiento financiero.

El daño más profundo para Harvard como institución es que merma la capacidad de sus laboratorios de seguir investigando”, señala León. Grandes avance de las ciencias médicas salieron de estos laboratorios, como la investigación contra el cáncer o enfermedades neurodegenerativas, así como algunas de las vacunas del Covid-19, precisamente por su capacidad de atraer talento de todo el mundo, y reunir a las mentes más brillantes en un mismo laboratorio. “Aquí están algunos de los mejores investigadores médicos del mundo. Esta diversidad es lo que hace grande a Harvard”, apunta León. 

Algunos estudiantes ya empezaron el viernes a considerar transferir su expediente a otras universidades, con tal de mantener su estatus migratorio. La temida fuga de talento de EEUU podría empezar justamente en Harvard

“La maniobra de Trump debería preocuparnos por la continuada vulneración de derechos fundamentales y valores democráticos como la libertad de cátedra y la libertad de expresión, todo ello disfrazado de una supuesta lucha contra el antisemitismo”, analiza para este diario Beatriz García Quiroga, abogada y exalumna de Harvard, también de regreso en España.

Lo cierto es que los dos argumentos que usa Trump en su asalto a Harvard parecen haber quedado obsoletos en los últimos días. La universidad ya ha compartido con el Departamento de Seguridad Nacional los datos que le pidió sobre los estudiantes internacionales, según señaló el presidente de la institución, Alan Garber, el viernes. Además, Harvard ya ha puesto en marcha una unidad para la lucha contra el antisemitismo, que era la condición principal que le imponía el presidente. 

Sí hay una exigencia de Trump en la que Harvard se mantiene firme. La Casa Blanca quiere nombrar a una persona de su confianza para que ocupe un cargo de nueva creación cuya tarea consistiría en dar luz verde – o no darla – a los planes de estudios de la universidad, con tal de evitar lo que la Administración llama “contenido anti-americano”. 

Esta etiqueta incluye no solo un enfoque ‘de izquierdas’, algo poco común en las lecciones impartidas en esta universidad de la élite, sino que se verían impactadas clases que incluyan aspectos de género o cambio climático. Una nueva imposición que muchos cuestionan si es siquiera legal.

El último revés judicial a la Casa Blanca ha dado alas al muro de resistencia de Harvard, convertida en un símbolo inesperado del progresismo (al que Trump llama ‘wokismo’), pero no marca el final del conflicto.

Está a prueba la solidez de las instituciones democráticas estadounidenses”, valora García Quiroga, algo altamente cuestionado por cómo Trump se salta la separación de poderes. “Es posible que veamos hasta qué punto el Estado de derecho y los valores que lo sostienen son más frágiles de lo que creemos”, concluye.

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