Entrevista

Oleksandra Matviichuk, Nobel de la Paz 2022: "No puede haber paz en Ucrania y Rusia sin justicia"

La activista y abogada defiende la creación de un tribunal internacional para juzgar las atrocidades de la guerra y asegura que las denuncias contra soldados ucranianos se investigarán también

El Centro para las Libertades Civiles, la organización que dirige, ha recopilado información sobre 26.000 casos en nueve meses

Oleksandra Matviichuk

Oleksandra Matviichuk / CHRISTIAN GUSTAVSSON

Irene Savio

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Hablar con la abogada Oleksandra Matviichuk (Boiarka, Ucrania, 39 años) en estos días es una misión casi imposible o que, en el mejor de los casos, puede llevar varios días conseguir. Aun si una posee su número de teléfono. A los cortes de electricidad en Ucrania, el habitual trabajo frenético de la activista y sus desplazamientos, se añade ahora la aumentada atención mediática que hay alrededor de la organización que preside, el Centro para las Libertades Civiles, ganador del Premio Nobel de la Paz 2022 (junto a la rusa Memorial y el activista político bielorruso Ales Bialiatski). Un galardón que ha puesto el acento sobre el dificilísimo trabajo que Matviichuk hace desde hace 8 años: investigar los crímenes de guerra que se cometen en su país. "Es imposible acostumbrarse a la guerra", cuenta esta especialista en derechos humanos, en una entrevista con EL PERIÓDICO que finalmente se celebra a distancia pocas horas antes de la ceremonia en la que este sábado recibirá el premio.

¿En qué consiste su trabajo?

El Centro para las Libertades Civiles ha estado documentando crímenes de guerra desde que inició el conflicto en 2014. Desde después del comienzo de la invasión rusa de gran escala (en febrero pasado), junto a una docena de otras organizaciones humanitarias, trabajamos en la iniciativa 'Un tribunal para (el presidente ruso, Vladímir) Putin'. 

¿De qué se trata?

Los investigadores han documentado la destrucción intencionada de edificios residenciales, escuelas e iglesias, ataques deliberados contra hospitales y personal médico, deportaciones forzadas de población, asesinatos, violencias sexuales y torturas a civiles. (Este año), en tan solo nueve meses, documentamos 26.000 episodios de crímenes de guerra.

¿Trabajan también en los territorios ocupados por Rusia? ¿Y si es así, cómo?

Durante ocho años, hemos recogido información sobre crímenes en los territorios ocupados en Crimea, Donetsk y Lugansk. Nuestras herramientas incluyen el análisis de fuentes abiertas y su verificación, así como la recopilación de documentos y testimonios de personas que viven o han estado allí. Este año hemos continuado trabajando en esto.

¿Qué hacen después con esta información?

Recopilamos esta información para que, tarde o temprano, todos los rusos responsables de estos crímenes, así como Putin y los demás líderes políticos y militares, sean llevados ante la justicia. 

¿Pero cómo se pueden juzgar internacionalmente estos casos? ¿Cree que llevarlos ante La Haya es una opción?

Los esfuerzos de la Corte Penal Internacional son muy importantes, pero se limitarán a pocos casos específicos. Y, por otra parte, el sistema judicial (ucraniano) está sobrecargado por la enorme cantidad de casos. Por esto, el problema de cómo dar una oportunidad a la justicia que se le debe a cientos de miles de víctimas es bastante serio. 

¿Qué solución propone?

Creo que, para que haya una rendición de cuentas, se debe crear un tribunal internacional. Porque si decimos que la vida de cada persona importa, entonces debemos respaldar estas palabras con acciones concretas. 

En 1998, a instancias del juez español Baltasar Garzón, el dictador chileno Augusto Pinochet fue arrestado gracias a la aplicación del principio de la jurisdicción universal. ¿Es un camino? 

Sí, la jurisdicción universal es una herramienta importante en la compleja estrategia de la justicia. Y por esto hemos hecho un llamamiento a los países para usen sus legislaciones y abran casos penales. Dicho esto, esto no significa que se interrumpirá el trabajo de la Fiscalía General (de Ucrania) sobre los centenares de miles de casos que ya se están investigando. Por tanto, sí, es una herramienta importante, pero no la única. 

¿Trabajan también en acusaciones de crímenes de guerra a manos de soldados ucranianos? ¿Cómo estos hechos deberían investigarse?

Estamos luchando una guerra en la que defendemos nuestro derecho a vivir y construir un país en el que todos los derechos de las personas estén protegidos, para que el Gobierno rinda cuentas, los tribunales sean independientes y la policía esté al servicio del pueblo. Es muy importante que nos apeguemos a estos valores, y por eso, estas denuncias de violaciones deben ser investigadas. No tiene sentido derrotar a Rusia y convertirnos nosotros en Rusia.

En el plano personal, ¿qué le ha impactado más hasta ahora?

Trabajamos con tanto dolor humano que por mucho tiempo me prohibí hacerme preguntas. Hay muchas historias terroríficas. Probablemente lo más difícil han sido los casos de violencias sexuales del Ejército ruso contra niños.

¿Este premio Nobel puede cambiar su trabajo?

Durante estos ocho años trabajamos con personas que vivieron el infierno. Entrevisté personalmente a más de 100 personas que fueron mantenidas en cautiverio. Me contaron cómo fueron golpeadas, violadas, sufrieron amputaciones, o torturas con descargas de electricidad en los genitales. Enviamos decenas de informes a la ONU, a la OSCE, al Consejo de Europa, a la UE. Nadie prestó la debida atención a la voz de los defensores de los derechos humanos. Sin embargo, no puede haber paz en nuestra región sin justicia. Debemos romper este círculo de impunidad.

¿Entonces qué puede hacer el Nobel por la Paz para la paz?

Hemos ganado este premio en tiempos de guerra. Es una gran responsabilidad. Pero también una oportunidad única para recordarle al mundo que la paz, el progreso y los derechos humanos están interconectados. Y que un Estado que sistemáticamente viola los derechos humanos supone una amenaza no solo para sus ciudadanos. El ejemplo de Rusia lo demuestra de una manera convincente.

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