Victoria electoral

Erdogan, la forja de un autócrata

Erdogan reivindica la victoria en la segunda vuelta en Turquía para renovar su longevo mandato cinco años más

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Recep Tayyip Erdogan tras un mitin.

Recep Tayyip Erdogan tras un mitin. / Reuters

Begoña González
Adrià Rocha Cutiller
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Recep Tayyip Erdogan (Estambul, 1954) lleva más de 20 años al frente de Turquía e iniciará desde este mismo lunes un nuevo mandato de otros cinco tras superar al candidato opositor Kemal Kiliçdaroglu en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Su gestión ha transformado al país de arriba a abajo y lo ha convertido en el Estado que es hoy en día. Erdogan figura ya en los libros de historia como el hombre más importante de la política del país anatolio tras su fundador, Mustafa Kemal Ataturk, a quien incluso ha superado en longevidad de mandato.

Los inicios del presidente, en cambio, estuvieron alejados de la grandeza en la que vive ahora. Nació en Estambul, pero vivió su infancia en una pequeña localidad costera. Hijo de un capitán en la Guardia Costera de Turquía, su familia, musulmana de clase media-baja, se trasladó a Estambul cuando tenía unos 13 años desde el mar Negro con la esperanza de poderle proporcionar un futuro mejor a él y sus cuatro hermanos. Creció en el barrio obrero de Kasimpasa, en Estambul y en algunos reportajes recogidos en medios turcos, sus antiguos vecinos lo recuerdan como un joven "educado, trabajador y loco por el fútbol".

Erdogan, ahora convertido en el máximo exponente del islamismo político turco, inició sus estudios en una escuela religiosa cuando era joven. Su padre quería que fuera imán, y a medida que avanzaba en su educación, sus creencias religiosas se fueron acentuando hasta que durante la adolescencia, se unió a grupos juveniles islamistas que desafiaban a los regímenes nacionalistas laicos de la época y a los líderes golpistas que consideraban su deber garantizar una estricta separación entre la religión y el Estado. Tras una intensa militancia en la que llegó a dirigir las divisiones juveniles, se licenció en Administración de Empresas en la Universidad del Mármara. Erdogan jamás ha presentado un diploma o las pruebas de haberse graduado en dicha carrera y en múltiples ocasiones sus críticos lo han desmentido. Para ser presidente de Turquía hay que tener un título universitario según la legislación, y Erdogan parece ser que jamás lo obtuvo.

Su creciente fe y formación política se desarrollaron a la par que su afición por el balón. El que sería el futuro presidente de Turquía, pasó de vender dulces en los campos de fútbol a ganar cinco títulos a nivel semiprofesional en un club de Estambul. Años más tarde, el Fenerbahce le ofreció un contrato para su segundo equipo, pero forzado por los deseos de su padre de que continuara con su labor religiosa, terminó por rechazar la oferta y colgar las botas. El balón dejó paso poco después a otros menesteres como la militancia en los partidos islamistas de los años 70 que fueron moldeando su marcado carácter religioso que daría forma al actual Gobierno que dirige hoy en día de tintes populistas, islamistas, nacionalistas y cada vez más autoritarios.

Carrera política

Durante esa primera década en los años 70, Erdogan participó activamente en círculos islamistas y se afilió al Partido del Bienestar proislámico de Necmettin Erbakan, su mentor político. A medida que el partido ganaba popularidad en la década de 1990, Erdogan también. Hasta que finalmente fue elegido alcalde de Estambul en 1994 y gobernó durante cuatro años. Su andadura política apuntaba a un futuro brillante, pero se vio interrumpida abruptamente tras ser condenado a nueve meses de cárcel por "incitación al odio" durante la lectura de un poema nacionalista en un acto público.

La sentencia no detuvo a Erdogan, quien tras cumplir la mitad de la pena, volvió para dedicarse en cuerpo y alma a la política. Fue entonces, en el año 2001, con la ilegalización del partido de Erbakan, cuando Erdogan fundó el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) y tan solo un año después ganó las elecciones parlamentarias para terminar siendo elegido primer ministro en 2003. Empezó entonces un longevo mandato que ha transformado al país anatolio en direcciones opuestas. En un primer momento hacia la europeización y el desarrollo económico y más recientemente, durante la segunda década en el poder, sumiendo al país en una gravísima crisis económica y democrática.

Durante los primeros años, Erdogan se ganó la confianza de los mercados internacionales, engrosó la clase media turca y redujo drásticamente la pobreza y las cifras de paro. Su carácter reformista le valió incluso la posibilidad de iniciar el proceso de anexión a la Unión Europea. Ya a finales de ese periodo, los críticos empezaron a advertir de unas tendencias cada vez más autoritarias del mandatario. En 2013, tras una oleada de protestas que sacudió el corazón del país, Erdogan quedó señalado internacionalmente por sus medidas cada vez menos democráticas.

Tan solo tres años después, tras el intento de golpe de Estado de julio de 2016 organizado en su mayoría por miembros civiles y militares afines a Fethullah Gülen, Erdogan llevó adelante el que fue el giro autoritario definitivo de su Gobierno y que implicó una centralización exacerbada del poder en sus manos y una desinstitucionalización del Estado. Paulatinamente, fue tomando más y más poder y fue modificando, a través de decretos presidenciales, las leyes, las instituciones y los reglamentos, según sus necesidades. Su arbitrariedad económica en esta segunda década en el poder ha sido también parte de su identidad, pues empezó a aplicar medidas poco ortodoxas que han ido hundiendo al país en la más absoluta miseria.

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