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Trump se pone al frente de la fallida ofensiva natalista de la derecha mundial

El presidente de EEUU reniega de la inmigración y a la vez estudia medidas para remontar la caída de la tasa de hijos por mujer hasta los 1,6

Los expertos desconfían de unos planes que buscan imponer la narrativa del reemplazo poblacional

Una niña con un peluche de Trump, camino de un mitin en octubre de 2024 en Reno (EEUU).

Una niña con un peluche de Trump, camino de un mitin en octubre de 2024 en Reno (EEUU). / Julia Demaree Nikhinson / AP

Daniel G. Sastre

Daniel G. Sastre

Barcelona
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La voluntad de Donald Trump de poner patas arriba el orden mundial en su segundo mandato no solo se expresa mediante acciones comerciales como la política arancelaria. El presidente de los Estados Unidos tiene además prioridades doctrinarias que no esconde y que, aunque de momento no han pasado en su mayoría del mundo de las ideas al de los decretos gubernamentales, anuncian también su voluntad de provocar una transformación social profunda.

En pocos ámbitos de su agenda política, neoliberal en unas cosas y ultraconservadora en otras, se ve más clara esa posibilidad que en su enfoque demográfico. Que se asienta en lo que ha venido en llamarse el nativismo, que no es lo mismo que el fomento de la natalidad. El nativismo consiste en privilegiar los intereses de los ciudadanos considerados ‘nativos’ de EEUU, que no son, como podría pensarse desde un punto de vista puramente teórico, los indígenas norteamericanos, sino los descendientes de los colonos blancos europeos. Bajo esta premisa, que acompaña de una evidente animadversión hacia la inmigración, Trump y sus colaboradores llevan desde antes de ganar las elecciones advirtiendo de que uno de sus principales objetivos va a ser hacer crecer el número de niños por mujer.

"Soy el presidente de la fertilidad"

“Quiero un ‘baby boom’”, repetía Trump en la última campaña electoral, durante la cual también lanzó mensajes en los que se proclamó “padre de la fecundación in vitro”. “Soy el presidente de la fertilidad”, dijo en marzo de 2025, ya investido. La intención está clara: situar el fomento de la natalidad como una prioridad económica, con la idea de que la caída de la tasa de hijos por mujer reduce la fuerza laboral futura y, por tanto, el bienestar futuro del país. Uno de los principales lugartenientes de Trump, el magnate Elon Musk, ya hace tiempo que ha empezado la guerra por su cuenta: es padre de al menos 14 hijos, y, según el ‘Wall Street Journal’, ha expresado su deseo de engendrar una “legión de bebés”.

El hijo de Elon Musk, protagonista en la Casa Blanca

El hijo de Elon Musk, protagonista en la Casa Blanca / KEVIN LAMARQUE / REUTERS

Las medidas que están en estudio pasan, por ejemplo, por dar un cheque por cada nacimiento –el vicepresidente JD Vance ha hablado de que podrían pagarse hasta 5.000 dólares, y el mes pasado el propio Trump dijo que esa era una “buena idea”- o por crear galardones como la “medalla nacional de maternidad” para mujeres con seis hijos o más, como proponen entre otros la influyente organización Pronatalist. Ninguna de esas iniciativas son originales; el reconocimiento a la fertilidad extrema tiene raíces en regímenes en teoría tan opuestos ideológicamente como la Alemania nazi o la España franquista y la Unión Soviética de Stalin. Y tampoco entre la derecha contemporánea es nueva la obsesión por la natalidad. En Europa, líderes como el húngaro Viktor Orbán –con medidas como eximir de por vida del pago de IRPF a las familias con cuatro o más hijos- o la italiana Giorgia Meloni han intentado hacer crecer el número de nacimientos hasta alcanzar la llamada tasa de reemplazo, de 2,1 hijos por mujer.

