Población castigada

En Jerusalén Este, el barrio del que salieron los dos atacantes palestinos: "Un niño no nace odiando a los israelís, crece sufriendo la ocupación"

Los 361.700 palestinos que viven en Jerusalén Este, ocupada por Israel desde 1967, sufren la falta de inversión, los constantes ataques de los colonos y las limitaciones en la participación política

Mohammad Al Sabbagh, vecino del barrio de Sheih Jarrah de Jerusalén Este, en su casa.

Mohammad Al Sabbagh, vecino del barrio de Sheih Jarrah de Jerusalén Este, en su casa. / ANDREA LÓPEZ-TOMÀS

Andrea López-Tomàs

Andrea López-Tomàs

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

"Cuando mantienes a alguien bajo presión durante años, ¡boom!, acaba explotando". Mohammad Al Sabbagh conoce bien esta sensación. Vive en la parte este de Jerusalén, ocupada por Israel desde 1967. La misma en la que residían los dos atacantes palestinos que abrieron fuego contra civiles israelís la semana pasada en la ciudad santa. Cada uno proviene de un barrio distinto y de generaciones alejadas. Pero los 361.700 palestinos oriundos de Jerusalén Este comparten una condena. Todos ellos sufren el abandono de las instituciones y los ataques constantes por parte de colonos e instituciones que quieren hacerse con su tierra.

Al Sabbagh vive en la misma casa del barrio de Sheij Jarrah de Jerusalén Este desde 1956. "Cuando tuvimos que huir de nuestra Jaffa natal, el Gobierno de Jordania nos ofreció este terreno a 28 familias y la UNRWA [la agencia de Naciones Unidas especializada en refugiados palestinos] construyó nuestras casas", rememora tras encender un cigarro. Sus tres hermanos también siguen viviendo en el mismo edificio, que dividieron para conseguir mayor privacidad. Uno de ellos, pero, se mudó a Estados Unidos. "Yo no me puedo ir; si me marcho, no sé qué puede pasar con la casa", expresa mientras entre los dedos, acaricia un retrato de su padre de los años 1950 en un Jerusalén vacío y agreste.

Convivencia con colonos

"Nunca puedes vivir tranquilo, no te puedes relajar ni un segundo", cuenta a EL PERIÓDICO. Tras la escalada de violencia por el intento de las autoridades israelís de desahuciar a las familias palestinas de Sheij Jarrah en mayo del 2021, han conseguido algunas victorias en los tribunales. Hace décadas que varias asociaciones de colonos israelís intentan echarles de sus casas para conquistar más territorio en la Ciudad Santa. Actualmente, 220.000 judíos ultranacionalistas viven en Jerusalén Este, lo que equivale al 39% de la población total. La convivencia entre ambos grupos se hace cada vez más imposible. Tanto que lleva a un joven de 13 años a empuñar un arma y disparar contra cualquiera que parezca israelí.

Choque entre palestinos y colonos israelís en el barrio de Sheij Jarrah.

Choque entre palestinos y colonos israelís en el barrio de Sheij Jarrah. / AMMAR AWAD / REUTERS

El palestino de 73 años también lo ve así. "Un niño no nace odiando a los israelís, sino que crece sufriendo la ocupación y la acaba abominando", afirma Al Sabbagh. Los lustros de lucha para conservar su hogar dibujan un surco de arrugas en su frente. Con solo ese laberinto sobre su piel, se pueden contar las historias de los miles de palestinos que malviven en Jerusalén Este. "Israel ha estado tratando a los residentes palestinos de la ciudad como inmigrantes no deseados y ha estado trabajando sistemáticamente para expulsarlos", denuncia la organización israelí por los derechos humanos, B’Tselem

Menos y peores servicios

Desde la anexión de esta parte palestina de la ciudad en 1967, las autoridades israelís han trazado planes para ensalzar la mayoría judía de Jerusalén. Los nuevos límites municipales dejaron fuera áreas palestinas densamente pobladas. Además, aquellos palestinos que se quedaron no gozan de ciudadanía israelí. Cuentan con un permiso de residencia permanente que les confiere menos derechos. Aunque pueden vivir y trabajar en Israel a la vez que recibir prestaciones sociales y seguro médico, no se les permite participar políticamente. Los palestinos de Jerusalén Este no pueden votar en las elecciones nacionales ni presentarse como candidatos ni como alcaldes de su ciudad. 

Además, la continua expropiación de tierras y las restricciones a la construcción limitan las opciones de vida de los palestinos bajo la ocupación. Pero, al vivir al otro lado del muro de separación, crecen alejadas de sus compatriotas de la Cisjordania ocupada. A todo esto, se suma la falta de inversión en infraestructura y servicios en los barrios palestinos por parte del Municipio de Jerusalén. Todos los aspectos de las vidas de los palestinos de Jerusalén Este se ven afectados por esta política. La organización israelí Ir Amim estima que, desde el 2017, faltan 2557 aulas en los barrios palestinos y un tercio de los niños no completan los 12 años de escolaridad. Solo el 52% de la población tiene acceso legal a la red de agua.

"Presión constante"

Pero, de alguna forma, Israel se está disparando a su propio pie con esta política de marginación. En materia de seguridad, el Ejército israelí cuenta con menor control sobre la población palestina de Jerusalén Este. La mayoría de los 361.700 palestinos viven fuera del muro de separación y de los puntos militares de control, cosa que facilita que perpetúen ataques dentro del territorio israelí. "La presión es constante, no nos deshacemos de ella durante toda la vida", cuenta Al Sabbagh a EL PERIÓDICO. "Algunos, sin poder evitarlo, acaban explotando", afirma en alusión a los recientes ataques por parte de los jerosolimitanos del Este.

Sus dedos no tiemblan al sujetar esa fotografía tan preciada de su padre Abed, trajeado frente a la casa que les acogió al huir de la violencia de aquel mayo del 1948. Este 2023 se cumplen 75 años desde la catástrofe palestina que condenó a la familia Al Sabbagh a otra lucha. "Esta casa nos pertenece, nos la dieron por ser refugiados y no nos van a echar", defiende con una mirada firme. Ellos ya llevan 66 años entre esas cuatro paredes. Aún así, conserva imágenes más recientes de cuando, junto a sus hermanos, visitaron su antigua casa en Jaffa. "Ya nos han despojado de demasiadas cosas, pero nosotros seguiremos sin rendirnos", concluye con lágrimas en los ojos.

Suscríbete para seguir leyendo