Potencia bélica
Las armas nucleares tácticas, la baza de Putin para escalar el conflicto Rusia-Ucrania
Crece el temor en Kiev y Occidente a que recurra a ese tipo de armamento tras la decisión de desplegar misiles con cargas atómicas en Bielorrusia

Prueba nuclear / Efe


Àlex Bustos
Àlex BustosPeriodista
Rusia luce con orgullo su estatus de potencia nuclear. Aunque Estados Unidos fue el país pionero en este campo en 1945, al cabo de pocos años, su máximo rival, la Unión Soviética, también la consiguió, concretamente en 1949. Y la Federación Rusa, el Estado heredero, es la que, a día de hoy, dispone de más armamento de este tipo: se calcula que cuenta hasta con 4.500 proyectiles activos, de acuerdo con datos de la Federación de Científicos estadounidenses. Hasta hace pocos días, todos ellos se localizaban únicamente en territorio ruso, una circunstancia cambiará después del anuncio, hace una semana, de que Bielorrusia albergará instalaciones y misiles nucleares. Se trata de una decisión recibida con preocupación por Ucrania y Occidente, que temen que este tipo de armamento pueda ser utilizado en el frente de guerra después de las advertencias de Moscú de recurrir a su vasto arsenal.
El principal tipo de misil con que cuenta el Ejército ruso es el táctico nuclear (TNW, arma nuclear táctica, por sus siglas en inglés), destinado a impactar en un objetivo concreto en el campo de batalla y no a arrasar con ciudades repletas de civiles. Debido a un secretismo propio de la Guerra Fría, existe escasa información pública sobre el arsenal del que dispone Moscú. Desde Washington se estima, sin plena certeza, que Rusia tendría hasta 2.000 proyectiles de este tipo, 10 veces más que EEUU. Estas armas se pueden incorporar a misiles y torpedos desde fuerzas terrestres, navales y aéreas.
Siendo Rusia el país más extenso, es complicado saber dónde se halla desplegado semejante armamento. La OTAN siempre ha vigilado cualquier posible lugar donde se pudieran esconder, incluso años antes de la ofensiva rusa en Ucrania. Uno de los puntos estratégicos es el enclave de Kalinigrado, situado en el mar Báltico, entre Polonia y Lituania, donde Occidente sospecha que habrían sido desplegados los Iskander, los misiles más avanzados técnicamente, capaces de portar una carga nuclear. Desde esa localización, Rusia podría disparar contra la mayor parte de Europa Occidental. Además, el Kremlin ha amenazado con mover al enclave misiles atómicos e hipersónicos -que viajan a 6.2000 kilómetros por hora, cinco veces la velocidad del sonido- si Finlandia y Suecia finalmente se unen a la OTAN. Finlandia ya ha logrado que todos los miembros de la Alianza Atlántica ratifiquen su adhesión, y Suecia se encuentra a la espera del visto bueno de Hungría y Turquía.
Aunque Minsk acogerá parte del importante arsenal nuclear ruso, este equipamiento seguirá siendo propiedad de Rusia, algo parecido a lo que hace EEUU en países como Alemania o Turquía. Bielorrusia, igual que Kazajistán y Ucrania, tenía armas atómicas soviéticas tras la disolución de la URSS, aunque las devolvió a Rusia después de firmar el Memorandum de Budapest en 1997, además de entrar el Tratado de No Proliferación Nuclear. El primero suponía, entre otros puntos, el respeto a la integridad territorial de estos países.
El botón nuclear
El presidente ruso, Vladímir Putin, es quien tiene la última palabra en el uso de estos proyectiles. Aunque desde el oficialismo ruso ya se ha pedido el uso de TNW en Ucrania - el líder checheno Ramzán Kadírov lo demandó cuando las fuerzas de Kiev reconquistaron Jersón - esa idea parece descartada por el momento para el líder ruso. Si se lo planteara, fuentes occidentales apuntan a que consultaría con sus aliados cercanos del Consejo de Seguridad ruso antes de dar la orden, a través de los mandos militares, de preparar el proyectil para su uso en el campo de batalla.
La mayor parte del arsenal nuclear ruso, sino la práctica totalidad, se desarrolló en el marco de la carrera armamentística con EEUU y el bloque capitalista. Moscú es reticente a desvalijar su arsenal, aunque ha accedido a firmar acuerdos de No Proliferación con Washington como el tratado Nuevo START, participación que ha suspendido recientemente.
Durante la Guerra Fría, el Kremlin probó el mayor explosivo de la historia de la humanidad, la llamada "bomba Tsar", que llegó a causar destrozos en edificios a 280 kilómetros del punto cero de la deflagración y tuvo una potencia de 50 megatones, más de 3 veces la de Hiroshima. Este tipo de armas se halla en desuso actualmente, y los misiles rusos son de una potencia inferior. Sin embargo, algo que puntualmente se señala desde el oficialismo ruso, a diferencia de EEUU, es que Rusia nunca las ha usado en una guerra.
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