Guerra de Ucrania
Wagner ayuda a Putin en las cercanías de Kosovo
Kosovo, la paz atascada
La empresa de inteligencia y paramilitares pone en funcionamiento una base en Serbia en colaboración con la extrema derecha local
Juan José Fernández
Redactor Jefe
Reportero.
Profesor en el Master de Periodismo Avanzado – Reporterismo de la Facultat de Comunicació i Relacions Internacionals Blanquerna (Universitat Ramon Llull).
Diplomado por el CESEDEN en Altos Estudios de la Defensa Nacional.
Fue jefe de Información y reportajes y jefe de Redacción de la revista Interviú durante 19 años.
Se presentó en sociedad el pasado 9 de diciembre, después de reiteradas negativas de los implicados sobre su existencia. El entramado paraestatal ruso de mercenarios y agentes de inteligencia Wagner tiene ya presencia física declarada en Serbia, en las ciudades de Belgrado y Nis, a través de los que llama "residentes" locales: el grupo de extrema derecha serbio Orly ("Águilas"), que reivindica, entre otras cosas, la recuperación de la provincia de Kosovo.
El propio grupo, liderado por el activista y propagandista serbio de la causa rusa Aleksander Lysov, lo ha celebrado en redes sociales a lo largo de este mes de diciembre. Era el momento de presentar al público el nuevo logo promocional de las Águilas, una doble bandera que juega con los colores blanco, azul y rojo propios de las enseñas de Rusia y de Serbia -ambas los tienen, pero colocados en distinto orden- y con un paralelismo propagandístico convertido en lema: Donbás-Rusia, Kosovo-Serbia.
Lysov ha estado estos días de viaje por el Donbás. Actuando casi como reportero a pie de calle, ha mostrado en sus redes sociales los efectos de los bombardeos ucranianos en urbes de la provincia de Donetsk. Y ha aprovechado el viaje para abrazar y entregarle una de esas banderas a su homólogo nacionalista prorruso en la región, Alekséi Zhigulin.
La escena, grabada en vídeo doméstico y con poca luz, es una metáfora de la acción exterior rusa en Serbia, y de una de las misiones del nuevo centro de Wagner en territorio serbio: asegurarse Rusia apoyo en los Balcanes para su invasión de Ucrania a cambio de apoyar al nacionalismo serbio en su melancólica, dolorida y todavía muy viva reclamación de Kosovo.
Al poco se fue a algún lugar de la provincia de Donetsk para proceder a hacer efectivo uno de los motivos de su viaje: la entrega de "material de apoyo"-así lo difundió Orly en sus canales- a una batería de morteros del Batallón de Voluntarios del Don, guerrilla prorrusa de la región.
Contra los "liberales"
La cara de Wagner en Serbia tiene forma de club de hermandad. Su nombre, Centro Cultural Informativo Ruso-Serbio de Amistad y Cooperación, no alude a la empresa de mercenarios del oligarca al que llaman "el cocinero del Kremlin", Yevgueni Prigozhin. Pero Wagner lo promociona entre su red de franquicias y semifranquicias como una oficina local más. En su mensaje de salutación del pasado 9 de diciembre en sus canales de Telegram, Wagner lo describe como parte de su "implementación de diplomacia pública".
Los países de la OTAN, especialmente los de los Balcanes -Albania, Eslovenia, Croacia, Montenegro y Bulgaria- tienen razones para sentirse aludidos por los posibles efectos de esa diplomacia. Pero hay una misión previa, prioritaria, que se plantea el grupo Wagner en Serbia, y no es hacia fuera, sino hacia dentro: presentar batalla a los rusos disidentes de Putin.
Belgrado y Nis son ciudades con importantes colonias de ciudadanos rusos; y entre ellos, los que buscan escapar del régimen de Vladímir Putin, al que tienen como pseudodictadura. Wagner y sus aliados serbios se plantean librar un combate de información y desinformación: buscan la "confrontación informativa con los liberales rusos que se fueron a Serbia y están tratando de realizar actividades antirrusas allí, con el objetivo de desacreditar a Rusia y empeorar las relaciones de los pueblos ruso y serbio", según declara el comunicado de fundación del centro de hermandad.
Como socios, no podían escoger a otros más cercanos que el grupo ultranacionalista y eslavista que promovió en el centro de Belgrado la erección de una estatua del "Santo Príncipe" ruso Aleksander Nevski, gobernador de Novgorod y de Kiev, brazo armado contra suecos y teutones en el siglo XIII. Sobrevuela sus actividades el líder de las Patrullas Populares y político de ultraderecha Damjan Knezevic.
Hay también otra misión, esta nada publicitada, que siguen los ojos occidentales en la zona: la acogida y captación, de momento no excesivamente numerosa, de voluntarios serbios para ayudar a los prorrusos de Donetsk y Luhansk como brigadistas extranjeros en sus filas de combatientes contra el Ejército ucraniano.
De ese reclutamiento selectivo con tamiz de Wagner han informado confidentes kosovares a diversos servicios de inteligencias de países de la Alianza Atlántica. Serbia mantiene una neutralidad que celebra la OTAN; pero es militar, no ideológica.
Fuentes militares españolas confirman lo delicado de la situación en la frontera de Serbia y Kosovo, porque es ahí -o en las traseras de las repúblicas bálticas- donde podría desencadenarse un calentamiento muy desestabilizador según el camino que tome, en primavera, la guerra de Ucrania.
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