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China se siente fuerte en la negociación arancelaria

China y EEUU pactan la reducción de sus aranceles durante 90 días

Fotografía de archivo de noviembre de 2017 de un encuentro entre los presidentes de EE.UU., Donald Trump, y de China, Xi Jinping. EFE/Roman Pilipey. NO VENTAS ZONA EPA

Fotografía de archivo de noviembre de 2017 de un encuentro entre los presidentes de EE.UU., Donald Trump, y de China, Xi Jinping. EFE/Roman Pilipey. NO VENTAS ZONA EPA / Roman Pilipey / EFE

Adrián Foncillas

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China capituló por la quiebra de empresas, el desempleo rampante y una economía ruinosa. El cuadro dibujado por Donald Trump en las vísperas de que representantes estadounidenses y chinos se citaran en Ginebra anticipaba las grandes hambrunas del Gran Salto Adelante. “China necesita cerrar un acuerdo con nosotros; nosotros no necesitamos cerrarlo con ellos”, apuntaló Karoline Leavitt, la secretaria de prensa. ¿El problema? Nadie fuera de la Casa Blanca lo vio así.

Prensa, analistas y expolíticos coinciden en que Trump flaqueó. “Creo que está muy claro. A veces es mejor así. Si cometes un error, es mejor corregirlo aunque sea algo vergonzoso”, dijo Larry Summers, antiguo secretario del Tesoro estadounidense. Washington y Pekín levantaron el grueso de los aranceles cruzados en aquel armisticio suizo sin ninguna concesión de la segunda.

 El titular surgió tras aquella orgía tarifaria del 'Día de Liberación' y se multiplicó en las siguientes semanas con los aranceles cuadruplicados a China por plantear batalla: ¿Quién parpadeará antes en la guerra comercial? Tras Ginebra, la misma ubicuidad para otro titular: ¿Por qué parpadeó Trump? Fue la estrategia contra la improvisación, los planes quinquenales contra el instinto. China perseveró en su postura mientras Trump anunció o revisó sus políticas arancelarias globales en 50 ocasiones, según el recuento del 'Washington Post'.

Autoconsumo y más mercados

China comprendió con la administración de Barak Obama que la hostilidad estadounidense había llegado para quedarse y se ajustó el cinturón de seguridad. Más autoconsumo y diversificación de mercados contra un turbulento escenario global donde sus mercancías ya no fluirían con la misma alegría. La primera guerra comercial en el anterior mandato de Trump acentuó el proceso. China está ahora más preparada , le advirtieron los expertos cuando tronaron de nuevo los cañonazos arancelarios. Las exportaciones chinas a Estados Unidos representaban entonces un 19 % de las totales; ocho años después son del 14%. Lo corroboraron los datos de abril, ya con las primeras tarifas vigentes. Las exportaciones chinas globales subieron un 20 % a pesar de que cayeron un 8 % las mercancías hacia Estados Unidos: el mundo había absorbido lo que antes compraba la mayor economía mundial.

Ecos del colonialismo

El comercio es un raro y saludable mecanismo de auge. China será el primer país en los últimos siglos que, si Estados Unidos no se empeña en lo contrario, alcanzará la cúspide global sin una gran guerra legitimadora. La guerra comercial de Trump, con su pretensión de dinamitar el desarrollo chino, es lo más parecido a una guerra militar. Y a los chinos les ha devuelto los ecos de aquel colonialismo con el que Occidente castigó su debilidad dos siglos atrás.

El pulso ha relevado los lamentos por una economía declinante que nunca despegó tras la pandemia por llamamientos a la lucha en estos tiempos exigentes. Han arreciado las compras “patrióticas” y las grandes tecnológicas destinaron fondos millonarios y ofrecieron espacios gratuitos para que las industrias chinas que antes exportaban a Estados Unidos colocaran sus productos en el país. Aquellas políticas del covid cero generaron crispación y quejas, nadie discute hoy la estrategia oficial

El parte en Estados Unidos es más inquietante. Los derrumbes bursátiles y los problemas de la deuda soberana ya forzaron a Trump a retirar los aranceles globales: del Día de la Liberación al de la Capitulación en apenas semanas. Los indicios se agravaron rápidamente. La economía coqueteaba con la recesión tras contraerse en el primer trimestre, la cadena Walmart anunciaba aumentos generalizados de precios y los votantes de Trump asumían el mayor castigo. Fue la certeza de que estibadores y transportistas sufrían por la falta de comercio con China la que le precipitó su rendición, según la prensa estadounidense. Antes había padecido las presiones de gremios, inversores y congresistas republicanos que temían perder su sillón en las elecciones de medio mandato.

 No serán escasas las rondas de negociaciones. China podría invertir más en sectores que Washington no considera delicados para la seguridad nacional para contribuir a esa reindustrialización que pretende Trump. También podría comprar más productos agropecuarios. No transigirá con su estructura de gobierno o económica, en el rol de las empresas estatales ni en el timón y estímulos del partido: es decir, todo aquello que Washington juzga como ventajas injustas frente al libre mercado. No está claro qué puede ofrecerle Estados Unidos a China.

 “Para un futuro acuerdo, es probable que China acuerde comprar más productos estadounidenses como soja o cualquier otro que ya habría comprado de cualquier modo. Y que prometa ser más duro persiguiendo los componentes con los que se produce el fentanilo. Es seguro que Trump declarará la victoria. Después de su primer mandato, China entiende mucho mejor cómo opera Trump -al igual que Putin, los países de Oriente Medio y el resto-, y saben actuar para sacar ventaja”, señala Stanley Rosen, profesor de Ciencia Política en el Instituto Estados Unidos-China de la Universidad de Carolina del Sur.

 Esperan meses intensos. A la primera potencia económica mundial no le faltan vías para dañar a China pero esta abriga una tranquilizadora certeza: no acude arrodillada, como planeó Estados Unidos, sino desde una posición de fuerza y consciente de que la firmeza vence a Trump. El mundo no será ajeno a la lección china. Japón, su aliado más entusiasta, había pedido hora a la Casa Blanca para negociar con urgencia; ahora da largas a los representantes estadounidenses y exige el levantamiento completo de aranceles.

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