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Crónica desde París: así se cultivan las viñas y se elabora el vino milenario de Montmartre
En el barrio famoso por los pintores que lo habitaron y los turistas que hoy lo visitan, siguen cultivándose vides y elaborándose caldos como hace más de 1.000 años.
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El viñedo de Montmartre / comitesdesfestesdemontmartre.com


Leticia Fuentes
Leticia FuentesCorresponsal en París
A pocos pasos del Sacré Coeur, entre tiendas de souvenirs y miles de turistas, se encuentra el viñedo más antiguo de París: Clos-Montmartre. Es difícil que no pase desapercibido para los ojos extranjeros que pasean por el barrio de Montmartre entre el mítico cabaret Au Lapin Agile en el que artistas de la talla de Picasso se divirtieron durante años, y frente a la Maison Rose, hogar del pintor Maurice Utrillo, hijo de Suzanne Valadon.
Clos-Montmartre cuenta con cerca de 1.760 cepas de 27 variedades de uva distintas, entre ellas Gamay y Pinot, pero más allá de producir su propio vino, el viñedo esconde una historia que merece ser contada. El actual Clos-Montmartre nació en 1933 como un homenaje al pasado vitícola del barrio, donde la viticultura tuvo un gran desarrollo en el siglo XVI.
Hoy en día, este pequeño rincón de tierra está catalogado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y está hermanado con Montmartre. Su vino, todo un símbolo, es considerado por muchos una aberración vitícola. Al situarse al norte, su vendimia se realiza más tarde de lo habitual, en octubre. Es entonces cuando los vecinos celebran con orgullo la Fiesta de la Vendimia de Montmartre. Momento perfecto para que el resto de parisinos conozcan de cerca y paseen por el viñedo, cerrado al público el resto del año.

Recogida de las uvas en el viñedo de Montmartre. / comitedesfestesdemontmartre.com
Una colina independiente
La existencia de plantaciones de vid en Montmartre se remonta al año 940, lo que convierte a esta tradición en una de las más antiguas de París. Durante la Edad Media, Montmartre era una colina independiente de la capital francesa, conocida por sus tierras fértiles. Los viñedos eran cultivados por monjas benedictinas y se utilizaban tanto para el consumo local como para la venta y subsistencia de la comuna.
Las damas de la abadía de Montmartre, fundada por Adelaida de Saboya, reina de Francia por matrimonio, fueron las encargadas de cuidar las vides durante años, convirtiendo la colina en un amplio espacio de cultivo. Sin embargo, el empobrecimiento de la zona y la anexión de Montmartre a París en 1860 aceleraron la venta de las parcelas y la desaparición de los viñedos.
Durante décadas, algunas tierras quedaron abandonadas, y otras fueron sustituídas por grandes edificaciones. En el lugar que hoy ocupan las parras se encontraba la casa de Aristide Bruant, artista reconocido en la zona, quien en su jardín organizaba encuentros con otros artistas, como Renoir o Toulouse Lautrec. Tras su muerte, la ciudad de París compró el terreno con el objetivo de construir varios edificios, pero gracias a la movilización vecinal, el plan inmobiliario se canceló y el prefecto declaró el terreno inedificable.
El poder vecinal
Hoy en día, el vino de Montmartre se conoce por distintos nombres, como 'le clos Berthaud', 'La Goutte d'or', 'Le Sacalie', o 'Le Picolo'. Sin embargo, más que un néctar de los dioses, es un símbolo de resistencia y de fuerza vecinal. Esa misma resistencia es la que ejerce la asociación de vecinos que lucha por mantener viva la esencia del barrio. La asociación “Comité de Fiestas y Acciones Sociales” (COFAS) es la encargada de supervisar y gestionar el famoso Clos-Montmartre. Su objetivo: promover su cosecha para financiar proyectos sociales destinados a los niños y los ancianos del distrito 18.
Cada octubre, recogen la uva para prensarla en los sótanos del Ayuntamiento del distrito. El vino obtenido se vende en subasta o en la Fiesta del Barrio, y los beneficios se destinan a distintas causas sociales. “El recuerdo de estos días de fiesta vitivinícola será también una expresión de su solidaridad con nuestras acciones”, afirma el presidente de COFAS del barrio, Eric Sureau.
Además, luchan por mantener viva la memoria y la identidad de un barrio que agoniza de éxito: cada vez más turístico y con menos tejido vecinal. El COFAS mantiene viva la tradición organizando actividades, comidas y cenas para los vecinos en los pocos restaurantes históricos que aún resisten. En estos encuentros, cómo no, se bebe vino del Clos-Montmartre, a pesar de su escasa reputación. Para el resto de franceses está considerado un vino más simbólico que destacado.
A día de hoy, el viñedo es el recordatorio viviente de lo que fue Montmartre durante mucho tiempo: un pequeño pueblo a las puertas de París, donde antes que los artistas y los turistas se adueñaran de sus calles, el cultivo de la vid era el alma y el sustento de sus vecinos.
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