Oleada de protestas

Francia afronta la recta final del pulso por las pensiones

Las huelgas y protestas pierden algo de fuelle la víspera del examen definitivo en la Asamblea Nacional del aumento de la edad mínima de jubilación de 62 a 64 años

FRANCIA

FRANCIA / Yoan Valat /EFE

Enric Bonet

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Recta final en el intenso pulso social por la reforma de las pensiones en Francia. Los sindicatos franceses organizaron este miércoles la sexta jornada de huelga general contra el aumento de la edad mínima de jubilación (con 42 o 43 años cotizados para recibir una pensión completa).

Esta nueva movilización coincidió con la reunión de la comisión que sirve de enlace entre la Asamblea Nacional y el Senado, que se puso de acuerdo sobre el texto. Por consiguiente, la impopular medida, rechazada por un 67% de los franceses, según los últimos sondeos, será examinada definitivamente el jueves en ambas cámaras. Ante la dificultad de convencer a una mayoría absoluta de diputados, el Gobierno de Emmanuel Macron podría recurrir a un polémico decreto gubernamental y aprobarla sin una votación en la Cámara baja.

Después de las movilizaciones multitudinarias de los últimos dos meses —las huelgas generales del 31 de enero y del 7 de marzo fueron las más masivas de las últimas décadas —, los sindicatos franceses quieren mantener la presión sobre el Ejecutivo centrista, aunque empiezan a mostrar sus primeros síntomas de fatiga y los límites de su estrategia de multiplicar las jornadas de protestas y paros laborales, tanto durante la semana como en fin de semana.

Entre 1,7 millones de personas, según los sindicatos, y 480.000, según la policía, se manifestaron este miércoles en el conjunto del país vecino. Representaron unas protestas más concurridas que las del sábado pasado, pero inferiores a las cuatro grandes movilizaciones de esta oleada, con más de un millón de personas en la calle.

"Ya hace dos meses que duran estas protestas. Y con la inflación, no resulta nada fácil para la gente hacer prácticamente un día de huelga todas las semanas", reconocía a EL PERIÓDICO Laurent Lucas, de 64 años, un profesor jubilado que no se ha perdido ninguna de las ocho jornadas de movilizaciones contra la reforma. "Lo que más me duele es el menosprecio del presidente", añadía desde las filas de la manifestación en París, donde participaron entre 450.000 personas, según los sindicatos, y 37.000, según las fuerzas de seguridad.

Huelga de los recogedores de basura

Ante la posición dura del Ejecutivo macronista, que no parece dispuesto a ceder a la presión social, los sindicatos han impulsado desde la semana pasada huelgas ilimitadas en algunos sectores, como los trenes, metros, refinerías de combustible o en empresas de recogida de basura. Pero, frenados por la dificultad de ausentarse de su puesto de trabajo en estos tiempos de inflación, no han logrado "bloquear la economía". Los paros ilimitados están siendo menos nutridos en los transportes —sobre todo en el metro de París, que circula con cierta normalidad— que en diciembre de 2019, en otra oleada de huelgas contra el primer intento de Macron para reformar el sistema de jubilaciones galo, uno de los más avanzados de Europa. 

En cambio, aquellas huelgas que tienen una mayor repercusión son las de los recogedores de basura en París, donde se han acumulado cerca de 7.000 toneladas de desechos. Estas montañas de basura en las calles de la capital francesa han provocado un cruce airado de críticas entre el Gobierno y el Ayuntamiento parisino. Huelgas parecidas por parte de estos trabajadores, tan invisibles como esenciales, acaecen en Nantes, Le Havre, Saint Brieuc o Antibes. Los basureros se han convertido en un símbolo de la oposición a la reforma de las pensiones.

Centenares de manifestantes se concentraron el martes delante de la sede en París del partido de Macron y lanzaron bolsas de basura. Acciones de este tipo, como un bloqueo el miércoles por la mañana de la empresa culinaria donde se preparan los platos que se sirven en Disneyland o un corte de circulación en la entrada de una de las fábricas de Michelin, se reproducen a lo largo del país. Algunas rotondas también son ocupadas, al más puro estilo chalecos amarillos, y se llevan a cabo cortes de carreteras que duran horas. Aunque las protestas se han caracterizado por su carácter pacífico y festivo, la temperatura va subiendo en el bullicioso país vecino. 

¿Reforma por decreto?

La reforma podría ser aprobada definitivamente el jueves. Tras la votación en primera instancia el sábado por la noche del texto en el Senado, la comisión mixta paritaria (formada por siete diputados y siete senadores) dio este miércoles su visto bueno al texto, con el apoyo de los representantes macronistas y de Los Republicanos (LR, afines al PP). "Aunque la reforma haya sido votada, vamos a seguir manifestándonos. Una ley aún puede ser retirada tras haber sido votada. Así sucedió en 2003 (con un contrato laboral especial y más precario para jóvenes)", explicaba Pierre-Emmanuel Chanioux, de 45 años, un artesano también presente en la marcha parisina.

Se desconoce, sin embargo, si en la Asamblea Nacional habrá una votación normal. O si bien el Ejecutivo la aprobará finalmente por decreto, a través del polémico artículo 49.3 de la Constitución. Pese haber llegado a un acuerdo con la dirección de LR, numerosos diputados de la derecha republicana se oponen a respaldar el texto, así como varios representantes del partido de Macron y otras formaciones de centro.

"No hemos hablado de la hipótesis de un 49.3 en el Consejo de Ministros", dijo Olivier Véran, portavoz del Gobierno. A pesar de este discurso oficial, al macronismo no le terminan de salir los números, y eso que presiona desde hace días a los disidentes. El presidente se reunió por la tarde en el Elíseo con la primera ministra Élisabeth Borne y varios ministros para analizar la situación. Si al final decidiera activar la palanca del 49.3, eso acentuaría la indignación. "Sería un vicio antidemocrático", considera Jacky Leboeuf, de 67 años, que no se ha perdido ninguna de las protestas.