Entrevista

Arancha González Laya: "España necesita tener las mejores relaciones con Marruecos y Argelia"

La exministra española de Exteriores Arancha González Laya.

La exministra española de Exteriores Arancha González Laya. / JORDI OTIX

Laura Puig

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Tras curtirse en los despachos de la Comisión Europea, la Organización Mundial del Comercio y la ONU, en enero de 2020 Arancha González Laya fue nombrada ministra de Exteriores, UE y Cooperación en el segundo Gobierno de Pedro Sánchez. En ese cargo tuvo que lidiar con la pandemia del covid y la crisis diplomática con Marruecos, con el enojo de Rabat por la atención en un hospital de España del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, y el posterior cruce de 8.000 migrantes a Ceuta. El 12 de julio de 2021 fue relevada junto a otros cinco ministros en la remodelación que realizó Sánchez. Actualmente, González Laya está volcada en el ámbito académico. Es decana de la Escuela de Relaciones Internacionales Sciences Po de París. Atiende a EL PERIÓDICO en el marco de una visita a Barcelona, donde ha participado en un coloquio en el CIDOB y en el ciclo de diálogos 'Nudos de la democracia' de la Fundació Ernest Lluch.

El presidente ruso, Vladímir Putin, dio una patada al tablero internacional con la invasión de Ucrania. Ahora, ha redoblado su pulso con la anexión de cuatro regiones de Ucrania. ¿Hasta dónde cree que está dispuesto a llegar?

Putin está en una posición muy complicada porque él ha perdido la guerra pero Ucrania todavía no la ha ganado. Estamos ante un animal político herido, en un contexto internacional y nacional complicado y al que le quedan pocas vías de salida. La más evidente es una huida hacia adelante escalando el conflicto. Lo estamos viendo en sus amenazas, que no sabemos si se cumplirán o no, pero en todo caso hay que tomarlas en serio, incluida la del uso del arma nuclear. Se trata de una situación complicada, y creo que Putin ha cometido tres errores de cálculo muy grande y ahora se están manifestando en el campo de batalla.

¿Cuáles son esos errores?

El primero, haber subestimado a Ucrania, su población, su sentimiento nacional, su deseo de independencia y soberanía. El segundo, haber subestimado la capacidad de respuesta de la Unión Europea, porque esta guerra que Putin inicia es una guerra contra Ucrania pero también para debilitar a la UE. Y el tercero ha sido el pensar que China, la India o Turquía serían sus aliados incondicionales. Lo que estamos viendo en estos países es tacticismo, pero ciertamente un cuestionamiento de la estrategia rusa.

"Putin es un animal político herido al que le quedan pocas vías de salida"

Algunas voces alertan del riesgo de un conflicto nuclear y los más apocalípticos hablan ya de Tercera Guerra Mundial. ¿Vamos hacia estos escenarios?

Sabemos, y en eso el secretario general de Naciones Unidas ha sido muy claro, que una guerra nuclear no la gana nadie. Sería entrar en una espiral de autodestrucción. Pero yo quiero pensar que va a prevalecer nuestra experiencia histórica.

¿Cómo ve el papel de China en este conflicto?

China ha mantenido una estrategia muy china, donde por encima de todo está su propio interés, y de ambigüedad. Es cierto que al inicio se hablaba de esta alianza entre China y Rusia, pero hemos visto cómo esas palabras no se han traducido en hechos concretos. Es decir, China no ha impuesto sanciones a Rusia, pero tampoco ha apostado por ayudarla a saltarse las sanciones. Se está beneficiando, eso sí, de los precios de la energía más baratos. Pero no creo que esté alineándose del lado de Rusia. Hay que leer no solo lo que China dice, sino lo que no dice y sobre todo lo que no hace.

¿Es la guerra de Ucrania el desafío más importante al que se ha tenido que enfrentar la UE en su historia?

Vivimos un momento de policrisis para la Unión Europea. Tuvo que navegar la crisis financiera de 2008, la crisis atlántica con la llegada de Trump a la Casa Blanca desafiando a la UE y el Brexit, la del covid... La última crisis, la invasión de Rusia en Ucrania, es un poco diferente. Es un desafío existencial porque frente al proyecto de paz geoeconómico la UE tiene unos países que entienden un sistema internacional construido sobre el poder coercitivo, la geopolítica del poder duro. Aquí empieza una nueva fase de la UE, que tenemos que alimentar si queremos que nuestro sistema se mantenga como el único del mundo en el que se mantienen en equilibrio el progreso económico, la democracia y la solidaridad. Y si queremos seguir siendo eso en el futuro tenemos que invertir hoy en una Europa más geopolítica. Ese es nuestro gran desafío.

Tras unas primeras respuestas unánimes y sólidas, las reacciones de la UE a la invasión rusa han empezado a mostrar algunas grietas. ¿Hay riesgo de que estas grietas acaben dañando a la Unión?

Tenemos que ser muy conscientes de lo importante que es mantener esa unidad hoy. Es imprescindible y tiene que tener dos expresiones muy claras. Por un lado, una construcción de más autonomía estratégica europea que nos dé una capacidad para decidir cómo navegar en este mundo más geopolítico. Pero también esa respuesta europea se tiene que expresar en ser capaz de articular una comunidad política europea más allá de la UE, como la reunida en Praga, para construir un espacio geopolítico europeo. Con los países de la UE, los que quieren ser miembros de la UE, pero también con otros países europeos que no quieren ser miembros pero que comparten esta visión de progreso económico, cooperación, solidaridad y democracia.

