En el plano internacional

¿Por qué las líderes políticas se atreven a dimitir?

Las recientes renuncias de la escocesa Sturgeon y la neozelandesa Ardern ponen de manifiesto las violencias y la presión añadida de gobernar siendo mujer

"Es muy difícil encajar a mujeres en una estructura que está codificada desde el sujeto masculino", afirma la coordinadora del máster de Género y Comunicación

La ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon, en la rueda de prensa en la que anunció su intención de dimitir.

La ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon, en la rueda de prensa en la que anunció su intención de dimitir. / JANE BARLOW / POOL / AFP

Andrea López-Tomàs

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Apenas hay una veintena de mujeres líderes de Estados en el mundo. En las últimas semanas, el planeta ha perdido a un par de ellas. Tras la sorprendente dimisión de la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, la ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon, se ha sumado a ese "no poder más" después de ocho años en el cargo. Ambas son mujeres en política, cosa que las convierte aún, en pleno 2023, en unas rara avis. Pero también este gesto, este decidir marcharse, en gran parte, por motivos personales, por hartazgo, por cansancio, sigue siendo excepcional. Sturgeon y Ardern se van en medio de algunos reveses políticos, pero ni mucho menos por grandes escándalos. Sus compañeros hombres en contextos similares, en cambio, suelen mantenerse aferrados al poder. 

"No hay que olvidar que estas mujeres han gobernado en un sistema diseñado por y para los hombres", apunta Isabel Muntané, periodista y coordinadora del máster de Género y Comunicación de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). Las mujeres no llevan ni 50 años en las más altas esferas de la política. La primera mujer democráticamente elegida como presidenta fue la islandesa Vigdís Finnbogadóttir en 1980, quien, tras 16 años en el poder, sigue siendo la jefa de Estado más longeva del mundo. "Es muy difícil encajar a mujeres en una estructura que está codificada desde el sujeto masculino", añade Muntané.

Tanto Ardern como Sturgeon han transmitido esa misma sensación en su discurso de despedida. "No lo dejo porque sea duro, lo dejo porque no tengo suficiente energía para hacerle justicia", dijo la líder neozelandesa el 19 de enero. Su homóloga escocesa siguió la misma línea ni un mes después: "No puedo dar a este trabajo cada gramo de energía que necesita". Estas palabras, que reconocen el agotamiento, que se sinceran sobre sus malestares, que honran a unas instituciones que respetan, no son muy comunes en política. "Han tenido que llegar las mujeres para humanizar el poder", señala Muntané, "pero al humanizarlo, también se ha pasado a ridiculizarlo".

Bajo el escrutinio y la violencia

Si las mujeres ya acostumbran a vivir bajo la lupa, en el caso de aquellas que alcanzan elevadas posiciones de poder, la mirada sobre ellas se agudiza. El escrutinio es permanente. "Al margen del hecho de gestionar un alto cargo, deben enfrentarse a la presión mediática, el posicionamiento en temas controvertidos, la responsabilidad, trabajar a contrarreloj y la toma de decisiones importantes", cuenta la psicóloga Carla Pedreño. "Además, las directivas asumen estas posiciones con más dificultades y marginación: se les exige más a la vez que tienen menos margen de error", subraya. 

Nunca gobernar ha sido un camino de rosas, pero estas mujeres se adentran en un terreno hostil. "Las mujeres tienen formas más comunales de relación, toman decisiones más democráticas o participativas", dice Pedreño. Además, en el caso de Sturgeon y Ardern, han llevado a cabo políticas distintas que suponen cambios sustanciales en el propio sistema. La neozelandesa ha mostrado la cara más amable de los mandatarios, abrazando a familiares de víctimas del terrorismo y elevando su gestión de la pandemia a la popularidad mundial. La escocesa, por su parte, ha abanderado la lucha por la independencia de su tierra y se ha comprometido con otra polémica 'ley trans'.

"Más poder, más agresiones"

En el trayecto, les ha llovido violencia de todos los colores. "Es diaria: cuanto más poder tienes, más agresiones recibes", denuncia Muntané. "Lejos de nuestras fronteras y aquí mismo, vemos cómo todas las mujeres en política sufren la sexualización, la infravaloración de sus conocimientos y capacidades, pero esta agresividad se ceba con las mujeres jóvenes de izquierdas", afirma la también profesora universitaria. Gobernar bajo una tormenta de balas es una afrenta que a pocas les apetece liderar. "Algunos estudios exponen que las mujeres tienen menor preferencia por ocupar cargos directivos o prefieren otros con mayor conciliación, ya que llegan a pensar que no son suficientemente adecuadas o buscan entornos menos hostiles sabiendo todo lo que les vendrá de antemano", explica Pedreño.

Pero algunas, aún pocas, como Sturgeon o Ardern –y tantas otras que les han abierto el camino–, se embarcan en el reto. Tienen que ir con cuidado. La investigación muestra que cuando las mujeres se amoldan al perfil de líder fuerte y segura de sí misma son vistas como desagradables, mientras que en los hombres "hace que sean vistos como más eficientes", dice Pedreño. Aunque tampoco pueden mostrarse muy blandas para ser tomadas en serio, así que habitan en este constante equilibrio. "Tal vez las mujeres tengan más sentido de la responsabilidad para dimitir cuando toca, pero también llega un momento en que la vida va por delante, en que ya no puedes y tienes que priorizar vivir", concluye Muntané. Jacinda, Nicola, a vivir.

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