Turismo de masas

Sharm el Sheij, la ciudad nada sostenible que albergará la cumbre del clima

La localidad egipcia a orillas del mar Rojo está rodeada por un muro que da acceso a centenares de piscinas, resorts paradisíacos y nuevas infraestructuras construidas a contrarreloj en las últimas semanas para el encuentro

Un policía egipcio monta guardia a la entrada del Centro Internacional de Congresos de Sharm el Sheikh, este viernes.

Un policía egipcio monta guardia a la entrada del Centro Internacional de Congresos de Sharm el Sheikh, este viernes. / SEDAT SUNA

Andrea López-Tomàs

Andrea López-Tomàs

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Cuando lleguen los miles de asistentes a la cumbre del clima que empieza este domingo en Sharm el Sheij, tendrán que cruzar un muro. A sus espaldas, dejarán el vasto desierto de la península del Sinaí. Frente a sus ojos, hallarán un paraíso cristalino. Antes de enterrar sus pies en la fina arena de la playa, les rodearán decenas y decenas de piscinas en una ciudad reluciente, puesta a punto de forma excepcional para una ocasión única. Mientras turistas y curiosos chapotean en el agua, en los grandes centros de convenciones patrocinados por las empresas más contaminadoras del mundo, los líderes globales pensarán cómo remediar la emergencia climática.

Sharm el Sheij es la joya de la corona turística de Egipto. Sobre todo desde que en 2019, las autoridades construyeron un muro alrededor de la ciudad costera. En el amplio desierto que domina la península del Sinaí, el Estado Islámico se ha hecho fuerte durante los últimos años. La violencia convirtió a la urbe egipcia en una localidad fantasma en 2015 cuando el grupo terrorista reivindicó el derribo de un avión ruso que acabó con las vidas de las 225 personas a bordo. Sin el turismo, la comunidad autóctona, en su gran mayoría beduina, perdía su forma de vida. 

Por ello, se construyó un muro, que "recuerda al de Palestina", como dicen algunos ciudadanos. Son 36 kilómetros de cemento y alambre. Solo cuatro accesos estrictamente vigilados abren las puertas del paraíso a los miles de turistas que Sharm el Sheij ha recuperado. El pequeño aeropuerto de la ciudad aislada a orillas del mar Rojo recibirá decenas, si no centenares, de vuelos en apenas un par de semanas. Los expertos ponen en duda que las decisiones que se tomen durante esos días puedan neutralizar todas esas emisiones de carbono arrojadas a la atmósfera sólo para que el encuentro ocurra. 

Construcción a contrarreloj

Además, las autoridades egipcias llevan semanas trabajando a contrarreloj en la localidad de apenas 42 kilómetros cuadrados para hacerla sostenible, aunque el camino para lograrlo no lo haya sido. Sharm el Sheij está como nueva. Carreteras por estrenar, autopistas ampliadas en pleno desierto, pasarelas relucientes, un nuevo centro comercial y paneles solares recién instalados son solo algunas de las novedades construidas desde junio. En un país con el 30% de su población viviendo bajo el umbral de la pobreza, más de 650 millones de dólares han sido invertidos en el desarrollo de la ciudad para la conferencia, según informó el gobernador de Sinaí del Sur, la provincia a la que pertenece Sharm el Sheij.

La paradoja de albergar un debate sobre la crisis climática en un lugar como este no se detiene aquí. Más allá del turismo de masas que suele acoger Sharm el Sheij, el paraje natural marítimo incluye centenares de piscinas artificiales. Para tener este lujo en pleno desierto árido, es extendido el uso de desalinizadoras. Estas provocan "un elevado consumo de energía" y, por ende, "un enorme impacto ecológico", según afirma un estudio del Instituto Delft para la Educación sobre el Agua. Aunque estas cumbres consiguen poner la emergencia climática en la agenda pública, las contradicciones que las rodean van en aumento. Por lo menos, en Sharm el Sheij, los líderes mundiales podrán pensarlas en remojo.

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