AUSENCIA EN NOTRE DAME
La ley establece que la Corona "informa" al Gobierno de las "propuestas" de visitas del rey
Exteriores da por concluida la crisis por la ausencia de representación española en Notre Dame tras una conversación entre José Manuel Albares y Camilo Villarino
Mario Saavedra
Mario SaavedraPeriodista y profesor de periodismo digital en la Universidad Carlos III de Madrid. Excorresponsal en Nueva York y Pekín. Licenciado en Física. Máster por El País.
La ausencia de representación española en los actos de reapertura de Notre Dame llevaron el martes al choque al Gobierno con la Zarzuela. La Casa Real no solo declinó la invitación del jefe del Estado francés, Emmanuel Macron, para que los reyes Felipe VI y Letizia acudieran a la ceremonia religiosa de inauguración de la catedral parisina, cinco años después del incendio que la asoló. Tampoco informó de que habían recibido la invitación, según la versión del Ministerio de Exteriores. Al acto acudieron el próximo presidente de Estados Unidos, Donald Trump o el ucraniano, Volodímir Zelenski, entre otros jefes de Estado o de Gobierno. Para la oposición del PP, España debería haber estado. ¿De quién es la responsabilidad?
El Ministerio de Exteriores da el asunto por zanjado, tras la conversación privada sobre el asunto que han mantenido el martes el ministro José Manuel Albares y el jefe de la Casa Real, Camilo Villarino, según adelantó El País y confirmaron a este periódico fuentes diplomáticas. Pero el fiasco diplomático ha puesto de manifiesto el margen para la arbitrariedad en la representación de España en el extranjero.
Ley de acción exterior
La Corona está obligada a informar de las invitaciones a actos oficiales. Así lo exige la ley de Acción y del Servicio Exterior del Estado de 2014, recuerda en conversación con este diario José Manuel García-Margallo, el exministro de Exteriores del Gobierno del PP que sacó adelante el texto, hoy vigente.
En el capítulo 5 se apunta a que “los órganos constitucionales, las Comunidades Autónomas [...] mantendrán informado al Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación de las propuestas sobre viajes, visitas, intercambios y actuaciones con proyección exterior”. La comunicación no es meramente informativa, sino que está destinada a perfilar de forma ejecutiva la política exterior del país. Sirve para que el ministerio “pueda informar y, en su caso, emitir recomendaciones motivadas sobre la adecuación de la propuesta de actuación a las directrices, fines y objetivos de la Política Exterior fijados por el Gobierno”.
“La Casa Real tiene que informar, salvo que se trate de un viaje absolutamente privado. Está en el punto cinco de esa ley”, abunda García-Margallo. “Costó sacarla adelante, pero se hizo para que los líderes del 'procés' catalán tuvieran que informar al Gobierno de cualquier viaje que fueran a hacer”.
La Corona está sujeta a ese párrafo, porque es un “órgano constitucional”. En uno de sus mensajes, el propio rey Felipe VI describe su papel para “facilitar el equilibrio con los demás órganos constitucionales y territoriales”.
Zarzuela no ha explicado públicamente si informó o no de la invitación para que el ministerio diera su valoración política sobre la conveniencia o no de ir, como exige dicha ley de acción exterior. La Casa Real asegura que los reyes no acudieron por cuestiones de agenda, ya que Felipe VI pasó todo el fin de semana preparando su viaje a Italia, informa Pilar Santos. El rey sí envió un telegrama a Macron, el pasado mes de noviembre, para excusarse y agradecerle la invitación. Felipe VI ha realizado este miércoles una histórica intervención en el Congreso italiano en la que ha alertado contra el pasado “que no debe repetirse ni siquiera como caricatura”.
“No estoy nada seguro de que no hayan informado, como dice el ministerio”, opina Margallo. “Y si el Gobierno considera que ese viaje era conveniente para defender los intereses de España, solo tiene que llamar a la Casa Real y decirle al rey que vaya”.
“Todo es agenda”
La Constitución exige que los actos del rey sean “refrendados por el presidente del Gobierno y, en su caso, por los ministros competentes”. “Eso, en la práctica, significa que el jefe de planificación de Casa Real manda a Moncloa una planificación de viajes, a un mes o dos vista”, explica a este diario un ex alto cargo de Presidencia que conoce al detalle el procedimiento por el que se cuadran las agendas del jefe del Estado.
Ese proceso es complejo, pero engrasado, y con muchas personas implicadas. Primero, en Zarzuela, el jefe de planificación de la Casa Real ve la agenda con el jefe de gabinete del rey, Camilo Villarino. Una vez decidida la agenda, se la comunican al jefe de gabinete del director de gabinete del presidente del Gobierno, Diego Rubio. El jefe de gabinete entonces debe llamar a los ministerios para buscar al llamado “ministro de jornada”, un miembro del Gobierno que debe acompañar al monarca a sus actos, dentro o fuera de España. Ellos son los que deben cumplir con el mandato constitucional de “refrendar” los actos del monarca que tengan relevancia. No siempre es sencillo cuadrar los tiempos, pero siempre se tienen en cuenta criterios de oportunidad política.
Hay otras reuniones de alto nivel donde una invitación como la de Notre Dame podría haber salido a colación, especialmente la cita periódica que tiene el director de gabinete con el jefe de la Casa Real.
“Zarzuela está obligada a informar de las invitaciones que recibe. Los temas de agenda son medulares: todo es agenda”, alega la citada fuente. “Quizá no se ha hecho por un fallo humano, porque no lo consideraron un evento importante. Aunque Camilo Villarino es un diplomático de carrera, y ha sido jefe de gabinete de tres ministros de exteriores: Alfonso Dastis, Josep Borrell y Arancha González Laya. Como diplomático, las cuestiones de agenda para él son importantes”.
“Es anormal”
Para uno de los cuatro diplomáticos en ejercicio consultados, es “anormal” que no hubiera información sobre la invitación a Notre Dame. “Pero la relación entre Zarzuela y Moncloa no es la mejor ahora desde el desencuentro de Valencia. Más allá de la cuestión técnica, de que alguien se haya equivocado, Exteriores o el Gobierno podrían haberlo dejado pasar. Pero han puesto el dedo acusador hacia Zarzuela”, alega. Otro miembro de la carrera diplomática recuerda que ha habido otros momentos en los que el jefe del Estado y el del Gobierno no estuvieron en buena sintonía y hubo roces por los viajes.
En 1998, por ejemplo, el Gobierno de José María Aznar vetó un viaje que quería hacer el rey Juan Carlos a Cuba. “El rey irá a Cuba cuando toque”, dijo el entonces presidente popular. El ahora emérito nunca visitó la isla oficialmente, aunque sí como parte de la delegación española de la Cumbre Iberoamericana en La Habana.
Los otros dos diplomáticos consultados creen que ha habido un lamentable caso de “falta de coordinación”. Y recuerdan el último de los elementos de este puzle diplomático: la animadversión entre el actual jefe de la Casa Real, Camilo Villarino, y José Manuel Albares. Nada más llegar al cargo, el ministro de Exteriores anuló la embajada en Moscú que había conseguido Villarino, uno de los puestos más disputados de la diplomacia española.
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