Guerra en Europa

Ucrania anticipa un invierno durísimo con nuevos ataques sobre su sistema energético

El posible recrudecimiento de los bombardeos sobre su infraestructura podría provocar nuevas oleadas de refugiados

Varias personas pasan junto a las tuberías descubiertas del gas que alimentan las viviendas en Dnipro, en el centro de Ucrania.

Varias personas pasan junto a las tuberías descubiertas del gas que alimentan las viviendas en Dnipro, en el centro de Ucrania. / RICARDO MIR DE FRANCIA

Crónica desde Dnipro

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No se casan demasiados ucranianos estos días. Los pocos que lo hacen suelen ser soldados, dispuestos a declarar su amor eterno antes de perderse por las trincheras embarradas del frente. Eso ha hecho que el negocio del matrimonio Mukhin se tambalee como un barco a la deriva. La guerra les está dejando rápidamente en la indigencia. La tienda de vestidos de novia que tenían en el centro de Járkov (noreste) fue destruida por las bombas rusas y en la de Dnipro (centro) entran con suerte dos clientas a la semana. Sin apenas ingresos desde que comenzara el pandemonio, la pareja vive ahora entre los vestidos solitarios de su tienda. Solo encienden las luces cuando entra alguien. O dicho de otra forma, viven a medio camino entre la penumbra y la oscuridad.

Andrei Mukhin y su mujer viven en su tienda de trajes de novia en Dnipro desde que huyeran de su casa en Járkov para escapar de los combates.

Andrei Mukhin y su mujer viven en su tienda de trajes de novia en Dnipro desde que huyeran de su casa en Járkov para escapar de los combates. / RICARDO MIR DE FRANCIA

"Estamos muy preocupados por el invierno porque aquí hace un frío tremendo. La electricidad se ha disparado y, si no tenemos ingresos, será muy difícil pagar las facturas", dice Andrei Mukhin señalando a los radiadores eléctricos de la tienda. No tienen más plan b que tirar de mantas y forrar con plásticos el escaparate. Su zozobra la comparten legiones de ucranianos, en un país donde casi cinco millones de empleos han volado por la guerra, según datos de la Organización Mundial del Trabajo. Pero los bolsillos agujereados del trabajador medio no son más que uno de los factores de la ecuación. El pasado lunes Rusia lanzó el mayor ataque hasta la fecha contra las infraestructuras energéticas del país como represalia -según Vladímir Putin- por la voladura de un tramo del estratégico puente de Kerch en Crimea. Una primera salva de misiles que ha continuado de forma más esporádica durante la semana.

Kiev no da detalles concretos del tipo de instalaciones atacadas, pero sí ha dicho que fueron golpeadas en una docena de regiones, además de la capital, lo que acabó dañando un 30% de su sistema energético. Decenas de miles de personas se quedaron sin luz, aunque el suministro se había restablecido casi completamente el jueves, según las autoridades. "No todo está reparado. En Krivyi Rih atacaron una subestación eléctrica. Eso lleva tiempo. Lo que hicimos fue levantar nuevas líneas de transmisión para devolver la electricidad a los hogares mientras se repara la subestación. Nuestras brigadas ni siquiera durmieron", dice a EL PERIÓDICO el director de Dtek Grids en Dnipro, Andrei Tereshchuk, una de las mayores compañías de distribución del país.

El Gobierno ucraniano está convencido de que la destrucción del lunes no es más que un aperitivo de lo que está por llegar. "Es importante entender que los terroristas rusos tratarán de utilizar el frío como arma", dijo el miércoles su primer ministro, Denys Shmyhal. "Piensan que dejando a los ucranianos sin electricidad durante horas nos rendiremos, pero eso no va a pasar". Antes de la pandemia, Ucrania producía casi el doble de la energía eléctrica que consumía, con sus cuatro centrales nucleares y diversas térmicas como principal fuente de generación. Los excedentes los exportaba a la Unión Europea, un flujo que se ha detenido temporalmente desde el ataque de esta semana. 

Sistema descentralizado

"El sistema energético ucraniano está muy descentralizado y diversificado", asegura la exdiputada y fundadora del Fondo Sostenible Ucraniano, Nataliya Katser-Buchkovska. "Las regiones tienen su propia producción, de modo que no les basta con tumbar una subestación para que se apague el resto". Las autoridades han prescrito medidas de ahorro a la población, como reducir el consumo en las horas punta de la mañana y la noche para no sobrecargar el sistema o fijar la calefacción entre los 16 y los 18 grados, cuatro menos de lo habitual, lo que garantiza como mínimo un invierno riguroso, incluso de puertas adentro. A sabiendas de que el Kremlin golpeará de nuevo, todo el que puede está buscando sus propias alternativas, desde generadores a baterías de coche para poder recargar al menos el móvil.

Más que la electricidad preocupa el gas, que alimenta las calefacciones en los masivos bloques de apartamentos soviéticos que siguen dominando el paisaje en muchas ciudades. Ucrania dejó de importar gas ruso tras el primer zarpazo de Moscú para desmembrar su territorio en 2014. Cerca del 60% de lo que consume es de producción propia; el resto viene de la UE a precios de mercado. "Por el momento, tenemos suficiente gas, en parte porque el consumo interno ha disminuido un 40% debido al éxodo de refugiados y la destrucción de parte de la industria", afirma Katser-Buchkovska. "Estaríamos mucho mejor si pudiéramos comprar 4 ó 5 bcm (millardos de metros cúbicos) más, pero el precio se ha disparado tanto que Ucrania no se lo puede permitir".

Bloque de apartamentos en Dnipro con las ventanas dañadas durante los bombardeos rusos del 10 de octubre.

Bloque de apartamentos en Dnipro con las ventanas dañadas durante los bombardeos rusos del 10 de octubre. / RICARDO MIR DE FRANCIA

Reservas adicionales de gas

Kiev está buscando financiación de sus aliados para comprar más gas, dado que Rusia podría atacar sus depósitos o que casi la mitad de la producción sale de la provincia de Járkov, pegada a la frontera rusa y solo recuperada recientemente por las fuerzas ucranianas. Sin importaciones adicionales, ha dicho el director de la gasística estatal Yuri Vitrenko, "habrá cortes del suministro en amplias zonas de Ucrania".

Y el resultado de todo eso, en un país donde la temperatura media invernal ronda los 10 grados bajo cero, podría trasladarse fuera de las fronteras ucranianas. "Si hay falta de gas o electricidad este invierno, habrá otra oleada de refugiados hacia Europa. Hasta 15 millones de personas podrían verse afectadas por la crisis energética, una más de las armas que está utilizando Putin para aumentar la carga que ya soportan los países europeos", asegura Katser-Buchkovska. La alternativa para prevenirlo, añade, es blindar los cielos ucranianos con los sistemas antimisiles que está pidiendo el Gobierno de Volodímir Zelenski.

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