Conflictos en Europa

Kosovo, la paz atascada

Los recientes disturbios en Kosovo esconden el irresuelto problema de los enclaves serbokosovares en el país, que declaró unilateralmente su independencia en 2008

La situación agita a Serbia, que ha propuesto reiteradamente el despliegue de sus tropas en la zona

Manifestantes serbokosovares portan una bandera de Serbia gigante en una protesta contra el Gobierno en Rudare, Kosovo.

Manifestantes serbokosovares portan una bandera de Serbia gigante en una protesta contra el Gobierno en Rudare, Kosovo. / MIODRAG DRASKIC / REUTERS

Irene Savio

Irene Savio

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El analista Jasmin Mujanovič no tiene dudas. "No habrá ningún avance en el diálogo entre Belgrado y Pristina en el corto plazo", dice este politólogo de la Universidad de Toronto. Como él, todos los observadores consultados para este reportaje, comparten la opinión de que las negociaciones para la resolución del conflicto entre los dos países, abierto desde la declaración unilateral de independencia de Kosovo en 2008, están en uno de sus peores niveles en años.

Desde diciembre se han producido diversos enfrentamientos, tiroteos y bloqueos de carreteras en el norte de Kosovo, cerca de la frontera con Serbia y donde vive una comunidad serbia que, avalada por Belgrado, se resiste a reconocer completamente las instituciones kosovares. Es algo que ya ha ocurrido antes. Sin embargo, Serbia ahora ha empezado a levantar más la voz y desde hace semanas insiste en su propuesta de desplegar sus tropas en la zona (este fin de semana lo pidió el Estado Mayor serbio), algo que está alarmando a la comunidad internacional.

Es el último capítulo de un conflicto que ha tenido distintos grados de intensidad en la última década y que se reactivó hace meses, con la decisión de Pristina de exigir que los serbokosovares no usen en sus vehículos placas con matrículas serbias. Un embrollo legal que una mediación de la UE logró desatascar a finales de noviembre, sin que esto apagara una crisis que no permite descartar un futuro aumento de la violencia en Kosovo, un país de mayoría albanesa.

Diplomacia revuelta

La razón es que el mayor nudo remite precisamente al irresuelto problema de los enclaves serbokosovares en Kosovo. Aquí vive esta minoría (10% de la población), que Serbia afirma querer proteger, a la vez de que se niega a reconocer la independencia de su exprovincia, como tampoco lo hacen otros países (la mayoría por cuestiones internas, como España y Argentina). 

"La tensión actual es producto de la larga disputa entre las partes", como dice Mujanovič, al señalar también el "momento extraño" de la diplomacia europea involucrada en el conflicto. "Por una parte, Serbia es menos democrática y más nacionalista que hace una década. Por la otra, Kosovo es hoy un país más democrático pero ha perdido parte del favor que gozaba en la Unión Europea y en Estados Unidos, por su insistencia en que se le trate acorde a los principios de la reciprocidad diplomática", añade.

"Por no hablar de que los principales actores europeos involucrados proceden de países que no reconocen la independencia kosovar. Son el eslovaco Miroslav Lajcák (representante especial para el diálogo Pristina-Belgrado) y el español Josep Borell (alto representante para la Política Exterior de la UE)", opina.

El nudo de la autonomía

Jelena Petkovic, periodista serbia que desde hace años trabaja en temas kosovares, tiene una visión en parte distinta. Según ella, "las recientes tensiones remiten al enojo de los serbokosovares por una serie de acciones y mensajes procedentes del Gobierno kosovar", actualmente liderado por Albin Kurti, del partido panalbanés Vetëvendosje.

Un ejemplo son algunas recientes declaraciones de Kurti de rechazo a la propuesta de creación de una asociación de municipalidades serbias dentro de Kosovo, lo que equivaldría a una concesión de autonomía a cambio de reconocerse parte del estado kosovar.

El problema es que "la petición no procede de la población local (serbokosovar), sino de Belgrado, que quiere una compensación" por los territorios perdidos con la independencia kosovar, dijo Kurti. Además, la propuesta fue declarada "inconstitucional" por Kosovo, añadió. Otros consideran que Kosovo no acepta esta petición porque desconfían de Belgrado y no creen que esta concesión pondría realmente fin al conflicto.

Acusaciones infinitas

La profesora y periodista serbokosovar Tatjana Lazarevic también considera que la situación se parece a un diálogo de sordos. "Se está haciendo muy poco para calmar los ánimos y la retórica de Belgrado y Pristina es sumamente belicosa", observa Lazarevic. "Además, en los últimos meses, el Gobierno de Kosovo ha expandido su presencia en el norte de Kosovo. Se abrieron al menos cuatro nuevas bases de la Policía Especial de Kosovo y también hubo un despliegue de agentes albaneses en el norte de Mitrovica", afirma Lazarevic.

"La polémica sobre las placas también provocó que en estos meses diversos empleados (serbokosovares) abandonasen sus cargos en las instituciones (kosovares)", añade Petkovic. Situación que la presidenta kosovar, Vjosa Osmani, intentó resolver con la convocatoria de elecciones en el norte de Kosovo, unos comicios previstos para este diciembre y que finalmente Pristina aceptó postergar tras que se convirtieran en otro motivo de polémica.

Pero, aun así, esto no ha resuelto una conflicto que, de momento, no escala más solo gracias a la presencia en el terreno de las misiones EULEX (de la UE) y KFOR (de OTAN), según dice Meliza Haradinaj, exministra de Relaciones Exteriores de Kosovo. "No podemos definir cómo será nuestro futuro sin examinar nuestro pasado, eso es, sin tener primero un acuerdo recíproco sobre nuestros desacuerdos", señala la política sobre el que, a su juicio, es el problema de fondo.

Suscríbete para seguir leyendo