El príncipe Enrique y el duque de York, los dos proscritos de la familia real

La mala relación que el príncipe Enrique, hijo menor del rey Carlos III del Reino Unido, y su tío el príncipe Andrés mantienen con la familia real quedó patente tanto en la Abadía de Westminster, durante la ceremonia de coronación, como en el balcón del Buckingham Palace, al que ninguno de los dos salió a saludar al público que aguardaba a los nuevos monarcas.

El duque de Sussex llegó este sábado a la Abadía de Westminster para asistir a la coronación de su padre, junto con sus primas, las princesas Beatriz y Eugenia, hijas de tu tío Andrés, el otro proscrito de la familia real.

Tanto Enrique como Andrés han estado en el Ejército británico. El primero vistió de civil en la ceremonia, aunque con sus condecoraciones en la solapa. El duque de Sussex, que ha criticado duramente a su familia en su libro 'En la sombra (Spare', en inglés), viajó desde Los Ángeles (EEUU), donde reside con su familia, pero sin su esposa, Meghan, ni sus dos hijos, los príncipes Archie y Lilibet. El mayor cumple este sábado años, por lo que está previsto que cuando acabe la ceremonia Enrique regrese a Estados Unidos.

A la abadía también asistieron el duque de York, que también está apartado de las funciones oficiales de la familia real británica, por su relación con el caso Epstein, condenado por abuso de menores, y sus hermanos, los príncipes Ana y Eduardo. El príncipe Andrés lucía el manto de la Orden de la Jarretera, la orden de caballería más destacada de la monarquía británica, una distinción que desde que su madre, la reina Isabel II, le retiró los honores no le dejaban usar.

Ninguno de los dos ha salido al balcón del palacio desde el que el rey Carlos III y la reina Camila, acompañados de sus familias, han salido a saludar a las numerosas personas que aguardaban esta tradición con la que han concluido los fastos.

La exhibición de helicópteros y aviones de las Fuerzas Armadas Británicas se ha visto reducida debido a las condiciones climatológicas, que también han puesto más difícil la espera de los flamantes monarcas.