Los topos de Rusia en la UE

La sombra del Kremlin es alargada en la política diaria de Bulgaria

REPORTAJE MULTIMEDIA | Bulgaria, el caballo de Troya de Rusia en la UE

Cuatro de los seis partidos presentes en el Parlamento de Sofía defienden posiciones prorrusas, mientras los políticos búlgaros intentan contrarrestar de forma discreta en Bruselas las medidas más duras contra Moscú

Eleonora Valentinovna Mitrofanova

Eleonora Valentinovna Mitrofanova

Marc Marginedas

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No consideró relevante su condición de huésped en un país miembro de la OTAN desde 2004 y de la UE tres años después; ni que al frente del Gobierno anfitrión se encontrase Kiril Petkov, el más proeuropeo de los primeros ministros que ha tenido en los últimos tiempos el pequeño Estado balcánico. A los cuatro meses de iniciarse el ataque ruso contra Ucrania, y sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, Eleonora Valentinovna Mitrofanova, embajadora de Moscú en Bulgaria, anunció a bombo y platillo el inicio de una cuestación de fondos entre la ciudadanía local para apoyar a los soldados de su país que habían invadido el vecino eslavo, lo que generó de inmediato la repulsa de las fuerzas europeístas del país e incluso suscitó muecas de incredulidad en Bruselas.

Era tan solo la guinda de una ristra de gestos osados y provocadores que había llevado a cabo la jefa de diplomacia rusa en Sofía, tanto desde el inicio de la contienda como en los meses inmediatamente anteriores a la misma, y que incluyeron, entre otros, la convocatoria semanal de una rueda de prensa en la gigantesca y bunquerizada embajada de su país en la capital balcánica con el propósito de frenar "la retórica antirrusa existente en la prensa internacional", una cita regular con la prensa búlgara en la que Mitrofanova llegó a acusar al Pentágono de realizar "experimentos biológicos" en Ucrania con el objetivo de diseminar posteriormente en Rusia "agentes patógenos".

El comportamiento de la embajadora no es más que un fiel reflejo de la tradicional actitud del Kremlin, condescendiente, paternalista y escasamente respetuosa hacia la independencia del Estado que fue su más fiel aliado en el Pacto de Varsovia durante los tiempos de la Guerra Fría, y cuyo liderazgo comunista incluso llegó incluso a plantearse en algún momento la integración en la URSS y convertirse en la 16ª república soviética. Rusia, que controla de forma indirecta o a partir de compañías privadas un buen pedazo de la economía búlgara, "ha sido muy eficaz en transformar" este peso económico "en un control efectivo o presión a las redes (locales) de toma de decisiones", constata para EL PERIODICO Martin Vladimírov, director del Programa para la Energía y el Clima del Centro para el Estudio de la Democracia.

La embajadora del Kremlin en el Estado balcánico se permite organizar recogidas de fondos a favor de los soldados rusos, al tiempo que crecen las evidencias de que agentes rusos 'compran' a periodistas y políticos locales

Según las estimaciones de este experto, "cuatro de los seis partidos políticos con representación parlamentaria defienden de forma abierta posiciones prorrusas", e incluso existen formaciones, como el ultraconservador Partido del Renacimiento, que en las últimas legislativas de octubre obtuvo más de un 10% de los votos, que además de hacer ostentación de su rusofilia, "defienden los intereses inmobiliarios" de individuos y empresas rusas en la pintoresca costa del mar Negro.

Negociaciones en la UE

Con contadas excepciones, esta línea de pensamiento de una parte importante de la clase política local se ha acabado materializando en los debates y las negociaciones que han mantenido los ministros búlgaros con sus homólogos en la UE y la OTAN. "Actúan de forma muy inteligente, normalmente apoyan la mayoría de las decisiones y no argumentan contra el sentir general, pero en los asuntos críticos, como el envío de armas, las sanciones o la lucha contra el blanqueo de dinero, acaban apoyando" al Kremlin, constata este especialista búlgaro.

