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Alrededor de 1,5 millones de operaciones estética se realizan cada año en El Líbano, con apenas seis millones de habitantes

Salón de belleza en Beirut.

Salón de belleza en Beirut. / Andrea López-Tomàs

Andrea López-Tomàs

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A medida que se acercan las vacaciones del Eid, al final del Ramadán, cada vez más mujeres empiezan a despedirse de su reflejo en el espejo. En unas semanas, cambiará. Durante esta fecha festiva, decenas de mujeres –y algún que otro hombre– viajarán al Líbano. Cuando vuelvan a casa, en cualquier rincón del globo, su aspecto será otro. Por el módico precio de 2.800 dólares, obtienen vuelos a Beirut, seis noches de hotel con desayuno incluido y… una nariz nueva. Sólo por 600 euros más pueden sumar un tratamiento de rejuvenecimiento facial con botox y rellenos. Y es que este pequeño país a orillas del Mediterráneo es el paraíso de la cirugía estética. Pasar por el bisturí es, para muchas, parte del plan de viaje. 

“Durante las vacaciones, nosotros también estamos en temporada alta”, cuenta Charbel el Feghaly, cirujano plásticoen el hospital Hotel Dieu de Beirut. En un país que tiene seis millones de habitantes, se realizan alrededor de 1,5 millones de operaciones estéticas al año. “Ya estamos totalmente reservados para el Eid, porque la gente viaja desde otros países para someterse a cirugía plástica aquí: si vienen de Estados Unidos y pasan sus vacaciones aquí, teniendo en cuenta todo el tiempo de recuperación, les costará menos que hacerse solo el procedimiento allí”, explica para este diario. En parte, esta industria sobrevive gracias a los 15 millones de libaneses en la diáspora

Charbel el Feghaly es un cirujano plástico en el Hotel Dieu de Beirut.

Charbel el Feghaly es un cirujano plástico en el Hotel Dieu de Beirut. / Andrea López-Tomàs

Pero el Líbano también es el país que sufre una de las peores crisis económicas en todo el mundo desde 1850, según el Banco Mundial. Su población, tres cuartas partes de la cual está bajo el umbral de la pobreza, lleva más de tres años sufriendo una debacle económica que parece no tener fin. Pero aún queda un reducto de la ciudadanía que vive completamente ajena a ella. “La carga de trabajo de la cirugía plástica ha disminuido un poco, no podemos negar eso, pero hay muchos pacientes locales que pueden y tienen los medios para someterse a la cirugía plástica”, reconoce Feghaly. Además, los precios más bajos en comparación con el resto de Europa o Estados Unidos atraen a gente de todo el mundo a los quirófanos de este país de Oriente Medio.

'Influencers' como referentes

“Nuestros doctores son tan buenos, porque hacen muchísimas operaciones de forma masiva”, señala Myriam Sfeir, directora del Instituto Árabe de Mujeres de la Universidad Libanesa Americana. Antes de la crisis, era tan común que hasta los bancos ofrecían créditos a las mujeres para someterse a un arreglo estético. “Es repugnante; se publicita en la televisión, en la calle, en los medios, como si te estuvieran obligando a ajustarte a un modelo específico de mujer”, denuncia esta activista feminista. Además, la coacción se siente a todas las edades. “Al envejecer, todas las personas de tu edad se ven mucho más jóvenes, y sientes esta presión indirecta sobre ti”, dice esta madre de dos hijas adolescentes.

Los salones estéticos se suceden en cualquier pueblo libanés. En un país con un elevado culto a la belleza, las esteticistas se desplazan hasta tu domicilio con un estudiado arsenal para dejarte como nueva. Algunas farmacias venden inyecciones de botox. Y familiares, amantes y conocidos comentan sobre tu aspecto sin apenas miramientos. “Ahora lo peor son las redes sociales que muestran una imagen y un tamaño específicos de cómo debes lucir”, apunta Sfeir. “Los adolescentes no se quitan los teléfonos de las manos y, como las chicas no tienen modelos a seguir, tratan de emular a las 'influencers'”, relata sobre lo que también ve en casa. 

"Somos una sociedad a la que le gusta cuidar su apariencia, le dedicamos mucho interés y mucho tiempo y, desgraciadamente, juzgamos a las personas en función de su aspecto”, reconoce Charbel el Feghaly, cirujano plástico y reconstructivo

Éxodo de doctores

Estos referentes en redes suelen ser mujeres con unas caras perfeccionadas al milímetro, y unos cuerpos con horas de trabajo y miles de dólares invertidos. “Cuando piensas en alguien guapo, te viene a la mente una persona blanca rubia”, denuncia Sfeir. Pero ser así de manera natural, en el Líbano, es prácticamente imposible. Así que la industria de la cosmética se enriquece a costa de estas inseguridades. “Somos una sociedad a la que le gusta cuidar su apariencia, le dedicamos mucho interés y mucho tiempo y, desgraciadamente, juzgamos a las personas en función de su aspecto”, critica Feghaly. 

“Por eso, someterse a una operación estética es algo muy libanés”, añade. Pero, en el camino, este doctor de 28 años también se ha dado cuenta de cómo puede cambiarle la vida a alguien con solo un pequeño retoque. Eso es lo que le atrapó de su trabajo. Aún así, sabe que haberse formado como cirujano plástico en la Meca de esta industria le garantizará muchas oportunidades fuera. El 25% de los médicos en el Líbano ya han abandonado el país a causa de la crisis económica, y Charbel se plantea hacer lo mismo. “En unos años, notaremos el gran vacío en el mercado, pero ahora, este éxodo es malo para el país porque estamos perdiendo talento”, lamenta Feghaly.

Politización de la belleza

En el Líbano, someterse a una operación estética está vinculado a un cierto estatus social. Es muy común ver a mujeres presumiendo de su inminente belleza al salir a cenar en los más exclusivos restaurantes con una tirita sobre su nariz. “La gente habla de ello, no se esconden, ya que someterte a una operación tiene connotaciones positivas y la gente a tu alrededor lo apreciará”, aclara Feghaly. Además, las largas listas de espera de los mejores cirujanos lo confirman. 

Ni la crisis ha podido con la presión estética. “Hay una politización de la belleza para controlar a las mujeres; hay una forma específica sobre cómo debes lucir y si no lo haces, nunca serás aceptada en la sociedad”, deplora Sfeir. “Pero esta obsesión por la forma en que te ves es muy dañina porque sigues intentándolo, tienes estándares por debajo de los cuales no te consideras atractiva, así que siempre estarás frustrada”, concluye esta activista feminista.

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