"Estas fórmulas son muy antiguas y no han funcionado nunca"

Julio Pérez Díaz

— Investigador del CSIC

“Estas fórmulas son muy antiguas y nunca fueron eficientes, no han funcionado nunca”, dice Julio Pérez Díaz, demógrafo del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). “En España tenemos una larga experiencia: Franco ya las puso en práctica. El intento de fomentar la natalidad está muy ligado a la ultraderecha, aunque Stalin también hizo estas cosas. Parece que la experiencia histórica no sirva de nada: Orbán se proclama líder mundial del natalismo, pero lidera Hungría desde 2010 y no ha hecho más que perder población. El fomento de la natalidad forma parte de un 'pack' xenófobo y racista, y me sorprende que eso se pueda dar en EEUU, cuando es un país hecho de inmigración”, añade Pérez Díaz.

Inmigración y colapso demográfico

Trump recoge el testigo de quienes, desde un punto de vista conservador, están preocupados en su país por la caída del número de nacimientos hasta los 1,6 por mujer y, a la vez, reniegan de la inmigración como fórmula para el sostenimiento poblacional. “La inmigración no es una solución adecuada para el colapso demográfico porque, entre otras razones, extraer capital humano de otros países acelera su progreso hacia el colapso demográfico y porque los inmigrantes también envejecen y, por lo tanto, contribuyen al número de residentes dependientes que un país tendrá que soportar en última instancia”, argumenta en conversación por correo electrónico con EL PERIÓDICO Simone Collins. Esta activista conservadora –cuya organización, Pronatalist, presume de estar en contacto con la Casa Blanca para el diseño de planes en el ámbito demográfico- tiene un enfoque economicista de la situación: “Las políticas diseñadas para aumentar o al menos estabilizar las tasas de fertilidad de los países les dan un tiempo esencial para rediseñar sus sistemas para que funcionen con poblaciones estables o en declive. Cuanto más rápido colapsen las tasas de fertilidad, antes impactará el colapso demográfico, y sufrirán muchas personas”.

Pero la mayoría de expertos consultados no cree que la preocupación de la nueva derecha por la natalidad sea sincera. La politóloga argentina Antonella Marty acaba de publicar ‘La nueva derecha’ (Deusto), un ensayo furioso contra la “amenaza a la democracia” que en su opinión suponen líderes populistas como Trump, Orbán, Meloni, Javier Milei o Nayib Bukele, entre otros. En varios capítulos aborda la obsesión natalista de la nueva derecha, que compara con la distopía que Margaret Atwood imaginó en ‘El cuento de la criada’.

“La nueva derecha no está preocupada por la natalidad en general, sino por la natalidad de ‘personas puntuales’, es decir, de quienes consideran parte de una nación ‘pura’, blanca, cristiana, heterosexual y heteronormativa”, sostiene Marty. “La narrativa de la ‘crisis demográfica’ les sirve como excusa para justificar políticas excluyentes y alimentar el temor al ‘reemplazo’ por parte de quienes no consideran legítimos, de ahí que la nueva derecha se sustente siempre en teorías conspirativas. No quieren más nacimientos, quieren menos inmigrantes”, asegura a este diario.

"No quieren más nacimientos, quieren menos inmigrantes"

Antonella Marty

— Politóloga, autora de 'La nueva derecha'

Simone Collins, cuya organización niega las acusaciones que se le han hecho de promover prácticas eugenésicas en la búsqueda de la perpetuación de las élites, sí afirma que apoyan “la soberanía cultural y la libertad reproductiva”. Eso significa, en sus propias palabras, que están “a favor de intervenciones tecnológicas avanzadas que puedan contribuir a [crear] humanos más fuertes, rápidos, saludables, inteligentes, amables”. Pero añade: “También respetamos el derecho de otros a mantener enfoques más tradicionales o diferentes para la mejora intergeneracional”.

