Stepanakert

Los falsos ecologistas que tienen sitiada una ciudad y no dejan entrar a nadie: "Vamos a morir de hambre"

Los 120.000 habitantes de Stepanakert, cuya población es mayoritariamente armenia pese a estar en Azerbaiyán, llevan 23 días sin poder entrar ni salir de la ciudad

Los falsos ecologistas que han bloqueado el corredor del Lachin y han aislado a 120.000 personas.

Los falsos ecologistas que han bloqueado el corredor del Lachin y han aislado a 120.000 personas. / Cedida

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La madre de Tigran vive dentro de la ciudad sitiada. Él la llama por teléfono para preguntarle qué va a hacer de cena en Nochevieja. “Pues mira hijo, no tenía pensado hacer ensalada... pero ahora tendré que hacer una, porque un vecino me ha traído una zanahoria enorme. Yo le he dado a cambio cuatro patatas”, contesta ella. “Pero mamá, ¿cuántas patatas te quedan aún?”, pregunta él sorprendido. “Quince”, responde la mujer “¡Mamá, eres una auténtica magnate!”, exclama su hijo con orgullo.

Entre la ironía, la indignación y el miedo. Así viven las 120.000 personas que residen en Stepanakert (Nagorno-Karabaj). Una ciudad que permanece sitiada, al más puro estilo medieval, desde hace ahora 23 días. Nadie puede entrar ni salir. Solo hay una carretera que les conecta con el resto del mundo: el corredor del Lachin. Pero ese corredor está bloqueado desde el pasado día 12 de diciembre por un grupo de presuntos ecologistas que acusan a los habitantes de estar contaminando el medio ambiente con su industria minera. Y se niegan a levantar el bloqueo.

Como el corredor está cortado, alimentos y medicinas empiezan a escasear en Stepanakert. Casi todos los comercios de la ciudad han bajado ya sus persianas. Tener patatas u hortalizas en casa es un lujo. Tener huevos frescos, un recuerdo muy lejano. Ya no queda leche, y la única tienda a la que le queda tabaco, vende los cigarrillos de uno en uno. Al otro lado de la carretera cortada hay familias enteras que residen en la ciudad.

El bloqueo les pilló de viaje, y ahora no les dejan regresar a sus hogares. Han tenido que pasar estas fiestas fuera de casa, las más amargas que recuerdan. Alguien ha robado la navidad en Stepanakert, y esta vez no ha sido el Grinch, sino un grupo de falsos ecologistas que han venido desde Azerbaiján.

28 años de odio

Stepenakert se encuentra en algún lugar remoto del Cáucaso, en tierra de nadie. Literalmente. Porque aunque las fronteras oficiales dicen que está dentro de Azerbaiyán, más del 90% de su población es de Armenia. Dos enemigos ancestrales. Y esta es la clave, porque la verdad de este bloqueo es que no tiene motivaciones ecológicas. Es, en realidad, el enésimo conflicto entre dos vecinos que se odian. Que ya se han enfrentado en dos guerras y que están encendiendo las chispas para una tercera.

Azerbaiyán y Armenia. Los primeros, musulmanes de origen y órbita turca. Los segundos, cristianos y cuna de la cristiandad. Fue la primera nación, antes incluso que el Imperio Romano, que adoptó el cristianismo como religión oficial. Armenia es el lugar donde dicen los estudiosos de La Biblia que estaba el Jardín del Edén (el de Adán y Eva) y el monte Ararat, en el que embarrancó el arca de Noé después de que Dios mandase 40 días de lluvia.

Tanto Armenia como Azerbaiyán fueron engullidos por la URSS. Los territorios de Nagorno Karabaj fueron asignados a Azerbaiyán a pesar de estar habitados por aplastante mayoría armenia. Ambos se disputan esos terrenos desde la desintegración soviética. Por eso se han enfrentado ya en dos ocasiones. La primera, en 1994. Aquella la ganaron los armenios, que decidieron unilateralmente independizar la región en liza de Azerbaiyán.

Fundaron un país al que bautizaron con el nombre de Artsaj, aunque en el resto del mundo es conocido como Nagorno-Karabaj. Izaron una bandera casi idéntica a la de Armenia y así se han mantenido desde entonces, como una república de facto y sin reconocimiento internacional, con capital en Stepanakert.

