El continente deseado

Biden busca revitalizar la relación con África, con China y Rusia en el radar

El presidente de EEUU viajará este año al continente como parte de una ofensiva diplomática para subrayar una nueva época de "cooperación"

El objetivo de Washington es tratar de recuperarse de la erosión de influencia en las últimas dos décadas, conforme crecía la de Pekín y Moscú

El presidente de EEUU, Joe Biden.

El presidente de EEUU, Joe Biden. / Michael Brochstein/ZUMA Press Wi / DPA

Idoya Noain

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Cuando en 2018 John Bolton, entonces Asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, presentó la estrategia de la Administración de Donald Trump para África, el titular en 'The New York Times' recogía la intención más obvia que emanaba de todo el documento: "Bolton delinea una estrategia para África que realmente trata de contrarrestar a China”. El Gobierno de Joe Biden mantiene esa meta, a la que se suma responder a la también creciente influencia de Rusia en el continente, pero los esfuerzos del actual presidente de EEUU son vistos al menos como más sutiles y sofisticados que los de su predecesor.

Biden ya está dando pasos concretos para tratar de reforzar alianzas y lazos con África. El término que elige para hablar del continente es "cooperación". Y es el que repitió el pasado diciembre, cuando organizó en la Casa Blanca una cumbre de líderes en la que participaron 49 naciones africanas. Era la segunda reunión de este tipo que acogía Washington tras la primera organizada por Barack Obama en 2014.

En ese encuentro Biden comprometió 55.000 millones de dólares para apoyar la Agenda 2063 de África. Aunque buena parte de los fondos no son de nueva asignación, representan una inyección en proyectos de salud, lucha contra el cambio climático y el impacto del covid-19, desarrollo de infraestructuras o refuerzo de la seguridad alimentaria, golpeada por la guerra de Ucrania y su impacto en el comercio de grano y fertilizantes además de por problemas regionales como las sequías. También se anunció que se destinarán 165 millones a apoyar "elecciones pacíficas y transparentes".

Biden además aseguró ante sus homólogos que "África debe estar en la mesa en todas las salas donde se habla de los retos globales y en cada institución donde tienen lugar las conversaciones". Renovaba así el mensaje que lanzó en septiembre en Naciones Unidas respaldando que el continente tenga un asiento en una potencial reforma del Consejo de Seguridad. Y sumaba la propuesta de que la Unión Africana entre en el G-20.

Debilitamiento

Eran muestras de su empeño por tratar de inyectar vigor a una relación fundamental que se ha estancado en las dos últimas décadas, conforme se ha ido erosionando la influencia occidental en África, un fenómeno que está ampliamente diagnosticado por expertos y observadores y que subrayan algunos números específicos, especialmente marcados desde que China puso en marcha en 2013 su programa de la Nueva Ruta de la Seda.

El gigante asiático, por ejemplo, más que cuadriplica a EEUU en términos de intercambios comerciales con África. Aunque EEUU entre 2019 y 2021 logró elevar un 22% las cifras de ese comercio hasta los 44.900 millones de dólares, las de China en ese mismo periodo se elevaron un 35%, hasta los 254.000 millones. La inversión directa estadounidense, mientras, cayó un 5,3%, hasta los 30.000 millones, mientras China se asentaba con casi el doble como el mayor proveedor de inversiones extranjeras directas, apoyando con ello cientos de miles de empleos.

Pekín y Moscú

Desde la Casa Blanca se insiste en que su "alianza con África no es sobre otras naciones", sino que "EEUU ve a los países africanos como socios genuinos y quiere construir relaciones basadas en respeto mutuo". Eso es lo que dijo recientemente en la sala de prensa la portavoz de Biden, Karine Jean-Pierre. Ya en diciembre, justo antes de la reunión con líderes africanos, Jake Sullivan, el asesor de Seguridad Nacional, proclamaba: "El espíritu de la cumbre no es qué haremos por las naciones y pueblos africanos, sino qué haremos con ellos". Y aunque esa filosofía responde a las reclamaciones de los gobernantes africanos, el trasfondo de competición económica y geopolítica de Washington con Pekín y Moscú en la región es evidente.

