Nueva designación

Li Qiang: un primer ministro pragmático para reflotar la economía de China

El número dos del Partido Comunista es elegido primer ministro, un cargo jibarizado por el auge de Xi Jinping

Li Qiang, nuevo primer ministro de China

Li Qiang, nuevo primer ministro de China / agencia

Adrián Foncillas

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El nuevo primer ministro chino se llama Li Qiang, tiene 63 años y nació en Wenzhou, cuna de los más duros negociadores si atendemos a la creencia popular. Agarra el timón tres meses después de que China virara su prioridad desde la protección contra el virus al estímulo de la economía. Hay pocas dudas sobre sus aptitudes, hay muchas más sobre su margen de acción desde un cargo jibarizado tras la irrupción de Xi Jinping en el escenario político.

Li ha sido elegido esta mañana por la Asamblea Nacional Popular con 2.936 síes y apenas una docena de noes y abstenciones. Se daba por descontado desde que fuera aupado a la segunda posición del partido en el congreso de otoño. Aquel cónclave le sirvió a Xi para expurgar del Comité Central del Politburó a las dos corrientes que se habían repartido el poder en las últimas décadas: el clan de Shanghái, liderado por el expresidente Jiang Zemin, y la Liga de Juventudes Comunistas, apadrinado por el expresidente Hu Jintao. El primero falleció recientemente y el segundo sufre severos achaques de salud.

La misión encargada es de órdago. La economía china apenas creció un 3% el pasado año, lastrada por los encierros de la política cero covid, el consumo interno renqueante, turbulencias en sectores tan relevantes como el inmobiliario y los palos en las ruedas de Estados Unidos, cada vez más hostil en su guerra comercial y tecnológica. Li alcanza el cargo con un currículum heterodoxo: no había habido primeros ministros sin experiencia en el Consejo de Estado ni ha ejercido en las provincias rurales, un requisito exigido a los más altos cargos para asegurarse de que tienen todo el país en la cabeza. Cuenta, a cambio, con la plena confianza presidencial.

Amistad con Xi Jinping

Li se especializó en mecanización agrícola y trabajó en una empresa de irrigación. Su anodina carrera política floreció cuando a Zhejiang, su provincia natal, llegó como secretario general un joven prometedor de alta alcurnia revolucionaria. Era Xi Jinping y en 2002 forjaron una amistad estrecha. De la fidelidad de Li no hay dudas: el pasado año aplicó con entusiasmo la política de cero covid durante los dos meses que fue encerrada Shanghái.

Dicen de Li que es pragmático y defiende el espacio del sector privado. Tanto en Zhejiang como en Shanghái, dos polos económicos de la costa oriental, luchó contra la paralizante burocracia china, reduciendo los trámites para el registro de empresas y agilizando los mecanismos productivos.

En la capital financiera china multiplicó la inversión extranjera y favoreció la apertura de la macrofábrica de Tesla, la primera fuera de Estados Unidos. Es un entusiasta de la transformación digital y se ha reunido en varias ocasiones con los más rutilantes empresarios del sector: Pony Ma, de Tencent, Robin Li, de Baidu, Jack Ma, de Alibaba… Su biografía, pues, revela potenciales fricciones con Xi Jinping: pragmatismo frente a ideología, entusiasta del sector privado sobre la maquinaria estatal y cercano a una industria tecnológica que ha sido embridada en los últimos años por Pekín. El tiempo dirá si cumplió su hoja de ruta o sucumbió como su predecesor, Li Keqiang.

Este ha sido probablemente el primer ministro más irrelevante de la historia china. Diez años atrás, cuando fue elegido como pareja de Xi, se esperaba que adelantara su programa reformista. El resultado es desolador. El presidente, alfa y omega de la escena política, fue arrinconándolo desde el primer día hasta su reciente despedida en la apertura de la asamblea como un hombre vencido. Sus discrepancias eran manifiestas. Li desconfiaba de los datos económicos oficiales y recordó que millones de chinos vivían con unas decenas de dólares cuando Pekín proclamaba su victoria contra la pobreza.

En contra de Li juega un cargo rebajado que en su día ocuparon tipos tan capaces y queridos como Zhou Enlai, Zhao Ziyang o Wen Jiabao. A favor juega su fidelidad a Xi Jinping, el valor más seguro que se despacha hoy en la política china.

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