La segunda escaramuza llegó en 2020 y la historia cambió por completo. Azerbaiyán es ahora un país rico, que es conocido como “la tierra del fuego” por la cantidad de gas y petróleo que tiene. Su ejército es tan potente como sus relaciones comerciales internacionales. La guerra empezó en septiembre de 2020 y duró hasta noviembre. Los azerís (uno de los gentilicios de Azerbaiyán) aplastaron a los armenios. Desde entonces sigue escalando Azerbaiján las tensiones, reclamando como propios los territorios de Nagorno Karabaj.

Aquella guerra, sin embargo, la detuvo Rusia. Se ofreció para mediar y controlar con sus soldados el corredor del Lachin, la única salida y entrada a la región. Pero ahora Rusia está por otros menesteres, y los azerís han aprovechado para ahogar a sus vecinos armenios que viven en Nagorno-Karabaj. En lugar de entrar con tanques, han mandado a parte de su ejército y otros funcionarios gubernamentales, disfrazados de ecologistas, a cortar la carretera. Y la situación no tiene visos de mejorar.

Amarga Navidad

“No ha habido ambiente festivo en la ciudad. La gente compra la comida que puede encontrar, ni siquiera lo que necesitan. Es imposible encontrar vegetales y frutas. Sólo hay granadas y algo de caqui, que es local. En su mayoría compran carne traída de los pueblos vecinos y vodka casero. Cada día es más grave la escasez de alimentos, otros productos esenciales y el combustible. También hay problemas con los medicamentos. Es casi imposible encontrar calmante o medicinas para enfermos crónicos. Hay 10 personas ya en situación crítica”, explica Siranush Sargsyan, una periodista que reside en la ciudad sitiada.

“Es difícil predecir cuánto va a durar esto, porque no depende de nosotros. Pero no somos optimistas. Podemos soportar las privaciones por más tiempo, nuestra gente es realmente fuerte y esta no es la primera vez, pero no vemos el final. Aunque abran camino, lo volverán a cerrar con otro disfraz. Todo puede pasar: morir de hambre, nueva agresión, limpieza étnica…”, prosigue, mandando fotos de estantes vacíos en las pocas tiendas que quedan abiertas. En la ciudad hay media docena de jugadores de fútbol procedentes de África, que querían regresar a casa para estas fiestas, pero se ven atrapados y sin comida en Stepanakert.

Gabriel Gavin es un periodista británico especializado en ex-repúblicas soviéticas. Uno de los pocos analistas de los conflictos del Cáucaso que está viviendo la crisis en el mismo corredor del Lachin: “La situación humanitaria está empeorando. Las tensiones son peligrosamente altas. Ya hemos visto a los armenios de Karabaj marchando hacia el puesto de control y exigiendo que las fuerzas de paz rusas tomen medidas para despejar el camino, pero hasta ahora esas protestas han caído en saco roto. Si bien los manifestantes azerbaiyanos en la carretera se han movido para permitir el paso de los vehículos de mantenimiento de la paz rusos y varios convoyes de la Cruz Roja Internacional, los lugareños dicen que eso no es suficiente para abastecer a toda la población y que los alimentos y las medicinas se están agotando”, explica.

Los otros actores

En esta película de guerra no hay solo dos actores. También hay secundarios como Turquía, que son los aliados históricos de Azerbaiyán, país con el que comparten idioma y religión. Su posicionamiento en este conflicto, por tanto, es obvio. Pero es que, además, Azerbaiyán ha sabido relacionarse bien con el resto de potencias extranjeras. Se acaba de convertir en el primer país musulmán en abrir una embajada en Israel, país que les vende armas.

También mantienen relaciones comerciales con Estados Unidos y la Unión Europea, donde han invertido ingentes cantidades de dinero en muchos sectores. Incluso en importantes entidades españolas. ¿Recuerdan la final de Champions que perdió el Atlético de Madrid en Lisboa? El sponsor de la camiseta era Azerbaiyán. Un país con el que casi nadie quiere estar a malas.

Armenia, por su parte, está sola y no tiene aliados en la zona. Francia es el país con mayor población armenia de la Europa occidental, por lo que su gobierno ha hecho varios llamamientos al cese de las hostilidades. Pero no obtienen el respaldo internacional. ¿Y Rusia? Sus fuerzas de paz siguen allí, controlando el corredor del Lachin, pero su interés en la zona tiende a cero. La guerra contra Ucrania no está saliendo como esperaba y está centrando en ese frente todos sus esfuerzos. Del mismo modo, comercialmente les interesa más estar a buenas con sus vecinos azerbaiyanos que con los armenios.