En opinión de Atanas Tchobanov, periodista búlgaro de investigación, un buen ejemplo de ello es el Gobierno encabezado por Boyko Borísov, primer ministro entre 2009 y 2014, un hombre que en público se declaraba proeuropeo y con quien la excancillera alemana Angela Merkel mantenía fluidas relaciones. "Borisov dio su visto bueno a la construcción del gasoducto Turk Stream", que al igual que el hoy denostado Nord Stream 2, concedía al Kremlin la largamente codiciada aspiración de "exportar gas a Europa sorteando territorio ucraniano", denuncia el investigador. Una infraestructura que, además, resultó gratis a las arcas públicas rusas a cambio de nada: "el Estado búlgaro pagó por el tramo local, pero la tubería no trae energía a los hogares búlgaros", destaca.

A diferencia de otros estados de Europa del Este, constata Tchobanov, apenas han sido purgados los servicios secretos búlgaros, más próximos que ningunos otros a la KGB soviética durante la Guerra Fría, y temidos por episodios como el asesinato en 1978 del disidente Georgi Markov en el puente Waterloo de Londres mediante un perdigón relleno de ricina. Sus integrantes han mantenido sus tradicionales vínculos con Moscú, provocando, por ejemplo, que durante el periodo en que el Ejecutivo europeísta y anticorrupción de Petkov ocupó el poder en el año que ahora acaba, la Agencia de Inteligencia Estatal, fue "principalmente leal" al presidente Rumen Radev, un hombre tildado de prorruso por la prensa occidental en el momento de su elección, aseguran fuentes bien informadas en Sofía. De hecho, durante la campaña electoral, el actual jefe del Estado recibió el apoyo del Partido Socialista, el antiguo partido comunista, y llegó a defender el levantamiento de las sanciones a Rusia por la anexión de Crimea.

Centros culturales, campamentos de verano 'a la soviética' y manipulación de la historia

"Vmeste v XXI veke" (en ruso, 'Juntos en el siglo XXI'). Éste es el lema que preside la entrada de un enorme complejo vacacional construido por la alcaldía de Moscú a pocos metros de playa Kamchiya, un privilegiado recodo casi virgen de la costa búlgara del mar Negro, a 25 kilómetros al sur de Varna. Como si la desintegración del bloque exsoviético en Europa del este a finales de los años 80 jamás se hubiera producido, el lugar, frecuentado hasta el arranque de la guerra de Ucrania por turistas venidos desde Rusia, acoge además un campamento de verano al más puro estilo soviético, donde los chicos realizan actividades similares a las que realizaban los movimientos de pioneros comunistas bajo la URSS. En especial, la zarnitsa (relámpago) un juego militar infantil en el que dos contendientes llevan a cabo imitaciones de acciones bélicas como batallas u operaciones de reconocimiento, pugnando por robar el estandarte del enemigo.

Y mantiene aún abierta, eso sí una escuela donde estudian alumnos de secundaria tanto búlgaros como rusohablantes y donde se enseña el idioma de Pushkin como segunda lengua. Nadezhda Ponomareva, una rusa afincada en Varna, llevaba a su hija a la escuela poco para amortiguarle el choque cultural de estudiar en una lengua ajena a la materna. Eso sí. Esta mujer, vinculada a la oposición rusa, evitaba que la joven participara en actividades extraescolares que incluían viajes al país del que habían huido años atrás.

Un buen número de ciudades búlgaras levantaron durante la era comunista monumentos en honor del Ejército soviético en agradecimiento por haber ayudado, supuestamente, a la nación búlgara a liberarse del fascismo. Muchos historiadores disputan esta versión de la Historia y sostienen que en el país balcánico, aliado reticente de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial, no creó nunca un régimen fascista per se ni se generó un gran movimiento de masas que apoyara el fascismo. Bulgaria, además, nunca rompió relaciones con la URSS, no participó en la campaña militar alemana contra Stalin, tampoco deportó a su comunidad judía y además, cambió de bando en 1944 cuando vio que se acercaba el Ejército Rojo, cuyos soldados entraron en el país sin encontrar resistencia. Las instalaciones de dichos monumentos son regularmente vandalizadas por partidarios de anclar firmemente a Bulgaria en Europa, generando siempre una airada y extraña indignación en el Kremlin.

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