Escándalo en Colombia

Petro se desprende de dos estrechos colaboradores en medio de un escándalo que mezcla el culebrón y el espionaje

Petro denuncia dos veces en menos de 24 horas el peligro de un golpe de Estado en Colombia

El presidente Petro enfrenta un escándalo inesperado

El presidente Petro enfrenta un escándalo inesperado

Abel Gilbert

Abel Gilbert

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

"No vinimos a hacer las mismas porquerías de otros Gobiernos”. Gustavo Petro no pudo contener la compostura. Su tercer cimbronazo en casi 10 meses de gestión lo llevó a usar un tono inusual durante una ceremonia de ascenso de oficiales del Ejército. La razón de ese exabrupto estuvo relacionada con la salida del círculo de poder de Laura Sarabia, su mano derecha en calidad de jefa de Gabinete, y del embajador en Venezuela, Armando Benedetti. No se fueron por desavenencias políticas. Han sido protagonistas de un escándalo relacionado con escuchas ilegales, las llamadas "chuzadas", que rememoran los años del uribismo, así como actos de conspiración y chantaje.

La situación no hizo más que añadir un nuevo e inesperado problema a un presidente con una popularidad del 40% y que pocas semanas atrás había reordenado su equipo de ministros debido a una crisis que derivó en una ruptura de su alianza coyuntural con el centro.

Y todo comenzó con el robo de un maletín con miles de dólares de la casa de Sarabia. Tras ese episodio, el pasado 30 de enero, la niñera que cuidaba a su hijo y antes había cumplido similares funciones en el seno de la familia del embajador Benedetti, fue interrogada con polígrafo en la sede del Ejecutivo. Como si eso fuera poco, más tarde interceptaron sus conversaciones telefónicas con un informe falso de la policía, sacado a luz por la Fiscalía. Los uniformados a cargo de esa tarea alegaron haber estado escuchando a integrantes de la banda narcotraficante conocida como el Clan del Golfo. La explicación resultó tan inverosímil que abrió la puerta de otra investigación. Este viernes, la fiscalía informó que otra persona que iba a la casa de Sarabia para ayudarla en sus quehaceres domésticos también había sido espiada. "Las llamaron alias 'La Cocinera' y alias 'La Madrina' de Siopas", reveló el fiscal general Francisco Barbosa.

Sarabia y Benedetti protagonizaron una trama marcada por el rencor y la traición. Ella había sido secretaria del político costeño. Ambos se sumaron a la campaña electoral que permitió a Petro ganar las elecciones el año pasado. Al momento de formar Gobierno, el exguerrillero le dio a Sarabia un puesto más relevante. El destino caraqueño, señala la prensa colombiana, supuso para Benedetti cierta humillación.

En ese contexto de disputas que estaban lejos del centro de la escena política explotó el caso de la niñera Marelbys Meza. Benedetti fue sugerentemente señalado por Sarabia como la mano que tuvo detrás la denuncia que hizo la exempleada en la revista bogotana Semana, en la que negó cualquier implicación con el supuesto robo de dinero. El embajador rechazó indignado esa presunción. Contratacó asegurando de que los dólares que se esfumaron de la casa de Sarabia eran muchos más que los denunciados. Petro se vio obligado a prescindir de ambos cuando el incidente no solo tomaba la forma de un culebrón: salpicaba a su propia figura.

"La cúpula militar aquí presente, los generales y almirantes, saben perfectamente que ni el presidente ni ningún funcionario de este gobierno les ha dado alguna orden que tenga que ver con romper la Constitución; es más, quedan ustedes autorizados por el presidente de la República, por si eso ocurriese, que ustedes mismos lo denuncien", sostuvo Petro al explicar las remociones. La exfuncionaria dijo luego lo suyo. "Tengo plena tranquilidad de haber obrado correctamente", se defendió la exjefa de Gabinete y aseguró estar "presta a rendir todas las explicaciones necesarias para el esclarecimiento de los hechos".

La sombra de las "chuzadas"

Petro rechazó rotundamente que Sarabia u otra autoridad de su Gobierno hubieran estado detrás de la intervención telefónica de la niñera. Las escuchas ilegales marcaron al ejercicio del poder de Álvaro Uribe (2002-10). El propio presidente fue en su momento blanco de ese tipo de espionaje.  "Los que penetran las cuentas y las comunicaciones son terroristas. Le expreso mi rechazo a esta y a todas las chuzadas", le dijo en 2011 al propio Uribe a través de Twiter.

Según el portal La Silla vacía, "el novelón político truculento adquirió otras dimensiones" cuando la fiscalía general denunció que "las chuzadas", esa palabra que definía una épóca que casi todos querían olvidar, "han retornado a Colombia”, en alusión al seguimiento ilegal de numerosos opositores, magistrados y periodistas. Y a Petro no le quedó otra alternativa que avalar la dilucidación del escándalo. "Sería terrible que de mi Gobierno saliera una indicación que contradijese los objetivos por los que hemos luchado con décadas". La fiscalía, remarcó, puede investigar hasta donde quiera con la propia ayuda del Gobierno. Los resultados, confío el presidente, lo fortalecerán.

El escándalo no parece cerrarse con estos cambios sorpresivos y no hacen que erosionar la fortaleza de un Gobierno que todavía no se repuso de las rupturas de su frente parlamentario con la deserción del centro y que deja en el aire su intención de girar a la izquierda. "Colombia es, hoy, un revoltijo bíblico", sostuvo Ricardo Silva Romero, columnista del diario El Tiempo.