Oriente Próximo

Netanyahu vuelve al poder con el gobierno más derechista de la historia de Israel

La oposición teme una anexión de la Cisjordania ocupada que otorgaría más poder a los ultraortodoxos

Andrea López-Tomàs

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Israel vuelve a tener gobierno. Esta vez se trata del Ejecutivo más derechista de la historia del país. Acompañado de sus socios ultraortodoxos y de extrema derecha, Binyamín Netanyahu retorna al poder tras 18 meses en la oposición. El líder del Likud ha inaugurado este jueves su sexto mandato después de que todo su gabinete tomara juramento durante la sesión de la Kneset, el Parlamento israelí. Mientras, a las afueras del edificio, se han juntado miles de personas de centro-izquierda para protestar contra el gobierno entrante que lo ven como una amenaza para las libertades civiles de la sociedad israelí. 

Yair Lapid ni se ha despedido. El primer ministro saliente ha abandonado el pleno sin dar un apretón de manos a Netanyahu. Esta nueva coalición ya ha provocado cambios destacados en las instituciones israelís. Este jueves 31 ministros y cinco viceministros han prestado juramento en uno de los gabinetes más masivos de la historia de Israel. Se han tenido que dividir o reorganizar ministerios mientras que otros están programados para rotación ministerial. Esto muestra el gran número de concesiones que ha tenido que hacer Netanyahu para volver al trono. Además, sólo cinco de sus miembros son mujeres que suponen el 16% del Gobierno.

Los seis partidos que integran este Ejecutivo suman una mayoría de 64 de los 120 diputados que componen la Cámara. Las formaciones que lo integran son el Likud de Netanyahu, los ultraortodoxos Shas y Judaísmo Unido por la Torá, y los ultraderechistas Sionismo Religioso, Poder Judío y Noam, que concurrieron juntos a las elecciones y se consolidaron como tercera fuerza más votada, a pesar de su discurso racista y homófobo. Pese a su coherencia ideológica, Netanyahu se ha enfrentado a semanas de duras negociaciones con sus nuevos socios que han acabado con polémicas concesiones por parte del ya primer ministro.

En los acuerdos de coalición, se han incluido cláusulas referentes a la anexión de la Cisjordania ocupada, a una reforma judicial que socavaría la independencia de la justicia y una serie de medidas que otorgarían más poder a la comunidad judía ultraortodoxa en detrimento de otros grupos religiosos. Además, durante los tres últimos días, se han aprobado leyes muy controvertidas en la Kneset. Una ha permitido entregar al extremista Itamar Ben Gvir, actual ministro de Seguridad Pública, amplios poderes sobre la policía y un control casi absoluto sobre la policía de fronteras, que opera fundamentalmente en los territorios palestinos ocupados.

Modificaciones a la Constitución

Por su parte, el líder de Sionismo Religioso, el colono Bezalel Smotrich, puso como condición obtener un cargo con rango de ministro dentro de la cartera de Defensa con control sobre las políticas civiles en la Cisjordania ocupada y la expansión de asentamientos. También el ultraortodoxo Aryeh Deri, de Shas, exigió una modificación legal que le permita ser ministro a pesar de haber sido inhabilitado para ello a principios de año. Estas dos últimas leyes han implicado una enmienda a la Ley Básica de Israel, lo más parecido a una Constitución.

Todas estas modificaciones legales para encajar a políticos racistas, autoritarios y corruptos en el Gobierno han hecho saltar las alarmas entre la población. Miles de personas se han concentrado a las puertas de la Kneset durante la votación para denunciar la deriva derechista de la política israelí y mostrar su rechazo a este nuevo gabinete. A su vez, los miembros de la oposición han expresado su repudio público a las futuras políticas que amenazan a la comunidad LGBTI, a las mujeres, a los no religiosos y a la población palestina del país

Mientras, el nuevo primer ministro de Israel enfrenta un juicio por corrupción en su contra acusado de fraude, cohecho y abuso de confianza en tres casos distintos. Con el 37º gobierno del Estado hebreo, se espera acabar de una vez por todas con la inestabilidad política que ha llevado al país a cinco elecciones en menos de cuatro años. Todas ellas han girado alrededor de la polémica figura de Netanyahu. Finalmente, el rey Bibi ha conseguido lo que quería. Está por ver cómo él y sus socios usarán las instituciones para huir de sus problemas con la justicia, y hasta qué punto se resentirá la democracia israelí.