Once años de guerra

El turismo retorna a Siria entre críticas de los refugiados en el exilio

Las autoridades permiten la entrada de viajeros extranjeros acompañados por un guía local en un circuito cerrado

Un exprisionero político denuncia que los viajes turísticos contribuyen a blanquear al régimen sirio

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siria / Andrea López-Tomàs

Andrea López-Tomàs

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Frente a la Gran Mezquita de Damasco, un grupo de sirios exaltados sacan sus cámaras y empiezan a grabar. Hace mucho que no veían algo así. Cabelleras rubias y rostros extranjeros escuchan con atención la descripción del guía sobre el templo de los omeyas. 'Where are you from?' 'Where are you from?'", insisten los lugareños preguntándoles por su origen. Su presencia despierta alegría y un deje de esperanza. Tras 11 años de guerra civil, Siria recibe turistas de nuevo. Centenares de viajeros vuelven a probar la deliciosa comida siria y pasear por sus calles, la mayoría en ruinas. Aún así, el retorno del turismo al país da a pie a acalorados debates morales lejos de las fronteras sirias.

No todo el mundo puede acceder a Siria. Para entrar, es necesario un visado que cuesta entre 70 y 160 euros a europeos y estadounidenses respectivamente. La única forma de tramitarlo es a través de una agencia turística que trabaja con una empresa local registrada en el ministerio de Turismo. Sin el visto bueno de las autoridades, nadie puede cruzar la frontera. Una vez dentro, los turistas se mueven dentro de un circuito cerrado acompañados por un guía, que repite un discurso poco flexible. Por supuesto, las autoridades del presidente Bashar el Asad no les permiten acceso al noroeste del país, aún bajo control de los rebeldes, ni a los territorios kurdos más al este.

Salvavidas para la economía

Joan Torres organiza viajes a Siria a través de su blog 'Against the Compass'. "Quién viaja a Siria ya sabe a lo que va; suele ser un viajero consciente, responsable y culto que se interesa por la situación política del país", explica a este diario. Dentro de los destinos poco convencionales que ofrece, Siria es uno de los más populares. Y es que el país ha visto como, tras reanudar la concesión de visados en 2018, la industria del turismo ha crecido de manera constante y ahora representa el 11,4% de su PIB. Las autoridades sirias, por su parte, afirman que en 2019 recibieron 1,5 millones de turistas extranjeros, aunque los expertos la consideran una cifra exagerada. 

"Cada vez más gente viaja a Siria por los creadores de contenido que están transmitiendo una imagen de país seguro y calmado en las zonas bajo control de Asad”, explica Torres. El flujo de turistas beneficia a una economía también en ruinas. El aumento de la deuda de la guerra y una disminución del 400% del PIB condenan a Siria a una incipiente pero catastrófica crisis alimentaria. En este contexto, Asad plantea el turismo como un salvavidas. Antes del conflicto, el sector empleaba al 8,3% de la fuerza laboral y recibía más de 10 millones de visitantes. "Es lo único que les queda para salvarse", reconoce Torres. 

Críticas de los refugiados

Pero, lejos del país, instalados en una nostalgia que escuece, los sirios miran con recelo a los turistas extranjeros. "Los blogueros de viajes promocionan una versión blanqueada de Siria para millones de suscriptores al grabarse dando la impresión de que el país es seguro y estable”, explica Mohammad al Abdallah, director del Centro de Justicia y Rendición de Cuentas de Siria. "No es así como los sirios experimentan su país", recuerda este refugiado que tuvo que abandonar Siria en el 2007 por su trabajo como defensor de los derechos humanos.

Al Abdallah no ha vuelto desde entonces, pero, desde Estados Unidos, monitorea las violaciones de derechos humanos que ocurren en el país. "Miles de sirios inocentes se encuentran recluidos actualmente en prisiones del Gobierno sirio por oponerse al Gobierno, y millones en el extranjero no pueden regresar a casa de manera segura por temor al encarcelamiento, la tortura y la muerte”, recuerda. Los vídeos bajo el reclamo ‘La Siria que los medios no te mostrarán’ ya cuentan con millones de visualizaciones en Youtube. Mientras, las autoridades sirias se encargan de que los periodistas no puedan entrar al país. 

¿Retorno seguro?

Una de las principales preocupaciones que muestran las organizaciones de derechos humanos y los grupos de sirios en el exilio es el impacto que estos productos pueden tener en el retorno de los refugiados. "El turismo da la impresión de que Siria es segura, y esta narrativa permite que la Unión Europea, Turquía, el Líbano y otros países anfitriones justifiquen sus esfuerzos continuos para debilitar las protecciones de los refugiados y avanzar hacia su deportación a Siria", dice Al Abdallah a EL PERIÓDICO. 

También el turismo le permite a Asad "reformar su reputación". "La comunidad internacional ha alejado el foco del conflicto sirio y el presidente espera que estos viajeros le acerquen a la normalización política y el levantamiento de las sanciones", afirma quien fuera prisionero político en las cárceles de Asad. Las sanciones estadounidenses han provocado el estancamiento de las transferencias de reservas extranjeras, como el dólar. Además, la inflación y la devaluación han reducido el poder adquisitivo de la libra siria, por lo que los dólares y euros son necesarios para cualquier comercio con el extranjero. El uso de dólares dentro del país está prohibido, así que los que traen estos turistas son más que bienvenidos.

Pero no sólo por eso. La felicidad de la ciudadanía siria por tener a turistas de nuevo entre sus monumentos se palpa en cualquier intercambio con la población local. Frente a la ciudadela de Alepo, Mohamad se acerca a un viajero absorto tomando fotografías. "No puedo evitar decirte lo feliz que nos hace que hayáis vuelto y podáis observar con vuestros propios ojos las maravillosas civilizaciones que siempre han convivido en Siria", confiesa emocionado. "La guerra ha sido muy dura, sentía que el mundo estaba contra mí", indica con gesto afeminado. "Pero veros me llena de esperanza", dice eufórico, mientras su amiga le graba.

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