“Azerbaiyán lleva usando la fuerza contra Armenia desde la última guerra de 2020, pero han intensificado sus ataques desde que empezó la invasión rusa de Ucrania, porque Rusia tiene ahora otras preocupaciones en el este. Hay un vacío de poder en el Cáucaso sur. Además, Rusia ahora depende mucho de Azerbaiyán y sus aliados de Turquía. Porque el corredor del gas que llega a la India pasa por Azerbaiyán. Y porque el gas ruso que no pueden vender a Europa lo venden a Azerbaiyán, que lo revende a Europa. Es decir, Europa está comprando gas ruso a través de Azerbaiyán y a Moscú le interesa tener buenas relaciones con ellos” explica a este diario Tigran Grygorian, politólogo e hijo de la señora del primer párrafo que se jactaba de tener aún 15 patatas en la despensa.

Así, los armenios, tradicionales aliados de los rusos, se indignan ahora por la pasividad de Rusia y de la propia Armenia en ese conflicto, dado que "Armenia no tiene el potencial suficiente para hacerle frente a Azerbaiyán actualmente. Ni económico ni militar", concluye Grygorian. Por su parte, el politólogo Richard Gyragosian, director del Regional Studies Center (organismo especializado en el Cáucaso), lo resume de la siguiente manera.

"Para Armenia, el contraste entre la inacción rusa y la reacción occidental es alarmante. Esto también es evidente en el hecho de que Rusia no haya respondido al flagrante ataque de Azerbaiyán y a la violación del acuerdo de alto el fuego vigente desde finales de 2020. En este contexto, los movimientos de los azerbaiyanos contra Karabaj también son desafíos dirigidos al poder y la presencia de Rusia en el región". Es decir, que los azeríes han optado por un órdago a grande, en un movimiento que podría incrementar su poder en la zona, aprovechando las debilidades rusas actuales.

Falsos ecologistas

¿Quiénes son estos ecologistas que sostienen pancartas con textos tan genéricos como "Salvemos la naturaleza"? Explica Tigran que "lo del ecologismo no son más que excusas, Azerbaiyán está intentando tomar el control pleno de Nagorno-Karabaj. Ellos no son ecoactivistas, sino militares y funcionarios del gobierno de Azerbaiyán que se han disfrazado, no hay ninguna duda. El gobierno de Nagorno Karabaj ha invitado desde el primer día a observadores y analistas internacionales para que revisen las minas y las industrias. Pero todo esto es artificial. Los azerbaiyanos sólo quieren el control”.

Sobre sus objetivos a corto plazo, la periodista Sossi Tatykian cuenta que "en julio de 2022, Azerbaiyán supuestamente vendió dos minas en la región Martakert de Nagorno-Karabaj a una empresa británica llamada Anglo-Asian Mining PLC, que afirma ser el principal productor de oro y cobre en Azerbaiyán. Por lo tanto, el objetivo táctico a corto plazo del cierre del corredor es establecer el control sobre las minas y privar a los armenios locales de su principal fuente de ingresos y, por lo tanto, de sustento. Es importante tener en cuenta que se han visto privados de la mayoría de los demás recursos naturales y fuentes de sustento desde la Guerra de Artsaj de 2020, como los recursos hídricos y las tierras agrícolas capturadas por Azerbaiyán y concedidas de conformidad con la declaración de alto el fuego del 9 de noviembre de 2020".

Es, por tanto, una posición estratégica, para ahogar a los armenios de la zona que Azerbaiyán quiere controlar. Su gobierno no se esconde. El propio presidente de la república, Ilham Alyev, ha afirmado sin tapujos que el gran objetivo de su país es retomar el control de lo que llama "Azerbaiyán del Oeste", unos territorios que asegura que históricamente han pertenecido a su nación, y que son los que ahora están sufriendo este bloqueo.

Por el momento, los armenios de Stepanakert siguen sobreviviendo y buscándose la vida día a día. Cuenta la periodista Siranush Sargsyan que "cuando alguien entra en una de las pocas tiendas que quedan abiertas en la ciudad, ya no pregunta si tiene tal o cual cosa. Lo que pregunta es "qué tienes", porque apenas queda nada". La situación, además, no tiene visos de moverse. Estos últimos enfrentamientos han recrudecido una rivalidad ancestral entra ambos países. La ecología es solamente una excusa. 120.000 personas lo saben, y reclaman que alguien haga algo por salvarles.