Guerra en Ucrania
La vida en las trincheras de Kiev ante el temor a un nuevo envite de Rusia
EL PERIÓDICO visita las posiciones defensivas del Ejército ucraniano en torno a la capital en previsión de un ataque ruso desde el norte
Marc Marginedas
Periodista
Premio 'Cirilo Rodríguez' al mejor corresponsal en el extranjero (2013), Premi Nacional de Comunicació (2013) y Premio Luka Brajnovic de Periodismo (2019). Autor de 'Periodismo en el campo de batalla: 15 años tras el rastro de la yihad'. Protagonista del documental 'Regreso a Raqqa' (2022)
Es un entramado de decenas de trincheras, casi un laberinto. Parecen barricadas recién excavadas, y nadie diría que en realidad datan de la Segunda Guerra Mundial. La posición, eso sí, es inmejorable: en lo alto de una colina, muy fácil de defender, y capaz de detectar cualquier movimiento en la llanura circundante, inundada desde el inicio de la guerra por el bando ucraniano cuando, para frenar el avance de las fuerzas rusas sobre Kiev, el Ejército defensor destruyó una presa sobre el río Irpin, conocido ya como el "río héroe" entre muchos lugareños. Pese a que el grueso de la actividad militar en las últimas semanas está concentrándose en la región del Donbás, a cientos de kilómetros en dirección este, los mandos militares locales no se fían de que el Kremlin no intente de nuevo el asalto de la capital, y han instalado múltiples puestos de vigilancia permanente en los alrededores de la gran metrópolis para impedir una nueva incursión desde el norte.
"Con Rusia nunca se sabe; hace un año, nadie pensaba que (Vladímir) Putin finalmente se decidiera a atacar y al final lo hizo; hay que estar preparados por si vuelven", explica el teniente Andrii Dubovik, quien ejerce las funciones de portavoz. Excavados bajo tierra, los refugios de los soldados ucranianos disponen de calefacción, televisión y hasta servicio de internet. Entre el follaje de los árboles, han construido una cabaña donde toman el té, descansan y se protegen cuando las temperaturas "bajan y el termómetro marca -20", apunta Dubovik. "Aquí estamos bien", constata, Sergiy Bun, un soldado con la cabeza rapada y la dentadura desgastada, pese a tener tan solo una treintena de años. Y para certificar las supuestas bondades del lugar, se estira en una de las literas donde monta guardia en permanencia junto con sus compañeros, contando con un único día de descanso cada dos semanas.
Reuniones con Bielorrusia
Las reuniones que han venido manteniendo en los últimos semanas altos funcionarios del Kremlin con responsables de Bielorrusia, país desde donde hace un año avanzaron las columnas de blindados rusos que finalmente no lograron cerrar la tenaza en torno a Kiev, han dado pábulo a la posibilidad de que se abra de nuevo el frente norte, habida cuenta además, de que, a decir de la retórica oficial rusa, Moscú no ha renunciado a los objetivos iniciales de la invasión, que se resumen en el control del Estado ucraniano y la caída del Gobierno de Volodímir Zelenski.
Sin embargo, el Instituto de Estudios sobre la Guerra (ISW) considera que semejantes planes están aún muy verdes, particularmente debido a las reticencias del presidente bielorruso, Aleksándr Lukashenko, a involucrarse más en el conflicto. "El presidente Lukashenko continúa haciendo de contrapeso (ante las intenciones del Kremlin) insistiendo en que Bielorrusia es un estado soberano", explica el ISW en un post reciente. La posibilidad de un nuevo ataque podría suceder "hacia el final de 2023", concluye el instituto.
Mientras ello ocurre, los hombres de la posición combaten el tedio y la baldadura, e intentan mantener su capacidad de combate intacta oteando desde lo alto lo que sucede colina abajo, entrenándose para desplegarse en las trincheras a toda velocidad en el caso de que finalmente se produzca una alerta, y uno de ellos, hasta mostrando su destreza con el cuchillo, arrojándolo a los árboles de los alrededores, en un santiamén, y como si de un lanzador circense se tratara. "Esta es una posición de resistencia, no es ningún lugar de entrenamiento", aclara el teniente Dubovik.
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