Desafío terrorista

El Estado Islámico, en vías de mutación una década después de aterrorizar al mundo

Desde que perdió todo su terreno en 2019, el grupo yihadista se ha convertido en una organización descentralizada cuyo objetivo ya no son (de momento) los grandes atentados en Occidente

Siria guerra 10 años Estado Islámico

Siria guerra 10 años Estado Islámico / Reuters

Adrià Rocha Cutiller

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Hubo un tiempo, hace nueve años, en el que mundo les temió. Esa escena se convirtió en icónica: Abu Bakr al Bagdadi, entonces líder de la que era una organización yihadista algo desconocida, el Estado Islámico (EI) —que rompió con Al Qaeda en 2006 porque el grupo de Bin Laden “era demasiado tibio”— se subió al balcón de una mezquita de Mosul, en Irak, para declararle al planeta entero que él era el nuevo califa, y su EI el canto de sirena para que todos los musulmanes supuestamente reales del mundo viajasen hacia sus tierras a vivir bajo su mando.

Varias decenas de miles, hombres y mujeres de otros países —sobre todo de Oriente Próximo— lo hicieron, y desde 2014 hasta 2017 su ascenso fue meteórico. El EI llegó a controlar —y gobernar, con una moneda, administración, juzgados y hasta servicio de basureros propios— un territorio del tamaño de Bélgica, ubicado mayormente entre el oeste de Irak y el este de Siria. Algunas de sus capitales fueron ya históricas durante la antigua mesopotamia, como Palmira, Mosul, Hawija y Raqqa.

Pero los años han pasado. El grupo fue derrotado militarmente en setiembre de 2020. Al Bagdadi fue asesinado por un operativo especial de Estados Unidos en 2019 en la frontera entre Siria y Turquía. Sus dos sucesores en el trono, Abu Ibrahim al Hashemi al Qurashi y Abu al Hasan al Hashimi al Qurashi —sus nombres se parecen porque son 'nommes de guerre'— sufrieron el mismo destino tres años más tarde, en 2022. 

En la actualidad, el Estado Islámico está tocado; no, ni mucho menos, hundido. “El hecho de que han podido nombrar nuevos líderes cada vez que el anterior ha sido asesinado demuestra que el grupo sigue organizado, que su mecanismo funciona”, explica Michael Barak, investigador en el Instituto de Contraterrorismo de la Universidad de Reichman.

“Desde 2019, el EI está organizado por provincias repartidas por todo el mundo, y hemos visto que todas han rendido pleitesía al nuevo líder tras el asesinato del último. Esto demuestra que el comando central está organizado, y que si pierden de nuevo a su nuevo líder, tendrán otro”, continúa Barak. 

Un cambio de estrategia

Para el grupo, todo cambió en 2017. Ese año, tras todos los atentados perpetrados en Occidente, EEUU y sus aliados empujaron una coalición internacional para derrotar al Estado Islámico, usando, sobre el terreno, al Ejército iraquí por el este y las milicias kurdosirias de las YPG por el oeste.

Todo se precipitó increíblemente rápido: Palmira cayó en marzo de 2017; Mosul, en julio; Hawija y Raqqa, en octubre; Deir Ezzor, en noviembre. Cercados por todos, los miembros del EI quedaron confinados en un pequeño territorio en la frontera entre Irak y Siria. Allí, atrapados en un campo al descubierto, aguantaron hasta setiembre de 2020, cuando el EI desapareció definitivamente del mapa.

Desde entonces, con la mayoría de sus miembros encarcelados y otros buscando no ser detectados en un territorio cuyos nuevos controladores les eran hostiles, la estrategia del grupo cambió. “El EI ahora es una organización mucho más descentralizada que antes. En este punto, se ha convertido en algo parecida al funcionamiento de Al Qaeda. El líder del EI guía a las provincias, da órdenes y muestra sus objetivos y deseos, pero las células de cada provincia oficial tienen independencia de actuar sobre el terreno y de conectarse con la población local como quieran”, explica Barak, que considera que el foco del grupo ya no son los ataques bombásticos contra Occidente, sino la guerra contra el enemigo local: los Estados y gobiernos de Oriente Próximo y África.

Repliegue en África y Afganistán

“Irak y Siria son el centro del EI, pero el grupo se está centrando ahora mucho más en operar en la África negra y en Afganistán. Son los dos lugares en los que ahora el grupo está más activo y donde consigue reclutar a mucha más gente, porque son regiones donde los gobiernos son débiles y donde impera la corrupción, la pobreza, la crisis climática, el flujo de refugiados que huye…”, asegura Barak, que continúa: “La expansión del Estado Islámico en África es incluso peor que el covid. Estamos viendo como la organización penetra muchos países como Mozambique, Mali, el Congo, la República Centroafricana… Y la comunidad internacional no está haciendo lo suficiente para parar esta expansión. Si no se hace nada se pagarán las consecuencias en el futuro”.

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