Corte Penal Internacional

Detenido el expresidente de Filipinas Rodrigo Duterte por una orden del CPI por crímenes contra la humanidad

El exmandatario llevó a cabo una guerra contra las drogas durante su mandato, entre 2016 y 2022, en la que murieron más de 6.000 personas en operativos antidroga y ejecuciones extrajudiciales

Duterte 'el Sucio', nuevo presidente de Filipinas

Detenido el expresidente de Filipinas Rodrigo Duterte

EFE

Adrián Foncillas

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Pekín
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Es la noticia que los familiares de las miles de víctimas de su guerra contra la droga habían soñado durante años. Rodrigo Duterte, expresidente filipino, ha sido detenido el martes por crímenes contra la humanidad. Es el primer paso de un proceso legal que se antoja largo y pedregoso. En la diana está su revolucionaria receta para acabar con la droga por la vía de acabar con los drogadictos o todo lo que lejanamente lo pareciera.

Duterte ha sido arrestado el martes en el aeropuerto de Manila tras acompañar a sus colegas políticos en un acto en Hong Kong. La orden había sido emitida por la Corte Penal Internacional (CPI) y fue ejecutada por la Policía Nacional Filipina con la supervisión de la Interpol. Su hija veinteañera ha publicado en sus redes sociales un vídeo donde Duterte, en la habitación de una base aérea de la capital, exige que se le aclaren las bases legales de su detención. "He sido conducido hasta aquí en contra de mi voluntad, ha sido por la voluntad de otros... Tenéis que responder por la privación de mi libertad", pide. Este mismo martes, el exmandatario ha sido trasladado en avión a La Haya.

Duterte se había reído durante años de los esfuerzos de Corte Penal Internacional por echarle el guante e incluso amenazó con detener a cualquier funcionario que pisara el país. Filipinas no es miembro de su tratado porque Duterte la había retirado tan pronto empezó a investigarle. Fue en 2019 y asegura el expresidente que carece de competencias. Para el CPI, en cambio, son aún perseguibles sus desmanes previos a su salida. De 2016 a 2019 fue el periodo más sangriento así que no le faltará material al fiscal Karim Khan, encargado de la investigación.

Fusión Marcos-Duterte

Tampoco parecía que el relevo de Duterte en la presidencia le iba a allanar el terreno a la CPI. Ferdinand Marcos Jr. insistía en que a la justicia internacional no se le había perdido nada en Filipinas. La postura respondía a la fusión Marcos-Duterte, las estirpes políticas más poderosas de las últimas décadas. El hijo del dictador, epítome del latrocinio más impúdico, se impuso en las últimas elecciones llevando a la hija de Duterte, Sara, como vicepresidenta.

Era previsible que las costuras no resistieran tanto ego desaforado. El montaraz expresidente acabó llamando drogadicto a su sucesor y es sabido que no despacha insultos más graves ni peligrosos. Su hija fue sometida a un proceso de 'impeachment' por variadas corruptelas e intentar asesinar a su presidente. En ese intercambio de bofetadas estaba cantado que el Gobierno abriría las puertas a la CPI.

Duterte alcanzó la presidencia en 2016 con la fama de duro que se había labrado en la alcaldía de Davao. Su plan era replicar a escala nacional la receta con la que había limpiado de criminales su ciudad natal. Duterte proclamó que sería feliz si pudiera masacrar a los cuatro millones de drogadictos filipinos, prometió llenar la bahía de Manila de cadáveres, aconsejó abrir funerarias como negocio de futuro y concedió inmunidad a los policías que dispararan a los adictos.

6.200 muertos

Las cifras oficiales arrojan 6.200 muertos durante su mandato; las organizaciones de derechos humanos hablan de más de 20.000. Las discrepancias no acaban en los números. Según Duterte, los drogadictos y criminales variados recibían a tiros a la policía y había que abatirlos. Las escasísimas muertes de policías certificarían, según esa teoría, a los delincuentes filipinos como los de peor puntería del mundo. La oposición y los activistas, en cambio, aluden a ejecuciones extrajudiciales, ya fuera por policías con uniforme o por vigilantes a sueldo.

Duterte sigue disfrutando hoy del fervor popular. Las encuestas durante su mandato arrojaban un resultado en apariencia esquizofrénico: casi todos sabían de las ejecuciones y demás salvajadas; casi todos le apoyaban con entusiasmo. Ahora se puede caminar por la calle con tranquilidad, aseguraban los filipinos en aquellos años. Duterte, como Nayib Bukele en San Salvador, revela lo mucho que un pueblo está dispuesto a sacrificar o lo mucho que puede mirar hacia otro lado a cambio de seguridad.