En la propia estrategia para el África subsahariana del Gobierno de Biden, presentada en 2022, se registraba la visión de que, frente a la sintonía en el enfoque de sus políticas hacia África con las de "aliados de Europa, Oriente Próximo y el Indo-Pacífico", Pekín y Moscú representan retos. China, según el documento, ve el continente como "un importante escenario para retar el ordenamiento internacional, impulsar sus propios intereses comerciales y geopolíticos, minar la transparencia y la apertura y debilitar las relaciones de EEUU con gobiernos y pueblos africanos".

Rusia, se asegura también, ve un "ambiente permisivo para compañías estatales y militares privadas que a menudo fomentan inestabilidad para beneficio financiero y estratégico", una referencia velada a actividades como las de los mercenarios de Wagner en Mali, Burkina Faso, Sudán y República Centroafricana. Y se acusa al Kremlin de "usar sus lazos de seguridad y económicos, así como la desinformación", para minar la oposición a la invasión de Ucrania. En la última votación en la Asamblea General de la ONU instando a Rusia a sacar sus tropas, Eritrea y Mali fueron dos de los siete países que votaron contra la resolución y otras 15 naciones africanas se abstuvieron (casi la mitad de las 32 abstenciones totales). Cinco más no participaron en la votación.

Ofensiva diplomática

Después de que Donald Trump se convirtiera en el primer presidente estadounidense desde Ronald Reagan que no visitaba África (a cuyos países además insultó), y aunque Melania Trump realizó un viaje salpicado de polémica, Washington está llevando a cabo también una destacable ofensiva diplomática en el continente. El secretario de Estado, Antony Blinken lo visitó tres veces el año pasado, en una de esas ocasiones acompañado por el secretario de Defensa, Lloyd Austin. También en tres ocasiones lo ha visitado Linda Thomas Greenfield desde que fue nombrada embajadora ante la ONU, la última poco antes de la votación en la Asamblea General en el aniversario de la guerra de Ucrania. En las últimas semanas se han sumado viajes de la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, y de la primera dama, Jill Biden. Y además de visitas de otros miembros del gabinete, este año viajarán a África la vicepresidenta, Kamala Harris, y el propio Biden. Aún no se han dado fechas ni detalles sobre el viaje del presidente.

Es una muestra de respeto pero en todos esos viajes la sombra de China y de Rusia también es evidente. El propio Biden aseguró antes del viaje de su esposa, volcada en la "diplomacia suave" y que llegó a Kenia y Namibia con mensajes de empoderamiento femenino y de aliento democrático a la juventud, que esta intentaría también contribuir a volver la atención sobre lo que tildó de "un tema crítico": "Putin ha intentado matar de hambre al mundo bloqueando los puertos del mar Negro para evitar que Ucrania exportara su grano". Y Yellen, en su paso por Senegal, Zambia y Sudáfrica, aseguró que EEUU simplemente quiere "profundizar" la relación con África, un continente que "dará forma al futuro de la economía global", pero también destacó que "muchos países africanos ahora están plagados por deuda elevada e insostenible, y no se puede negar que es un problema, y mucho está relacionado con la inversión china en África".

La titular del Tesoro aseguró entonces que simplemente declaraba "los hechos" e insistía en que "Washington no está compitiendo con China", recalcando: "no nos corresponde". Pero esa competición es real. Y resuena lo que le decía a 'Voice of America' Cameron Hudson, uno de los expertos del Centro de Estudios estratégicos e Internacionales: "EEUU quiere ver que los países africanos desarrollen colectivamente más una voz para sí mismos en foros internacionales y creen prosperidad para sus ciudadanos, pero también controlar la ambición de China y Rusia en expansión. Las dos cosas pueden ser verdad a la vez pero solo reconocemos una, la de que queremos el desarrollo, y es más complicado que eso", advertía.

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