"Estamos a favor de intervenciones tecnológicas avanzadas que puedan contribuir a [crear] humanos más fuertes, rápidos, saludables, inteligentes, amables”

Simone Collins

— Fundadora de Pronatalist

Otro experto, Santiago Pérez Camarero, director del Instituto Max Weber y autor de la tesis ‘Políticas de fomento y promoción de la natalidad en la UE’, tilda de “grotescas” algunas de las ideas que baraja Trump, como la de otorgar una medalla a las madres con más de seis hijos. “Me parece ridículo, nuestro problema no es llegar a seis o siete hijos por mujer, es llegar a dos. Está totalmente fuera de contexto, y además es inútil”, asegura. Marty critica además que pongan el foco sobre la mujer para instarla a comportarse de una determinada manera: “Son medidas simbólicas que no buscan mejorar las condiciones de vida ni garantizar derechos, sino reforzar una visión regresiva del rol de la mujer. Se glorifica un modelo de maternidad conservador, donde la mujer ‘buena’ es la que sacrifica su vida por la patria y su familia. Es una política de fertilidad ideologizada, no una medida de bienestar”.

“Me parece ridículo, nuestro problema no es llegar a seis o siete hijos por mujer, es llegar a dos"

Santiago Pérez Camarero

— Director del Instituto Max Weber

La tasa de natalidad en Irak

Pérez Díaz también relaciona esas propuestas con las preocupaciones de la nueva ola conservadora. “Me suenan a Vox. A Putin. A la extrema derecha francesa. Orbán hace lo mismo. Y no funciona en ninguna parte, es pura retórica. La España de posguerra es un ejemplo excelente: hasta los 60 no remontó la población. Otro ejemplo más reciente: uno de los descensos más acentuados de la tasa de natalidad que ha habido en un país lo ha experimentado Irak. A pesar de que la ultraderecha achaca esas caídas a cosas como el aborto [que allí no tiene incidencia], la tasa de Irak cayó desde los siete hijos por mujer a finales del siglo XX a menos de dos hijos en menos de 15 años. Básicamente porque las niñas en Irak ahora van a la universidad, y el momento en que tienen hijos se retrasa”. Como en todas partes, añade.

MADRID, 08/02/2025.- El presidente de Vox, Santiago Abascal (d), conversa con el primer ministro húngaro, Viktor Orbán este sábado durante la primera cumbre en Madrid de Patriotas, alianza de la extrema derecha europea. EFE/ Sergio Pérez

MADRID, 08/02/2025.- El presidente de Vox, Santiago Abascal (d), conversa con el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, durante la primera cumbre en Madrid de Patriotas, alianza de la extrema derecha europea. / SERGIO PEREZ. EFE

Según los estudios demográficos, subraya Pérez Díaz, Hungría es el mejor ejemplo de que, “por mucho cheque bebé o mucha medalla”, se puede “adelantar el calendario” para tener hijos, pero no se puede aumentar el número de hijos que quiere tener una mujer. “Mienten como bellacos. Algunas medidas pueden hacer que tengas los hijos antes, y eso produce momentáneamente la ilusión de que crece el número de hijos”, sostiene. Y añade: “En el año 1900, la esperanza de vida en España era de 34 años. Hoy está por encima de los 83. En el mundo, la población pasó en el siglo XX de 1.000 millones de personas a 6.000 millones. Estos natalistas asocian esto, que es un progreso espectacular, a la decadencia. Parece que todo son amenazas”.

Batalla cultural

Marty está de acuerdo en que todo forma parte de una estrategia que busca mantener una “narrativa” en la que la nueva derecha se ofrece como remedio para salvar una identidad nacional presuntamente en peligro: “Necesitan una supuesta crisis para seguir librando su batalla cultural. Lo que está en juego no es solo una política de natalidad, es una reacción frente a la emancipación de las mujeres, frente a su derecho a vivir fuera del control del Estado, la religión o la familia tradicional”.

La semana pasada, ‘The New York Times’ recordaba que Orbán decía en 2019 que la inmigración no es una solución al déficit demográfico. “Necesitamos niños húngaros. Para nosotros, la inmigración significa rendición”,  sostenía el primer ministro húngaro. Ahora que la Casa Blanca está “escuchando un coro de ideas en las últimas semanas para persuadir a los estadounidenses de casarse y tener más hijos”, quizás estaría bien que recordase que, aunque Hungría dedica más del 5% de su PIB a políticas familiares, la tasa de hijos por cada mujer húngara ha descendido desde los 1,55 de 2019, cuando Orbán intensificó su determinación natalista, hasta los 1,36 actuales, la cifra más baja en una década.