15 años de la independencia

Los serbios de Kosovo, víctimas de Pristina y de Belgrado

MULTIMEDIA | Kosovo: 15 años de independencia, ¿cómo está hoy el país?

Ciudadanos caminan por una plaza en Mitrovica, Kosovo, este miércoles.

Ciudadanos caminan por una plaza en Mitrovica, Kosovo, este miércoles. / OGNEN TEOFILOVSKI / REUTERS

Irene Savio

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Todas las tardes la serbokosovar Gordana Gjoric, empresaria jubilada de 63 años, recibe a sus vecinos en la misma casa en la que se refugió en 1999. Muchos, como ella, son desplazados. Gjoric les prepara tés y cafés espumosos y a menudo recuerdan cuando tuvieron que abandonar a toda prisa Pristina después de que, tras la salvaje campaña de limpieza étnica dirigida por Slobodan Milosevic contra los albaneses y -luego- las bombas de la OTAN sobre Belgrado, estallaran las venganzas contra los serbios de Kosovo, también terribles. "Había represalias en todas partes. Yo era una persona común, no había participado en nada, pero mis casas y almacenes fueron destrozados y saqueados, me intimidaron y no tuve más remedio que irme", recuerda Gjoric, que aún conserva documentos de los tribunales kosovares sobre aquellos hechos.

Laplje Selo, la aldea en la que vive Gordana, está a solo 10 kilómetros de Pristina. Por eso dice la mujer que le duele particularmente no haber vuelto a su hogar y tener que vivir en uno de los seis enclaves del centro y sur en los que los serbokosovares se encuentran repartidos en Kosovo, separados de la mayoría albanesa.

"¿Por qué no regresamos? No hay nada para mí allí y no me sentiría segura. Yo quiero respetar la ley de Kosovo, acepto su autoridad. Pero ellos boicotean nuestros productos. Se niegan a abrir empresas con nosotros. ¿Cómo podría sobrevivir? Por esto nuestros jóvenes se van", se queja. "Por no hablar de los contenciosos aún abiertos por las propiedades que fueron ocupadas y no hubo compensación. Aquí no hay nada, no hay esperanza, no hay trabajo; mis propios hijos están en Serbia", añade.

Desplazados desde 1999

Según estimaciones de organizaciones internacionales como la misión de la ONU en Kosovo (Unmik), unas 200.000 personas desplazadas de Kosovo aún residen en toda la región, en su mayoría serbios. Se trata de personas que huyeron durante la guerra de Kosovo (1998-1999) y no han vuelto. Solo poquísimos lo han hecho: menos de 30.000, según Unmik y la OSCE. Aleksandar Gudrić no es uno de ellos. Desde que huyó de Pristina nada más acabar la guerra, vive en la ciudad de Gračanica, otro enclave serbio, donde coordina las actividades de un centro cultural.

Aleksandar Gudrić, en el centro cultural que coordina en la población de Gračanica.

Aleksandar Gudrić, en el centro cultural que coordina en la población de Gračanica. / IRENE SAVIO

"Sí, somos todos serbios aquí, a lo sumo a veces viene alguno de las otras minorías", admite, al señalar un grupo de adolescentes que están ensayando en el anfiteatro ubicado dentro de la estructura. "Son de una compañía teatral desplazada de Pristina. Vivimos así. Organizar una exposición de arte en común con los albaneses también es imposible, nos gustaría", se queja. "Por eso tenemos muchos jubilados y unas condiciones de vida bastante precarias", añade su colega Nebojša Jevtić, otro trabajador de este centro que, admite, recibe dinero de Belgrado para sobrevivir.

Y aún así, a pesar de la práctica ausencia de matrimonios mixtos, estos serbios que viven en enclaves y guetos de las zonas rurales del centro y sur son considerados lo más cercano a un ejemplo de integración en Kosovo. Para empezar, su comunidad es la más numerosa de Kosovo, con 75.000 miembros estimados. Y también permanecen aquí importantes iglesias sagradas de los ortodoxos serbios, entre ellos el célebre monasterio de Decani, bajo protección de los soldados de la OTAN (Kfor) desde 1999. Eso sí, incluso los monjes ortodoxos mantienen un pulso con el actual Gobierno de Albin Kurti por algunas hectáreas de tierra que reclaman como propias en base a una sentencia de 2016, y la zona no es aún completamente ajena a los incidentes étnicos.

Conflicto abierto

El taxista albanés entra en la zona de población serbia de Mitrovica, repleta de banderas de Serbia, y se para. Baja del coche y quita rápido la señal luminosa. "Mejor pasar desapercibidos", dice. A Marko Jaksic no le sorprende. Dice que el norte de Kosovo es una bomba de relojería también porque aquí los serbios (cuatro municipios) se resisten más a integrarse, después de haber visto lo mal que les ha ido a los del centro y sur. Él mismo es un activista y abogado que hace cinco años aceptó un trabajo en el tribunal de Mitrovica, cuando la comunidad internacional forzó -con el aval de Serbia- el inicio de un proceso de integración de su minoría en las instituciones kosovares. Pero en noviembre, Jaksic dimitió junto con todos los funcionarios serbokosovares, en un gesto contra el Gobierno de Albin Kurti que, dicen, les discrimina.

Banderas de Serbia en el complejo minero de Trepča, en la ciudad de Mitrovica.

Banderas de Serbia en el complejo minero de Trepča, en la ciudad de Mitrovica. / IRENE SAVIO

Luego se desencadenó durante semanas una protesta callejera, en la que no faltaron tiroteos, por la que Serbia amenazó con el envío de tropas, y que finalmente se cerró por las presiones de la UE y EEUU. "No sé qué pasará. El día a día es difícil. Está claro que no aceptamos que Pristina no nos permita cosas tan básicas como que nuestros documentos sean en cirílico, como establece la ley kosovar", asegura Jaksic. Pero a la pregunta de qué desea, responde tajante. "Ser parte de Serbia”, dice, al dejar en evidencia que aquí ser parte de Kosovo aún no se ha digerido.

Pese a estar zarandeados por Belgrado y Pristina, Miodrag Milicević, analista del centro Aktiv, cree que la relación es particularmente mala con Kurti. "Hace un año, nos envió las fuerzas especiales como si aquí hubiera más criminalidad que en el resto de Kosovo, y socavando la autoridad de la propia policía kosovar, integrada también por serbios. Eso rompió el diálogo", afirma Milicević. Pero también la fronteriza Serbia se aprovecha, como sugiere Srdjan Simonović, un experto local en seguridad que a veces trabaja para agencias internacionales. "¿Cómo? Belgrado aún paga los estipendios de muchísimas personas de la zona", afirma.

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