"Tenemos que ser muy conscientes de lo importante que es mantener la unidad de la UE"

Otro peligro que se cierne sobre la UE es el auge de la extrema derecha y los populismos. El mecanismo para condicionar las ayudas al respeto al Estado de derecho contra Hungría y Polonia no se acaba de ejecutar nunca. ¿No es un hecho contraproducente para la UE y que otros países puedan verse tentados a incumplir las normas?

Tenemos claramente un problema de democracia dentro de la UE. No basta con decir que queremos más democracia en el mundo, tenemos que asegurarnos de que funciona dentro de la UE y ahora está siendo atacada desde dentro por quienes ponen en duda elementos fundamentales de un sistema democrático como la independencia de los poderes, la regla del derecho y los derechos individuales. Pero tenemos que encontrar la manera. Creo que los instrumentos con los que la UE se ha dotado son cada vez son más sofisticados y permiten jugar con el palo y la zanahoria de una manera más clara. Porque el objetivo no tiene que ser el palo, sino blandir el palo para lograr un cambio de comportamiento. Y si no hay cambio, evidentemente sí que hay que aplicar las sanciones. Pero lo importante es que las sanciones tienen que ser ese instrumento que nos permita ir avanzando en el respeto de todos los elementos que constituyen la democracia en Europa. Y en eso creo que tenemos que ser firmes. Es una cuestión de credibilidad.

Todavía quedan 9 meses para que España asuma la presidencia de turno de la UE, pero ya se están realizando preparativos. ¿Cuáles cree que van a ser los retos de este mandato?

La presidencia va a venir marcada por dos objetivos: uno, fortalecer a la UE y sus políticas internas en esa autonomía estratégica y avanzar hacia la Unión de la Energía. Pero también hay que invertir en partenariados con países terceros porque lo que Europa tiene que evitar por encima de todo es caer en la trampa del Occidente contra el resto del mundo. Solo podremos conseguir más autonomía estratégica europea si lo hacemos a partir de construcción de relaciones más sólidas con otras partes del mundo. Ahí España tiene un papel muy importante que jugar para hacer avanzar las relaciones entre la UE y América Latina y el Caribe. Y creo que también, por su lugar geográfico, España debería prestarle más atención a África.

Recientemente ha participado en el lanzamiento del Observatorio del Multilateralismo. ¿Está en crisis?

Los desafíos de nuestro tiempo, desde el cambio climático, la gestión de las pandemias, la estabilidad financiera, la cuestión nuclear, el comercio internacional, la erradicación de la pobreza, todo eso necesita cooperación internacional y eso requiere del multilateralismo. Ahora bien, el multilateralismo hoy no goza de buena salud porque sus actores, que son los países, no gozan de muy buena salud. Tenemos que inventar un nuevo multilateralismo donde los países no sean los únicos actores, donde haya otros actores y otras voces, la sociedad civil, las empresas, los sindicatos, la academia. Y necesitamos inventar nuevas formas de cooperar internacionalmente, un multilateralismo que sea capaz de tratar con cuestiones de una manera más poliédrica.

"Hay que leer no solo lo que China dice, sino lo que no dice y, sobre todo, lo que no hace"

El pasado mes de marzo, el Gobierno español dio su apoyo al plan autonomista de Marruecos sobre el Sáhara Occidental, un respaldo que provocó el enfado de Argelia, el principal suministrador de gas de España. ¿Tiene usted alguna clave para entender este paso de Sánchez?

Yo soy la menos indicada para hacer exégesis de las decisiones del Gobierno al que yo he pertenecido, soy muy cuidadosa en no entrar en este tipo de debates. Pero sí diría dos cosas. En estos momentos de turbulencia política necesitamos tener las mejores relaciones con todos nuestros vecinos. Necesitamos tener las mejores relaciones con Marruecos, Argelia, Mauritania, más aún teniendo en cuenta que sus vecinos se encuentran en una situación calamitosa, el Sahel está ardiendo por los cuatro costados. Tenemos que ayudarnos mutuamente con una visión muy amplia, no solo securitaria, sino de lucha conjunta contra el terrorismo, de desarrollo económico, de lucha contra el cambio climático. Eso necesita mucha finezza, como dicen los italianos, porque es cierto que entre ellos hay grandes dificultades. Y la segunda cosa que diría es que yo en lo personal siempre he buscado que los conflictos como el del Sáhara Occidental tengan una brújula que es el derecho internacional y el papel central de Naciones Unidas, y en particular el enviado especial del secretario general, que es quien puede ayudar a que las partes lleguen a un acuerdo que sea sólido porque lo han encontrado ellos, no se lo ha impuesto nadie.

La decisión de atender al líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, en un hospital español, ¿fue el desencadenante de su relevo como ministra de Exteriores?

Esa pregunta no me corresponde a mí responderla, eso hay que preguntárselo a quien decide relevarme. Lo que yo sí que he tenido siempre muy claro es que, primero, es un honor servir a mi país y eso es algo que para mí tiene un valor personal por encima de todo, y que cuando uno sirve a su país sirve a voluntad de quien le nombra, que es el presidente del Gobierno. Te puede nombrar y te puede relevar, y eso hay que tomarlo con toda la naturalidad del mundo.

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