Impacto en la región

La reconciliación entre Irán y Arabia Saudí permite soñar con otro Oriente Próximo

Siria, Yemen, Irak o el Líbano, afectados por los enfrentamientos entre ambas potencias, celebran la inesperada noticia mientras que en Israel lamentan el alejamiento de los saudís y la desprotección ante su enemigo iraní

El asesor de seguridad saudí Musaad bin Mohammed Al Aiban estrecha la mano al secretario del Consejo de Seguridad Nacional iraní, Ali Shamkhani, en presencia del director de la oficina de la Comisión de Asuntos Exteriores Wang Yi, el pasado 10 de marzo en Pekín.

El asesor de seguridad saudí Musaad bin Mohammed Al Aiban estrecha la mano al secretario del Consejo de Seguridad Nacional iraní, Ali Shamkhani, en presencia del director de la oficina de la Comisión de Asuntos Exteriores Wang Yi, el pasado 10 de marzo en Pekín. / CHINA DAILY / REUTERS

Andrea López-Tomàs

Andrea López-Tomàs

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En algunos despachos de líderes de Oriente Próximo, aún están procesando la noticia. El restablecimiento de relaciones entre las dos superpotencias de la región, Arabia Saudí e Irán, tras siete años sin vínculos diplomáticos ha pillado a muchos por sorpresa. Si el acercamiento se consolida, ambos países podrían diseñar un futuro muy distinto para este extenso territorio, amalgama de conflictos, tensiones y enfrentamientos abiertos. Desde Yemen, Siria o el Líbano, con áreas bajo gran influencia iraní y saudí, han celebrado la reconciliación. Pero, en cambio, en Israel el anuncio ha llegado en el peor momento. 

Irán es el que sale más beneficiado de este acuerdo. Los meses de protestas han condenado al régimen de los ayatolás a un creciente aislamiento internacional. Mientras, las negociaciones para restablecer el acuerdo nuclear con varios países occidentales están estancadas. En cambio, Arabia Saudí ha actuado desde una posición de fuerza en el diálogo mediado por China. Con esta alianza, a su vez, lanza un mensaje al presidente estadounidense, Joe Biden, que ve cómo su país pierde poder en la región donde ha intervenido repetidas veces durante las últimas décadas.

Desde que ambos países rompieron relaciones diplomáticas en 2016, los líderes iranís y saudís no han dejado de tirarse dardos. Su rivalidad ha avivado los conflictos en toda la región, desde Irak hasta Siria, pasando por Yemen y el Líbano. Durante estos años, ambos se han acusado de apoyar a terroristas y milicias armadas. Por lo tanto, se prevé que un Oriente Próximo con los grandes representantes de las principales ramas del islam reconciliados goce de una tranquilidad inédita. El año pasado, Emiratos Árabes Unidos ya reestableció lazos diplomáticos con Irán. Qatar siempre ha mantenido una buena relación con el país de mayoría chií. Ahora, Teherán espera reconciliarse con otros países de la región, como Bahréin, donde se le acusa de haber apoyado el levantamiento de 2011.

Mala noticia para Israel

Quién más está lamentando este arreglo es Israel. El Estado hebreo vive sus horas más tensas con protestas multitudinarias en contra de la reforma judicial propuesta por el Gobierno de Binyamín Netanyahu. El líder se ha presentado durante mucho tiempo como el mandatario israelí mejor calificado para luchar contra Irán y el más capaz de conseguir que Arabia Saudí se sume a los Acuerdos de Abraham que ya ha firmado con otros países árabes. Pero este anuncio parece más lejos que nunca. Israel confiaba en que los temores compartidos ante el poder creciente de Irán motivarían la oficialización de relaciones con Riad y construir un frente común en la región contra la teocracia que amenaza su existencia. 

Ahora, el Estado hebreo se ha quedado solo en la región para luchar contra Irán. Sus recientes amistades, los estados del Golfo, se están acercando a su gran enemigo. Para sus países vecinos, en cambio, la reconciliación es motivo de esperanza. En Siria, el Ministerio de Exteriores lo ha descrito como un "paso importante" que podría impulsar la estabilidad regional. Su presidente, Bashar el Asad, gran aliado de Irán, vive uno de sus momentos más dulces en la última década. El deshielo del dictador en la escena internacional y regional ha motivado a Arabia Saudí a afirmar que la reincorporación del país en la Liga Árabe está cerca. 

Esperanza en Yemen y Líbano

En un Yemen castigado por casi una década de guerra, los lazos restaurados entre Riad y Teherán podrían facilitar un acuerdo entre Arabia Saudí y los rebeldes hutís, apoyados por Irán. También en el Líbano, otro de los países de la región donde las dos superpotencias juegan sus cartas, se ha aplaudido el gesto. Tras más de cuatro meses sin presidente ante la incapacidad del Parlamento de ponerse de acuerdo, la clase política libanesa confía en que el acercamiento pueda poner fin a la parálisis. En 2021, Arabia Saudí y sus aliados del Golfo retiraron a sus embajadores del país mediterráneo por el supuesto control de Hizbulá sobre el Estado.

La milicia libanesa es una de las más fieles aliadas de Irán. "El retorno de las relaciones entre Irán y Arabia Saudí es un paso muy bienvenido y trabajará a favor de los pueblos de la región", dijo el líder de Hizbulá, Hasán Nasrallah, en un discurso el pasado viernes. "Este importante desarrollo podría abrir horizontes en toda la región, incluido el Líbano", añadió Nasrallah. En Irak, tablero de juego para iranís, saudís y estadounidenses, han descrito el acuerdo como una "forma de pasar página". También en Palestina, representantes de la Organización para la Liberación de Palestina y de las milicias Hamás y Yihad Islámica han acogido con satisfacción la decisión.

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