Daños colaterales
El conflicto con Ucrania llama a la puerta de los rusos
¿Cómo puede afectar la voladura de la presa a la contraofensiva ucraniana?
Àlex Bustos
Periodista
Un deepfake realizado por ordenador del presidente ruso, Vladímir Putin, en televisión anunciando la ley marcial y la movilización total en las regiones fronterizas. Drones impactando en edificios residenciales rusos. Milicianos rusos anti-Kremlin ocupando localidades enteras en las regiones fronterizas con Ucrania. Bombardeos en regiones ucranianas controladas por Rusia como Crimea, Donetsk o Lugansk. Los civiles rusos sienten cómo la distancia entre el frente y sus hogares se desdibuja puntualmente y les recuerda que no es 2019.
A pesar de la movilización, de las sanciones y de los problemas derivados de la ofensiva rusa, para muchos rusos la mejor opción ha sido optar por intentar seguir con la vida como si nada. Las dificultades –especialmente para las personas con menos recursos económicos– para salir del país y el sentimiento común de no poder hacer nada para cambiar el rumbo marcado por el Gobierno han favorecido el espíritu de que hay que seguir hacia adelante. Por ello los moscovitas bailaban en el marco de la fiesta de la ciudad –algo vagamente equivalente a las fiestas mayores de España– mientras los ucranianos empezaban su contraofensiva en Jersón a principios de septiembre.
Aunque ha habido más de un recordatorio de la situación actual, el más sonado fue el del pasado 30 de mayo, cuando decenas de drones impactaron en diferentes puntos de Moscú, algunos de ellos en edificios residenciales. Buena parte de ellos fueron derribados por los sistemas de defensa antiaérea y ninguno causó daños materiales graves ni víctimas. Pero fue un golpe de efecto de los aliados de Ucrania –Kiev negó su implicación en el incidente– que asustó a los habitantes de la capital rusa. Más allá de la preocupación del ciudadano ruso medio, las autoridades han tomado cartas en el asunto con la construcción de un nuevo búnker en uno de los hospitales más exclusivos de la capital.
Sin embargo, lo que sí despertó una reacción generalizada fue la movilización parcial del pasado mes de septiembre, cuando miles de rusos intentaron salir por tierra y aire del país para intentar llegar a países fronterizos como Kazajistán, Armenia, Georgia y Azerbaiyán, entre otros. Y la posibilidad de una movilización general preocupa a los ciudadanos. Sabiendo esto, 'hackers' partidarios del Gobierno de Kiev –las autoridades ucranianas niegan estar detrás de este sabotaje– intentaron repetir un momento parecido cuando pusieron en boca de Putin el anuncio de una nueva movilización en las regiones fronterizas con Ucrania el pasado lunes. No es el primer 'hackeo' que realizan grupos pro-Kiev. Ya en 2022 lograron que en algunas partes del país se viera propaganda proucraniana en la televisión rusa.
En la frontera de Ucrania
Las regiones que menos han podido desconectar del conflicto han sido las más cercanas, como Kursk, Bryansk, y en especial, Belgorod. Estas regiones saben lo que es sufrir bombardeos puntuales y otros tipos de ataques. Más recientemente, incluso se han visto en medio de tiroteos y tomas de ciudades, algo que ha disparado todas las alarmas y ha obligado a las autoridades rusas a declarar el estado de emergencia y el gobernador de la región de la misma Belgorod llegó a pedir la evacuación de las zonas más cercanas a la frontera con Ucrania.
Un caso aparte son las regiones controladas por Rusia pero reconocidas internacionalmente como parte de Ucrania. Donetsk y Lugansk llevan desde 2014 en guerra con Kiev, aunque desde 2016 el conflicto estaba aletargado. El alto el fuego, sin embargo, ha sido violado en repetidas ocasiones por ambos lados, con esporádicos bombardeos y el uso de drones y minas. Crimea, por su parte, ha sufrido algunos de los mayores ataques ucranianos, que han causado daños en la moral rusa, especialmente el del misil contra el puente del estrecho de Kerch. Su inauguración a bombo y platillo fue un gran motivo de orgullo para el Kremlin y la propaganda rusa, y la acción bélica supuso un ataque en lo más profundo del nacionalismo ruso, aquel que gritó "Krim nash" (Crimea es nuestra) con alegría en 2014 cuando Moscú se anexionó la península, ante el rechazo de la comunidad internacional.
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