Guerra en el este de Europa

Belgorod, la región rusa más castigada por el conflicto rusoucraniano

Trabajadores instalan estructuras defensivas en Belgorod junto a la frontera con Ucrania, el 22 de noviembre.

Trabajadores instalan estructuras defensivas en Belgorod junto a la frontera con Ucrania, el 22 de noviembre. / REGIÓN DE BELGOROD

Àlex Bustos

Àlex Bustos

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De todo el territorio ruso reconocido por la comunidad internacional –es decir, sin incluir la península de Crimea y los territorios recién anexionadas de Jersón, Zaporiya, Donetsk y Lugansk– la región de Belgorod es la que más directamente ha sufrido el conflicto rusoucraniano. Esta misma semana las autoridades regionales han aprobado mantener la alerta amarilla antiterrorista el lunes. El martes de esta misma semana un bombardeo y una explosión posterior mataron a tres civiles, según informó el gobernador local, Viacheslav Galdkov. El mismo gobernante regional informó esta semana de la construcción de una red de fortificaciones en su territorio debido a la situación compleja y a los ataques desde Ucrania.

Aunque esta parte del país no ha sido la único en sufrir de forma directa las consecuencias del conflicto –las regiones de Kursk y Bryansk, al oeste también han recibido proyectiles–, sí ha sido la que más veces ha visto cómo los misiles impactaban en la región. Ya el 23 de marzo, apenas un mes después del inicio de la llamada por el oficialismo ruso "operación militar especial", se vieron los primeros misiles cruzar la frontera rusoucraniana y, según fuentes locales, en esa ocasión murió un militar ruso.

A principios de abril, nuevamente aviones ucranianos habrían disparado contra un depósito de combustible de la región. Pocos días después, el 11 de ese mismo mes, Belgorod, Kursk y Voronezh declararon la alerta antiterrorista amarilla, el segundo nivel más alto. Todos estos territorios se encuentran en la frontera, colindantes con las de las regiones ucranianas de Járkov y Donetsk.

Situación tensa

En Belgorod la vida no se parece a la anterior a la ofensiva sobre Ucrania. El vaivén de vehículos militares y ambulancias es constante, tanto de entrada como de salida de la zona militarizada al otro lado de la frontera. Al menos en 15 días distintos la región ha sufrido ataques con aviones y/o proyectiles de diferente índole. Por ello muchos residentes de esta parte de Rusia han preferido desplazarse temporalmente a zonas donde vivir de una forma más tranquila, como Tula o la región de Moscú.

Además de las daños humanos y el miedo derivado, los bombardeos puntuales desde el otro lado del frente han provocado apagones y daños en infraestructuras clave en más de una ocasión, como fue el caso del 11 de octubre, cuando el blanco de los ataques fue una instalación eléctrica y la capital homónima se quedó a oscuras.

Cuando Moscú impuso la ley marcial en los territorios anexionados de Ucrania el pasado 19 de octubre, también pidió a las regiones fronterizas con Ucrania que hicieran una "movilización económica", es decir, orientar el tejido económico local a las necesidades del Ejército ruso. "Nuestros soldados, no importa qué tareas hagan, deben estar bien aprovisionados, con todo lo que necesitan. Esto incluye el equipamiento de las barracas y el transporte, las condiciones de vida, el equipo militar, médico y comida", afirmó entonces el presidente ruso, Vladímir Putin.

Sin embargo, otros territorios bajo control ruso –aunque la comunidad internacional los reconozca como ucranianos– también han sufrido daños considerables. En la península de Crimea los ataques obligaron a miles de civiles a huir en coches, provocando atascos en la evacuación que se produjo en los peores días, mientras que en Donetsk y otras partes del Donbás controlado por Rusia han llegado a impactar misiles en el centro de ciudades, matando e hiriendo a civiles.

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