Catástrofe humanitaria

El terremoto en Turquía sacude a un Erdogan en precampaña electoral

Con cada jornada que pasa, el enfado de la ciudadanía contra la respuesta “insuficiente y lenta” del gobierno turco al seísmo aumenta

TURKEY-SYRIA-QUAKE-POLITICS

TURKEY-SYRIA-QUAKE-POLITICS / ILYAS AKENGIN / AFP

Adrià Rocha Cutiller

Adrià Rocha Cutiller

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, va a hablar. A su espalda, tiendas y más tiendas de campaña, un mar de ellas, todas de personas que lo han perdido todo. Rodeándole, todo su séquito: ministros, esposa, hombres de espaldas anchas con gafas de sol que miran al horizonte y una niña bien cerca, que a nadie se le olvide que estamos en campaña preelectoral

Delante del presidente, todos los micros de todas las televisiones del país. Como cada día durante los últimos días, Erdogan va a hablar desde la zona de la catástrofe. “Estamos haciendo todo y vamos a seguir haciendo todo lo necesario para que nuestros ciudadanos no pasen hambre, no queden a la intemperie, y que no se sientan desatendidos ni sin ayuda”, dice Erdogan, con su tono y ritmo característico. Su forma de hablar, para cualquier turco, es inconfundible.

“Pero somos del todo intolerantes con los mercaderes del caos que provocan a nuestra nación, especialmente los que esparcen noticias falsas o infundadas en las redes sociales”, continúa Erdogan. Serkan, que mira el discurso desde su teléfono en directo, estalla. “¿Lo ves? ¡No puede ser! Hay miles de personas aún atrapadas bajo los escombros y él solo habla de esto”, le dice a su amigo, sentado a su lado, que también mira el discurso.

“Es increíble, no lo entiendo. Han fracasado en el rescate, reaccionaron tardísimo, los equipos de rescate llevan tiempo recibiendo un presupuesto irrisorio… ¿Lo viste? Lo leí el otro día en el periódico. Y Erdogan solo habla de los enemigos del país, los que le critican. Es increíble”, dice el amigo de Serkan. Ambos, chavales jóvenes, son de Adana, una de las provincias afectadas por el terremoto que sacudió el pasado lunes por la madrugada el sureste de Turquía y el noroeste de Siria y que se ha cobrado la vida ya de 25.000 personas

Aunque Adana no es la localidad más dañada, sí que ha visto cientos de muertos: la ciudad es grande, de casi dos millones de habitantes, y los edificios que se han derrumbado en el lugar tenían, en algunos casos, más de 10 pisos. De ellos se ha conseguido rescatar a muy poca gente. La mayoría han fallecido: desde este sábado —tras más de seis días desde el seísmo— las tareas de rescate se han convertido más en una búsqueda de cadáveres entre los escombros que en una carrera contrarreloj para salvar vidas. 

“Estoy convencido —dice Serkan— de que utilizarán el estado de emergencia de esta semana para posponer las elecciones. Algo harán. Estoy seguro”.

En primavera

En principio, si nada cambia, las elecciones presidenciales en Turquía están programadas para el próximo 14 de mayo; pero los rumores ya circulan en Ankara, la capital, con que la fecha queda demasiado cercana, que es imposible, demasiado pronto: que con potencialmente 13 millones de desplazados internos —los habitantes de las diez provincias afectadas— el país no puede celebrar unas elecciones presidenciales que se preveían tanto históricas como difíciles.

Según la mayoría de los sondeos, Erdogan, que lleva en el poder desde 2003, tenía serias posibilidades de perder ante una oposición revitalizada desde su victoria electoral en las alcaldías de Estambul y Ankara en 2019. El terremoto, las muertes, todo lo que ha ocurrido después, lo cambia todo. 

“Después del terremoto de 1999 —que ocurrió cerca de Estambul y se cobró la vida de 17.000 personas—, Turquía aprendió muchas lecciones: nuevos códigos de construcción, regulaciones, planificación urbana, planes de evacuación… Pero con el tiempo, todo esto quedó en el olvido”, asegura al medio estadounidense ‘Vox’, Sinan Ciddi, profesor adjunto de la Universidad de Georgetown, que continúa: “Cuando el AKP, el partido de Erdogan, llegó al poder, la tentación de dar cualquier permiso de construcción para que las empresas construyesen lo que fuese, sin importar los códigos y estándares, prevaleció. Ahora estamos viendo los efectos de esto, especialmente en el sureste, porque lo que estamos viendo es que el gobierno asegura que los edificios destruidos son todos antiguos, pero esto no es verdad”. 

Una guerra mediática

Mientras tanto, en los medios de comunicación, la guerra ha comenzado: los leales al presidente —la gran mayoría— se centran en mostrar las labores de rescate y los milagros que ocurren en ellos. En una ocasión, hace unos días, un joven empezó a gritarle a un periodista de la televisión pública turca que cómo podía ser, que era indignante, que nadie había ido a su edificio, ni ayuda ni rescate, y que su familia, días después, seguía allí abajo, enterrada, abandonada bajo los escombros de su antigua casa. 

El periodista, mientras le gritaban, seguía hablando de otra cosa. Y, entonces, a media conexión, la señal se cortó, la imagen se fue, el telenoticias continuó.

En la radio pública, un anuncio ha empezado a sonar. Entre violines tristes, un hombre habla: “Le deseamos a toda la nación turca una pronta recuperación. Una catástrofe así, un terremoto así, daña a todos por igual. Ninguna nación del mundo sería capaz de sobrevivir un terremoto así sin muertos, sin pasar por el dolor por el que estamos pasando los turcos. Pero nuestra nación es fuerte, es resistente. Turquía se levantará”. 

Un dicho turco lo resume a la perfección. Los turcos lo usan para todo, y ahora —una variante de él— lo usan los medios progubernamentales: ‘Cografya kaderdir’. La geografía es el destino.

Suscríbete para seguir leyendo