Guerra en el este de Europa

Crónica de Marc Marginedas: Ucrania acumula fuerzas para la primavera tras un año de resistencia

MULTIMEDIA | Un año de guerra: así ha afectado la invasión a Ucrania, Rusia, España y el mundo

Las tropas de Kiev se preparan para retomar la iniciativa en el campo de batalla una vez dispongan de nuevos tanques y municiones

El comandante ucraniano Serhii Filimonov (derecha) y un ayudante.

El comandante ucraniano Serhii Filimonov (derecha) y un ayudante. / MARC MARGINEDAS

Marc Marginedas

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Siversk, una de tantas ciudades sin personalidad del Donbás, localidad de tamaño medio y precarios bloques de apartamentos de cuatro pisos, población reventada hasta la saciedad durante la cruenta batalla entre las fuerzas rusas y ucranianas que tuvo lugar el pasado julio, villa donde no queda ni un solo apartamento de viviendas que no presente impactos de artillería, techos hundidos, o balcones ennegrecidos por las llamas, agujero negro donde un puñado de sombras humanas aún camina sobre el barro congelado de sus calles desiertas, simboliza como pocas el estado de ánimo con el que afronta el bando ucraniano este segundo año de invasión rusa.

Situada en la misma frontera que separa las provincias de Donetsk y Lugansk, con el horizonte presidido por la silueta de la gigantesca planta petroquímica de Lisichansk, ya en manos de las tropas del Kremlin, esta urbe y sus alrededores son uno de los escenarios donde las tropas del grupo Gonor, comandado por Serhii Filimonov, rechazan casi a diario incursiones rusas que intentan romper el frente y culminar la conquista completa del Donbás. Cuando dentro de unas semanas comiencen a llegar los tanques Leopard desde Occidente -entre otras armas prometidas- Filimónov y sus hombres prometen cambiar de táctica militar, pasar a la ofensiva e iniciar una contraofensiva hacia el este para expulsar de una vez por todas a los ocupantes rusos.

El tan anunciado empuje ruso desde la provincia de Lugansk para cumplir con los deseos del Kremlin de someter a las dos provincias orientales ucranianas de cara el primer aniversario de la contienda aquí se está materializando en la forma de avanzadillas de blindados que, de momento, no están logrando modificaciones sustanciales en la línea de frente. Hace unos días "intentaron entrar con cinco tanques, destruimos dos y el resto se retiró", cita como ejemplo Filimonov. "Las líneas de frente se mueven como máximo 100 metros a un lado u otro, no hay cambios", insiste. El comandante, de apenas 28 años aunque con una dilatada trayectoria como combatiente, además de amigo personal del cineasta Oleg Sentsov, encarcelado por Rusia durante cinco años tras la anexión de Crimea en 2014, afirma que, en cuanto lleguen los prometidos tanques, su actitud y la de sus hombres en el campo de batalla será muy diferente y serán ellos quienes tomen la iniciativa.

Serhii Filimonov, en un momento de la entrevista con EL PERIÓDICO.

Serhii Filimonov, en un momento de la entrevista con EL PERIÓDICO. / MARC MARGINEDAS

El grupo Gonor se enfrenta aquí a "tres tipos de unidades enemigas". Por un lado, soldados del Ejército regular, por otro, mercenarios del grupo Wagner y por último tropas aerotransportadas. Enfrentarse a los soldados regulares es, según su opinión, la tarea "más fácil", ya que aplican "a rajatabla lo escrito" en los manuales militares rusos y son muy predecibles. "Primero bombardean con artillería, luego intentan avanzar con tanques y por último lanzan a la infantería", enumera. En cambio, los paramilitares del grupo comandado por Yevgueni Prigozhin, un excriminal convicto devenido en oligarca y a cuya cabeza ha puesto precio el FBI estadounidense, son "mucho más hábiles", informa. "Actúan en grupos pequeños y lanzan incursiones nocturnas, apenas utilizan blindados, que son un blanco fácil para nosotros", apostilla. Con todo, afronta las próximas semanas con un moderado optimismo: "si no hacen más (los rusos), es que no pueden".

Economía comatosa

La ofensiva rusa ha dejado a la economía de los distritos del Donbás todavía en manos del Gobierno de Kiev en estado comatoso. Ciudades de tamaño respetable como Kramatorsk, que incluso tras el 2014 habían logrado mantener la actividad y evitar la huida masiva pese a la cercanía de la guerra en la región colindante, en la actualidad apenas pueden mantener el pulso del día a día. Durante las largas noches invernales, las calles se sumen en la oscuridad y apenas se divisan luces emergiendo de las ventanas. El toque de queda es más estricto que en ciudades situadas más lejos de los combates.

Las grandes ciudades como Kiev o Járkov recuperan una cierta 'normalidad bélica' mientras la sociedad ucraniana va borrando progresivamente los vestigios de la cultura rusa

En cambio, en grandes metrópolis como Kiev o Járkov, que en los primeros compases de la guerra sintieron el aliento de las columnas de blindados lanzadas desde el otro lado de la frontera, llegando a ser fuertemente bombardeadas, han recuperado una suerte de normalidad bélica, con restaurantes y locales abiertos e incluso mostrando sus calles tráfico denso en algunas horas punta, una vez se han afianzado en los últimos meses como los grandes bastiones de la retaguardia para el Estado ucraniano. La población, por lo general, se mantiene más desafiante que nunca, tras comprobar durante los últimos 12 meses, que su Ejército no ha sido solo capaz de parar el golpe y frenar a los ocupantes, sino de hacerles retroceder, incrementando su fe en las posibilidades de victoria. "No podemos detenernos; tenemos que seguir combatiendo, es la única opción cuando te quieren aniquilar como país", sostiene Tatiana Stawnychy, presidente de la sección ucraniana en una oenegé internacional.

Durante muchos años, Ucrania parecía irremisiblemente dividida entre el oeste proeuropeo y ucrainófono y el oriente prorruso y rusófono. Esta brecha, durante este último año, parece haber desaparecido por completo ante la agresión lanzada por el país vecino hace 365 días. Muchos habitantes incluso se niegan a hablar en ruso con extranjeros pese a ser su lengua materna, prefiriendo el inglés, y únicamente existe un debate entre quienes apoyarían un eventual alto el fuego y quienes no. "Ya no hay prorrusos; la discusión está entre quienes prefieren seguir luchando y quienes apuestan por una mala paz", un eufemismo utilizado por un taxista anónimo de Dnipro para definir cualquier acuerdo al que pueda llegar su Gobierno con la Rusia de Putin.

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