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La mujer del gobernador de Florida, que ya ha anunciado su candidatura a la Casa Blanca por el Partido Republicano, es su confidente y asesora más estrecha

Casey DeSantis junto a su marido, Ron DeSantis, tras ser nombrado gobernador de Florida en 2019

Casey DeSantis junto a su marido, Ron DeSantis, tras ser nombrado gobernador de Florida en 2019 / ZUMA PRESS

Idoya Noain

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Algunos proyectos políticos individuales no se construyen en solitario. Uno de ellos es el de Ron DeSantis, el ultraconservador gobernador de Florida, desde esta semana por fin oficialmente aspirante a llegar a la Casa Blanca en 2024 y principal rival de Donald Trump en una lucha por lograr la nominación del Partido Republicano que ya tiene trazas de guerra encarnizada. En la carrera política del candidato de 44 años ha jugado, juega y se puede dar por sentado que jugará un papel fundamental su esposa, Casey, su principal confidente y su asesora más estrecha, que hace tiempo obligó a desterrar el tópico de “arma secreta”.

Antigua presentadora y productora de televisión, orgullosa madre de dos niñas y un niño y superviviente de cáncer de mama, Casey DeSantis es una golosina para el mundo conservador, y para las ambiciones nacionales de su marido. Glamurosa con un estilo cada vez más similar al de Jacqueline Kennedy y también al de Melania Trump, tiene la telegenia, las dotes de comunicación, el carisma y la sociabilidad de las que anda escaso el gobernador, señalado a menudo por las trazas robóticas que exhibe. Y las despliega a su favor, ya sea con vídeos respaldando sus campañas o en los actos políticos, tratando de mostrar el lado más humano de un hombre que se desenvuelve visiblemente incómodo en las interacciones a distancias cortas.

Como primera dama se ha volcado en iniciativas como Hope Florida, que conecta a personas con necesidades a organizaciones privadas y religiosas; programas de salud mental, de ayuda a los afectados por desastres o vinculados al cáncer. Pero el peso en la vida política de su marido, en cualquier caso, va más allá.

Antigua presentadora y productora de televisión, orgullosa madre de dos niñas y un niño y superviviente de cáncer de mama, Casey DeSantis es una golosina para el mundo conservador

Casey DeSantis, que conoció al ahora gobernador en 2006 cuando era un abogado y se casó con él tres años después en Disneyworld (epicentro ahora de una feroz batalla política y legal de su esposo con Disney), fue quien animó al entonces abogado civil graduado de Harvard y Yale y que pasó por las filas del ejército a dar el salto a la política en 2012, cuando llegó con la ola del Tea Party al Congreso, donde fue uno de los fundadores del ultra Freedom Caucus. Le ha ayudado en sus campañas hasta ahora a recaudar fondos, y a movilizar votantes.

Comparten, además, ideología y valores profundamente conservadores, así como la determinación de combatir lo que ven como una "epidemia woke”, incluyendo lo que ambos denuncian como un mundo corporativo mediático que consideran parcial. Y ella ha llegado a promocionar la ascendente carrera política de su marido como una misión divina.

Biografía y retrato

La atención a la primera dama de Florida se ha intensificado conforme DeSantis daba pasos hacia la carrera presidencial. Se recorre una y otra vez la biografía de Jill Casey Black: el nacimiento hace 42 años en Troy (Ohio), de un padre optometrista y una madre logopeda; los estudios universitarios de economía y francés en la Universidad de Carolina del Sur, donde formó parte del equipo ecuestre; el traslado a Jacksonville (Florida) para trabajar en televisión, reporteando primero sobre crimen y seguridad, luego en un canal de golf y luego como productora y presentadora de un talk show...

Pero crece, sobre todo, el escrutinio del papel político de Casey DeSantos, que ocupa una de las oficinas adyacentes a la del gobernador en el Capitolio de Tallahasee, más grande que la del jefe de gabinete. Algunos retratos, como uno que hizo recientemente ‘Politico’ asegurando que ella es “el mayor activo y el mayor lastre” para el candidato, han dejado la impresión de una mujer poderosa, una consejera feroz involucrada hasta el tuétano en decisiones de su esposo que van desde lo más nimio hasta la selección o despido de personal.

Ese extenso artículo de más de 4.600 palabras incluía referencias a menudo anónimas a su “ambición ciega” y la pintaba como “reina de hielo”, celosa protectora del ya reducido círculo más cercano a DeSantis, “la guardiana tras el trono” y una mujer “aún más paranoica” y “aún más vengativa” que él. Fue vilipendiado no solo desde círculos conservadores, sino también en progresistas, horrorizados ante una pieza de hedor sexista y que, casi a ciencia cierta, no se habría escrito sobre la esposa de un candidato demócrata. Y la publicación, que hace unos años renegaba de tildar a ninguna mujer como Lady Macbeth, sí usaba la referencia para hablar de Casey DeSantis, apelando a un comentario que hizo Roger Stone, el controvertido operativo aliado de Trump, cuyos defensores están volcados en asaltar la candidatura que ven como principal amenaza para el expresidente en su intento de volver a ser el nominado en 2024.

Un artículo del rotativo 'Politico' la pintaba como “reina de hielo”, celosa protectora del ya reducido círculo más cercano a DeSantis, “la guardiana tras el trono” y una mujer “aún más paranoica” y “aún más vengativa” que él.

Sin llegar tan lejos, otros muchos han contribuido en cualquier caso a asentar cierta imagen sobre Casey DeSantis. Alguien que trabajó en la misma televisión que ella recordaba en ‘Vanity Fair’ haber dicho una vez a un colega que “Casey quería ser la esposa de un senador”, a lo que él colega contestó: “No, pretende totalmente ser la esposa de un presidente”. Otras fuentes anónimas también ratificaban en la revista la idea de una pareja calculadora, que por ejemplo evita siempre que sea posible comunicarse por escrito porque “no quieren dejar un rastro”. Desde el anonimato alguien aseguraba que “usan a la gente como papel de baño”.

Porque surge también el retrato de una pareja indisociable. En ‘Vanity Fair’ otro empleado de DeSantis en su época en el Congreso aseguraba que “la única persona a la que él escucha es Casey”. En ‘Politico’ el antiguo congresista estatal republicano David Jolly aseguraba que “ella está tan involucrada en su ascenso como el propio Ron”. Y Scott Parkinson, que fue jefe de personal de DeSantis en Capitol Hill, ratificaba a a ‘Business Insider’: “Ella es el factor X. Los dos completan el elemento político que es él. Sin Casey, él no sería la misma persona”.

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