Tensión en Asia

¿Qué busca Corea del Norte con su lanzamiento masivo de misiles?

Un misil lanzado por Corea del Norte cae cerca de la costa de Corea del Sur.

Un misil lanzado por Corea del Norte cae cerca de la costa de Corea del Sur. / EP

Adrián Foncillas

Adrián Foncillas

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El último misil lanzado este miércoles por la mañana por Corea del Norte acerca la cosecha anual a la sesentena. Una marca sensacional incluso para los parámetros norcoreanos. En 2017, cuando Pionyang y Washington se cruzaban amenazas diarias de destrucción inminente, fueron 27. A continuación, la escalada de lanzamientos contextualizada en claves.

Sobrevolar Japón

El pasado 14 de octubre, un misil lanzado por Corea del Norte<strong> </strong>volvió a sobrevolar Japón<strong> </strong>tras cinco años y obligó a sus ciudadanos a correr hacia los refugios. Días después eran los vecinos de una isla al sur del paralelo 38 los que se protegían de un cohete que cayó más allá de la frontera marítima del norte. También ha sido detectado un misil intercontinental o ICBM, con presunta capacidad para golpear a Estados Unidos. Los expertos intuyen que el séptimo ensayo nuclear está a la vuelta de la esquina.

Respuesta a las maniobras militares

Las enésimas maniobras militares en su patio trasero son la explicación más inmediata del lanzamiento de misiles por parte de Pionyang. Son ejecutadas varias veces al año por Estados Unidos, Corea del Sur y Japón, juntos o por separado, por tierra, mar y aire. La tensión en la península siempre coincide con maniobras que Pionyang juzga como ensayos de invasión. El despliegue de las de la semana pasada carecía de precedentes en un lustro. Fueron bautizadas como 'Vigilant Storm' en un guiño a aquella 'Desert Storm' que capitaneó Estados Unidos en Irak en los 90. Es costumbre que Corea del Norte responda a las maniobras con misiles, que el otro bando las prorrogue como represalia y que ambos bandos se acusen durante semanas de azuzar la tensión.

Llamada de atención

Un país del Extremo Oriente con 24 millones de habitantes y un PIB ridículo no coleccionaría portadas globales sin un refinado dominio de la escena y de los tiempos. Corea del Norte suma décadas atrayendo los focos pero la guerra en Ucrania le ha dificultado la tarea. La solución pasa por subir los decibelios. La Casa Blanca es la principal destinataria del mensaje porque a Joe Biden se le intuye sobrepasado por la agenda nacional e internacional y no le gustaría a Pionyang eternizarse en la carpeta de asuntos pendientes. También va dirigido hacia la Casa Azul. El nuevo presidente surcoreano, Yoon Suk Yeol, ha terminado con la admirable paciencia de su predecesor, Moon Jae-in, que había hecho de la paz en la península su misión vital. Yook anticipa un periodo fragoroso en la península y Kim Jong-un marca la línea.

Postura de fuerza

El regreso de la normalidad cierra el paréntesis del coronavirus y reinicia un ciclo conocido que tiene a Washington como objetivo. La "paciencia estratégica" de Barack Obama perseguía el estrangulamiento económico de Pionyang y fue calamitosa. Le dio el tiempo necesario para desarrollar con tranquilidad su programa misilístico y a Donald Trump, su sucesor, le tocó lidiar con los ICBM, la meta de la carrera norcoreana. Después de amenazar con borrar del mapa al país se dejó vencer por la 'realpolitik' y otorgó la igualdad de condiciones a Kim en la mesa de negociaciones. Biden ha heredado la vía del diálogo, la única posible, pero sus invitaciones a Kim Jong-un a hablar cuándo y dónde quiera, Pionyang incluido, han sido desoídas. Con Biden, como con Trump, Corea del Norte está mostrando su arsenal antes de acercarse a negociar desde una posición de fuerza.

Un exceso de stock

Los almacenes militares se antojaban atiborrados tras la inactividad forzosa. Primero fueron los años de negociaciones por la desnuclearización con Trump y después los del coronavirus. Apenas se lanzaron cuatro en 2020 y ocho en 2021 hasta que este año llegara el frenesí. La fabricación de una bomba nuclear es factible en un laboratorio bajo tierra pero la carrera misilística exige el método de prueba-error y más cuando los simuladores norcoreanos, señalan los expertos, no son fiables. La crisis actual permite comprobar si funcionan los avances que los ingenieros plasmaron en los planos.

Sanciones inútiles

Los misiles acreditan la inutilidad de las sanciones. El país más castigado del mundo es también el que con más terquedad lo desafía. Es un debate recurrente la asistencia internacional que recibe el arsenal norcoreano y es probable que el misil recogido recientemente por Corea del Sur de sus aguas ayude a descifrar el misterio. Otro proyectil recuperado una década atrás se asemejaba a una convención de la ONU: allí concurrían piezas suizas, británicas, estadounidenses, chinas y rusas.

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