Festejos multitudinarios

El carnaval regresa a Río de Janeiro con la alegría de haber dejado atrás a Bolsonaro

La gran fiesta brasileña vuelve con todo su esplendor y con críticas a los años de la ultraderecha

Abel Gilbert

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La ultraderecha brasileña rumiaba un enojo doble al comenzar la semana. De un lado, Luiz Inacio Lula da Silva le había tendido exitosamente la mano al gobernador del estado de Sao Paulo, Tarcísio de Freitas, hasta hace pocas semanas aliado de Jair Bolsonaro. "La elección ha terminado, estamos juntos", le dijo el presidente, al supervisar juntos en el norte de la región más rica del país los daños causados por una lluvia que, además, provocó casi 40 muertos y obligó a suspender el carnaval. La irritación de los seguidores del capitán retirado se incrementó al compás de la gran fiesta pagana en Río de Janeiro. El carnaval carioca fue también la celebración del fin de años de oscurantismo y la pandemia. Abundaron, además, las críticas al racismo y la censura que dominó durante el pasado Gobierno de ultraderecha.

Los festejos de 2021 habían sido anómalos. El covid-19, que en Brasil mató a unas 700.000 personas, obligó a realizar el carnaval en abril, y sin la jarana en las calles, atiborradas de juerguistas que riegan el asfalto de cerveza y orina.

El carnaval no ha sido ajeno a la disputa política. De hecho, el propio Lula prometió a lo largo de su campaña electoral volver a dinamizar la cultura, que había perdido su ministerio, en todas sus expresiones. A tono con esas palabras, Rosângela Lula da Silva, la primera dama, estuvo presente el domingo en el carnaval de Bahía, otro de los grandes centros festivos, y no se descartaba que aterrizara en Río de Janeiro. Su alcalde, Eduardo Paes, distanciado desde hace meses de Bolsonaro, no dudó en hablar de un "carnaval de la democracia" ya que los brasileños ganaron su derecho al jolgorio después de que fracasara el 8 de enero un intento de golpe de Estado. Pero las autoridades de la ciudad maravillosa también están exultantes por los resultados económicos de esta edición: los hoteles tienen una ocupación del 95%. El carnaval dejará a Río de Janeiro unos 800 millones de euros.

La ciudad festeja en dos direcciones. De un lado, en las calles, el espacio de la improvisación y el desparpajo. A la par, la competencia de las 'escolas' de samba (comparsas) que se despliega en el "sambódromo" de la avenida Marques de Sapucai con la participación de miles de músicos, bailarines y figuras destacadas. Allí se pone en juego el prestigio de un colectivo que, después de ensayar un año, se propone ofrecer el mejor de los 12 espectáculos en competencia. Cada escuela cuenta con 70 minutos para demostrar sus aspiraciones.

La agrupación Salgueiro, nacida en una favela (barrio popular) de Tijuca, pidió, entre meneos, el fin de "la violencia, la opresión y la intolerancia". Dedicó su desfile a la defensa de la libertad de expresión, que durante los años de Bolsonaro estuvo en tela de juicio. Parte de la comparsa hizo referencia al hambre, uno de los lastres de la ultraderecha. A su vez denunció la "epidemia de miseria y desnutrición" heredada. "Lo prohibido es prohibir", se cantó, en clara alusión al alegato musical de Caetano Veloso en los 80 y la canción que él mismo grabó en 2019 con Daniela Mercury respuesta a un Bolsonaro que, ese año, se creía capaz de legislar sobre los alcances morales de la fiesta. En "Prohibido el carnaval", ellos se mofaron del mandatario homofóbico: "Abre la puerta de este armario, que no hay censura que me detenga / Abre la puerta de ese armario, que la alegría cura, ven a besarme".

Dos participantes de la escuela de samba Unidos da Tijuca, en el Sambódromo de Río de Janeiro.

Dos participantes de la escuela de samba Unidos da Tijuca, en el Sambódromo de Río de Janeiro. / PILAR OLIVARES / REUTERS

Una ministra en la comparsa

La 'escola' Mangueira, por su parte, destacó en su "samba enredo", como se llaman las coreografías cinéticas y musicales, la resistencia de los afrobrasileños desde la esclavitud al presente. "Las Áfricas que (el estado de) Bahía canta", es el nombre de su desfile, cuya canción fue grabada por la cantante negra y actual ministra de Cultura, Margareth Menezes. "Resistir es arte y alegría". Ella se sumó al desfile de la madrugada del lunes. Debora Soares, una modelo de 25 años de la favela de Ciudad de Dios, barriada conocida por una película de Fernando Meirelles que alcanzó notoriedad hace 21 años, dijo que se había recuperado "una sensación de libertad y felicidad sin parangón".

La comparsa Portela ha cumplido 100 años. Bianca Monteiro, reina de los tambores, fue uno de sus estandartes. La gran cantante Marisa Monte se sumó a esa "escola" junto con otros artistas. "Este es un año especial", dijo Monte y pareció aludir a las sombras del pasado. Tuiutí, en cambio, desplegó un espectáculo de fuerte contenido ecologista que mezcló tortugas, búfalos y tigres de bengala a escala gigante. "Este es un carnaval muy especial, el primero en el que desfilo desde el covid", dijo una de sus bailarinas, Stefani Claudia da Concepçao.

Provocaciones

El antibolsonarismo latente en las calles, tanto por el arrojo de la desnudez o un erotismo a veces desenfrenado, no deja de ser un desafío en una ciudad donde la ultraderecha tiene una fuerza importante. A tal punto de que agentes de la policía militar decidieron salir a patrullar usando calcetines con la cara y el nombre del expresidente. La figura de Bolsonaro se unió de esta manera al uniforme institucional como si se tratara de un ornamento carnavalesco.