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Lula deberá rescatar la Amazonia y no lo tendrá fácil

El presidente promete “cero deforestación”, pero las élites rurales apoyan a Bolsonaro y sus políticas extractivas.

En lo que va de 2022, un área superior a la provincia de Barcelona ha sido engullida por las motosierras y los incendios provocados.

La Amazonia, arrasada por las motosierras y los incendios intencionados

La Amazonia, arrasada por las motosierras y los incendios intencionados / AFP

Heriberto Araujo

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El presidente electo de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, es probablemente el líder que más ha contribuido al prestigio internacional del país. Durante sus dos primeros mandatos (2003-2010), este sindicalista de orígenes humildes recorrió el planeta para participar en fórums, abrir mercados a la carne y la soja brasileñas, inaugurar decenas de embajadas, y reclamar que Brasil —cuarta mayor democracia del mundo— pudiera ocupar un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. En 2009, durante una reunión del G20 en Londres, un Barack Obama apenas electo dijo de Lula que era “el político más popular de la Tierra”. 

Aquel reconocimiento fue resultado del éxito de las políticas del Partido de los Trabajadores de Lula para acabar con el hambre y reducir el analfabetismo. Incluso Naciones Unidas las elogió y las propuso como modelo para África. El hambre vuelve ahora a azotar al gigante suramericano, donde se estima que más de 30 millones de personas pasan hambre o no ingieren la cantidad mínima de calorías al día. Pero para recuperar el prestigio internacional, erosionado durante el proceso de 'impeachment' de Dilma Rousseff y luego totalmente perdido con Jair Bolsonaro, el presidente electo deberá revertir la situación de caos y destrucción en la Amazonia. 

"Vamos a retomar la vigilancia de la Amazonia y combatir todo tipo de actividad ilegal: minería, extracción de madera u ocupación agropecuaria indebida", dijo Lula durante su primer discurso tras ser elegido. En una clara alusión destinada a obtener la complacencia de las cancillerías de países como Francia, Estados Unidos o Noruega, mayor donante al fondo para la preservación de la Amazonia, Lula hizo una promesa que nunca antes un líder brasileño había hecho: erradicar la deforestación ilegal.

Preservar la selva

Ello con el doble objetivo de preservar lo que queda de la selva, que según los científicos está cercana a un punto de no retorno por la deforestación, y reducir drásticamente las emisiones de gases con efecto invernadero. En 2021, según estimaciones publicadas esta semana, casi la mitad de las emisiones del país provinieron de la deforestación. A causa del fuego y la tala, el mal llamado "pulmón de la Tierra" es ya un emisor neto de CO2.

En 2021, casi la mitad de las emisiones del país provinieron de la deforestación. A causa del fuego y la tala, el “pulmón de la Tierra” es ya un emisor neto de CO2.

Acabar con las actividades ilegales destinadas a expandir la frontera agrícola no será una tarea fácil. La presidencia de Bolsonaro ha dejado la peor herencia medioambiental desde el fin de la dictadura militar (1964-1985), cuando se sentaron las bases de la colonización de la región por medio de la construcción de infraestructuras. En septiembre, 1.455 kilómetros cuadrados de selva fueron arrasados, un 47% más que durante el mismo mes del año pasado, que ya fue de récord. En lo que va de 2022, un área superior a la provincia de Barcelona ha sido engullida por las motosierras y los incendios provocados.

Pero lo más difícil para Lula será cambiar la mentalidad predominante en la región, defensora del crecimiento económico a cualquier coste. Ello explica que, a pesar de la decadencia medioambiental, Bolsonaro sea una figura muy popular en la Amazonia. El presidente ultra venció a Lula en cinco de los ocho estados amazónicos y, más preocupante aún para el nuevo Ejecutivo, logró que sus candidatos a gobernador fueran electos en estados tan emblemáticos como Amazonas, el mayor de todo Brasil y verdadera reserva verde del país. 

Proyecto de Bolsonaro

Esos gobernadores defienden el mismo proyecto de Bolsonaro: arrasar la selva, parar la demarcación de nuevas áreas indígenas y reducir las reservas naturales. Aunque suponga un contrasentido en tiempos de cambio climático, muchos electores de estas zonas aisladas y subdesarrolladas abrazan este modelo predatorio porque la tala, la extracción de oro o la ganadería extensiva son los únicos sectores donde hay trabajo.

Detrás de estos negocios, predominantemente ilegales, hay poderosas élites económicas que ejercen su poder e influencia de forma asertiva. Durante el primer mandato de Lula, esas élites ya chantajearon al Ejecutivo bloqueando carreteras en la Amazonia y amenazando con contaminar ríos. Querían que la policía dejara de realizar operaciones contra la deforestación. Al final, Lula tuvo que enviar cientos de soldados a la región.

Durante el primer mandato de Lula, las élites económicas brasileñas chantajearon al Ejecutivo bloqueando carreteras en la Amazonia y amenazando con contaminar ríos

“Detener la masacre de pueblos indígenas y la devastación de la Amazonia exigirá contrariar a grupos poderosos y, frecuentemente, a los intereses de aliados y apoyadores en los gobiernos locales y en el Parlamento”, advirtió esta semana el Observatorio del Clima, organización brasileña que monitorea las políticas medioambientales del país. “El horror fue derrotado, pero aún no acabó”.

Políticas medioambientales

Otro de los grandes desafíos, además de proponer un modelo de crecimiento económico sostenible será, según Greenpeace Brasil, "reconstruir los órganos y las políticas medioambientales de fiscalización". Ello porque, en vez de cambiar leyes, que en Brasil son garantistas con el medioambiente, Bolsonaro y su Gobierno se dedicaron a estrangular la capacidad operativa de los órganos federales de vigilancia.

El presupuesto de esas entidades fue reducido drásticamente y su personal más comprometido y capacitado forzado a dimitir. Esos funcionarios fueron entonces reemplazados por oficiales sin experiencia y de ideología de extrema derecha que garantizaban lealtad a Bolsonaro y a sus seguidores, sin importar que la deforestación alcanzara máximos nunca vistos en más de una década. El número de multas cayó a mínimos históricos y, de esta forma, se dio carta blanca a las mafias madereras y a los traficantes de tierra pública (los llamados 'grileiros').

“Bolsonaro fue muy inteligente en la forma como desmanteló la capacidad del país de controlar la deforestación”, explica la profesora Kathryn Hochstetler, directora del departamento de Desarrollo Internacional de la London School of Economics (LSE) y experta en Brasil. “Echó a personas clave e hizo que otras muchas dejaran el funcionariado, para irse al mundo académico o simplemente salir de Brasil. Hubo una pérdida real de capacidad operativa. Me preocupa que recuperar ahora esa capacidad requiera tiempo, quizá hasta cinco años”.

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