Nueva crisis en Downing Street

Liz Truss, la mutante que quiso emular a Margaret Thatcher (y solo duró 45 días)

Multimedia | Desgobierno en el Reino Unido: los despropósitos desde Thatcher hasta Truss

La primera ministra más breve de la historia británica pasó de liberal a conservadora y de proeuropea a defensora del Brexit

Liz Turss, durante un acto de las primarias del Partido Conservador en Londres, el pasado 31 de agosto.

Liz Turss, durante un acto de las primarias del Partido Conservador en Londres, el pasado 31 de agosto. / HANNAH MCKAY

Begoña Arce

Begoña Arce

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Con su llegada a Downing Street a los 47 años, Liz Truss culminaba una carrera política zigzagueante. Una sucesión de golpes de timón siguiendo el curso de sus propias ambiciones. Colmó la más importante de todas, pero solo ha durado 45 días, en los que, coincidencias de la historia, le ha tocado vivir la muerte de la reina Isabel II. La estudiante enrolada en el Partido de los Liberales Demócratas en la Universidad de Oxford, se presentaba como la defensora de las esencias añejas del Partido Conservador. Quien desde aquella tribuna estudiantil pidió en 1994 la abolición de la monarquía ha participado en varios gabinetes de Su Majestad y acudió a Balmoral a recibir de la reina el encargo de formar gobierno dos días antes de su fallecimiento. La que hizo campaña a favor de la permanencia en Europa defiende sin sonrojarse la forma más extrema de Brexit y se decía dispuesta a la confrontación con Bruselas. La diputada moderada que promocionó David Cameron era la primera ministra de los conservadores más duros.

Populista, pero sin carisma, a los longevos afiliados de cuyo voto dependía su futuro les contó durante las primarias las fantasías económicas e ideológicas que querían oír. Ellos han premiado su lealtad a Boris Johnson, quien la apoyado encubiertamente. Truss pregonaba su entusiasmo por el neoliberalismo, una mayor desregularización, y un plan que los expertos no sabían cómo cuadrar y podía costar billones, de rebajar impuestos potenciando al mismo tiempo el crecimiento, sin tener en cuenta una inflación enloquecida. También pretendía reducir la cuota de la Seguridad Social con la que se alimenta la sanidad pública, cada vez más deteriorada. En el 2012 fue coautora de un libro de conservadores debutantes titulado 'Britania Desencadenada', donde se advertía de la decadencia de la economía del Reino Unido si no se reducía el papel del Estado.

Apetito voraz de publicidad

A Truss le va el autobombo y posee un apetito voraz de publicidad. Ha sido acusada por sus propios colegas de apropiarse de "los méritos que no merece" y de carecer de peso intelectual. Con escasas dotes para la oratoria ("suena como un robot con los circuitos medio averiados", se ha dicho de ella), se aferra a eslóganes que repite mecánicamente. Incluso en su partido, donde menos de un tercio de los diputados 'tories' la votaron en la primera fase de la elección, dudan de su capacidad para asumir la jefatura del Gobierno. Era alguien a quien simplemente no habían tomado muy en serio.

Los vaivenes políticos de Truss quizás no sorprendan en los ambientes de Westminster, pero la han convertido en la oveja negra de su familia. La mayor de otros tres hermanos varones, la líder conservadora nació en Oxford en un hogar de clase media "muy de izquierdas", según ella ha comentado, donde se votaba laborista. Su madre, enfermera y miembro del Comité por el Desarme Nuclear, la llevaba a las manifestaciones contra Margaret Thatcher. Su padre, profesor emérito de matemáticas puras en la universidad de Leeds, está según uno de sus colegas, "horrorizado" ante la "conversión" de su hija "a la política de extrema derecha".

El affaire extraconyugal

Tras el coqueteo con los liberales mientras estudiaba una licenciatura en filosofía, política y economía, Truss consideró oportuno enrolarse con los conservadores. Trabajó como economista para Shell y en Cable and Wireless y se casó con un contable, Hugh O’Leary, que hasta ahora ha permanecido en el anonimato. El matrimonio tiene dos hijas adolescentes, Liberty y Frances. Después de un par de intentonas fallidas para entrar en el Parlamento, en 2010 David Cameron la impulsó a un escaño seguro en South West Norfolk. Los afiliados locales a punto estuvieron de descalificar a la candidata y truncar su carrera, al descubrirse que había tenido un 'affaire' con un diputado tory, Mark Field. A él le costó el matrimonio. Ella evitó ser descalificada y finalmente logró convertirse en parlamentaria. Sólo dos años después entró en el Gabinete y desde entonces ha ido subiendo peldaños y ocupando diferentes cargos en los equipos de los tres últimos primeros ministros (Cameron, Theresa May y Boris Johnson).

May la nombró Lord Chancellor, al frente del Ministerio de Justicia, pero la cesó en menos de un año porque el puesto, afirman, le venía grande. Como ministra de Exteriores, Truss ha retado a Bruselas promoviendo la ley que rompe unilateralmente con el protocolo de Irlanda del Norte. La confrontación comercial con Europa en medio de la peor crisis económica que atraviesa el Reino Unido desde hace décadas, sería desastrosa especialmente para los británicos.

La supuesta reencarnación de Thatcher

Desde el trampolín de Exteriores, Truss ha cultivado activamente una imagen en las redes sociales de mujer de acción, buscando el parecido con la iconografía de Margaret Thatcher. Hubo una foto, similar a la de la dama de hierro, subida a un tanque, otra en un avión de combate y una más en la plaza Roja de Moscú luciendo un gorro de piel falsa, mientras proclamaba "hacer frente a Vladímir Putin". En los debates en televisión se ha presentado con la blusa anudada al cuello que tantas veces luciera su antecesora. La parodia provocó burlas y chanzas, pero ha funcionado aparentemente con los vetustos afiliados conservadores deseosos de creer en la reencarnación.

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